“La Tierra es para quien la trabaja”, es el lema de la revolución zapatista de México, sin embargo, esto no aplica para las mujeres poblanas, ya que, pese a que ellas trabajan a la par, o incluso más que sus símiles masculinos, tienen menor posibilidad para la posesión de parcelas, al control del manejo de sus recursos y a los incentivos económicos que dicha seguridad de la tenencia conlleva.
En las localidades rurales, la reproducción de la vida está fuertemente vinculada con el trabajo de la tierra. Guadalupe Hernández, originaria de la comunidad de Actipan de Morelos en el municipio de Acatzingo, contó que trabaja el campo desde los 16 años de edad, y a sus casi 40 años no es propietaria de ninguna parcela.
Y es que, relató que cuando era soltera, las tierras que trabajaba eran propiedad de su padre, y al casarse continuó en el trabajo agrícola pero ahora en los ejidos de su marido, por lo que la idea de poseer una parcela a su nombre es muy lejana.
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“Son muy pocas las mujeres que son dueñas de los terrenos y eso tiene que ver con la idea de que la mujer se va a casar y por lo tanto no lo necesita”, dijo.
Por su parte, Martha García de 28 años, soltera, trabaja como jornalera desde los 18 años, indicó que le pagan 150 pesos al día y sus actividades dependen de la temporada del año, “sembrar, abonar y cosechar es lo que hago normalmente y aunque sé trabajar el campo, adquirir una parcela no está dentro de mis posibilidades económicas”, reconoció.
En contraste, doña Antonia de 65 años de edad, originaria del municipio de Los Reyes de Juárez, es ejidataria, pero señaló que dicha situación se dio después del fallecimiento de su esposo, y ahora con la ayudad de sus tres hijos siembra cilantro o espinaca.
“Pues yo me hice ejidataria después de que murió mi marido, mis padres no me heredaron tierras, se las heredaron a mis hermanos”, declaró.
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DESIGUALDAD SOCIAL
Para el historiador y licenciado en Filosofía por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Gabriel Aguilar Aguilar, uno de los mayores obstáculos que enfrentan las mujeres no sólo en el estado poblano, sino a nivel nacional, es la falta de seguridad en materia de propiedad o tenencia de la tierra, hecho que, a la par, les impide acceder a apoyos públicos y a la toma de decisiones dentro de los concejos ejidales y a su vez de las comunidades.
Refirió que lo anterior tiene que ver con tres aspectos fundamentales: La tradición patriarcal de la cultura religiosa, el perpetuar la pertenecía y el poder económico, así como la tradición machista que prevalece hasta nuestros días.
Además, reiteró que el hecho de que las mujeres no sean dueñas de la tierra comunal y menos de una propiedad o casa habitación, las coloca en una situación vulnerable, “Cuando el marido las corre, no tienen a donde ir, ni donde trabajar y esa es una realidad con la que conviven a diario miles de mujeres que viven en zonas rurales en México”.
LA MUJER EN EL CAMPO
Por su parte, la historiadora, Araceli Rosas Velázquez, reseñó que las mujeres siempre han estado presentes en el campo, como productoras, como esposas, miembros de la familia o simplemente asalariadas, “las mujeres están presentes en todos los sistemas de producción, especialmente en los sistemas de cultivo mixto y en la horticultura”, apuntó.
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No obstante, recordó que en México es difícil ver a una mujer dueña de un terreno o siendo campesina en toda la extensión de la palabra, debido a que pareciera que se trata de un sector exclusivo del hombre por el uso de la fuerza física. Solo el 28 por ciento de mujeres son ejidatarias en Puebla.
De acuerdo el Registro Agrario Nacional (RAN) de 2018, en los núcleos agrarios certificados de la entidad poblana, solo el 28 por ciento de mujeres son ejidatarias, en contraste al 71.2 de varones que también lo son; como comuneras solo hay un 30.7 por ciento, en comparación al 69.2 de hombres.
En el caso de los avecindados -ejidos otorgados en asamblea- están en manos del 64.1 por ciento de los hombres, en tanto que solo el 35.9 de ellas logra acceder.
Su situación como posesionarias tampoco es distinta, pues el 31.9 por ciento de su presencia se ve superada por el 68.1 de la representación masculina; en este caso particular, existen comunidades en México al que solo se acceden a este derecho las mujeres que enviudaron.
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Según la FAO, que es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la tenencia de la tierra implica un conjunto de derechos que, sobre ésta, posee una persona o una organización. La seguridad de estos derechos no se limita a la propiedad privada; abarca varias formas como arriendo de la tierra pública o derecho del usuario a la propiedad comunal.
Si el titular cuenta con la seguridad de la tenencia, podrá usar la tierra del mejor modo posible, obtener el rendimiento más adecuado y ejercer su derecho frente a los no titulares. Podrá decidir cómo emplear los recursos de la tierra para atender las necesidades inmediatas del hogar y también las inversiones a largo plazo.
Así, para que las mujeres campesinas -generadoras del 60-80 por ciento de la producción de alimento en los países en desarrollo- puedan hacer un uso más eficiente de la tierra y, por consiguiente, aumentar su aporte a la seguridad alimentaria, deberán tener acceso a la tierra, al control del manejo de sus recursos y a los incentivos económicos que dicha seguridad de la tenencia conlleva.