Antes de 1940, en San Lucas Atzala todas y todos sus habitantes se comunicaban en náhuatl. Hoy el escenario es diferente. De los 2 mil 508 pobladores censados en esta junta auxiliar del municipio de Calpan, un estimado de mil 100 lo preservan y trasmiten de forma empírica a los niños y jóvenes interesados en aprenderlo al interior de sus hogares.
“En estos tiempos está moribundo, son los últimos pasos que está dando (náhuatl), se está muriendo”, coincide desde el patio de una vivienda de la zona un grupo de vecinos que, con comentarios nostálgicos, afirma que esta lengua prehispánica con más de cuatro mil años de existencia está extinguiéndose.
Las razones que los declarantes enlistan en este escenario desalentador son muchas. Priorizan la discriminación de algunos sectores de la sociedad hacia el hablante y el fenómeno migratorio a Estados Unidos. También la falta de maestros de náhuatl en escuelas de esta localidad indígena y el nulo interés de las nuevas generaciones para entenderlo, escribirlo y divulgarlo, así como de las autoridades municipales para garantizar su preservación.
Atzala es un lugar enclavado en el Valle de los Volcanes de la Sierra Nevada de Puebla. Está rodeado de naturaleza y en su territorio cruza un río donde “revienta” (nace) el agua, además de que cuenta con una reserva boscosa de relevancia.
Hasta el año 2020 contabilizaba 2 mil 508 habitantes y a decir del expresidente auxiliar, Agustín Medina Pérez, del total, unos mil 800 viven en Atzala, y de éstos, 700 siguen hablando náhuatl. El resto ha adoptado completamente el español, aunque hay quienes lo entienden, pero ya no lo expresan por no dominarlo.
También en la comunidad está presente el fenómeno migratorio. Se estima que unos 700 pobladores radican principalmente en Estados Unidos y un porcentaje menor en varios puntos de México, de los cuales unos 400 no han olvidado esta lengua indígena, debido a que la combinan con algunas palabras del idioma inglés.
Admite que las personas mayores de 60 años (aproximadamente 460) son las principales emisoras del náhuatl y de ahí se suman adultos entre los 40 a 50 años. Ya de 39 años hacia atrás no lo dominan, si acaso llegan a entenderlo.
Al igual, refiere que en los últimos años han existido cambios en las estadísticas oficiales de hablantes, ante el registro de un estimado de 150 fallecimientos reportados desde hace dos años a consecuencia de la pandemia y donde lamentablemente varios de los casos afectaron a abuelitas y abuelitos, quienes, algunos nunca parlaron en español.
En el año 2012, esta comunidad quedó inscrita en el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, instancia que realizó un censo para verificar el número de hablantes y gracias a ello se recibieron apoyos gubernamentales.
Sin embargo, el desinterés de las autoridades posteriores, tanto auxiliares como municipales, mantienen en el archivero las acciones emprendidas para que Atzala siga protegiendo su identidad, usos y costumbres, así como su lengua madre.
Es importante comentar que los mil 100 parlantes de náhuatl en esta junta auxiliar forman parte de las 453 mil 162 personas empadronadas en Puebla, de un total de 615 mil 622 que dominan ésta y otras lenguas indígenas como totonaco, mazateco y popoloca, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
No obstante, todos los habitantes bilingües de Atzala enfrentan otro problema. Solo un par de habitantes escribe náhuatl, ya que el resto lo domina en dicción, pero no gramaticalmente, que es otra desventaja para su conservación.
YA NO QUIEREN HABLARLO
“Mis nietos y bisnietos ya no quieren hablar náhuatl, cuando les platico en náhuatl me dicen que no saben qué dice o qué quiero decir (…) ya no quieren”, comenta Maximiliana Joaquina Morales Ramos, una mujer de 73 años de edad dedicada a las labores del hogar, pero también a las agrarias.
Recuerda que sus padres y abuelos la enseñaron. No sabe escribir y tampoco leer porque seis años estuvo en primero de primaria y nunca pasó de nivel, pero realiza cuentas de memoria, debido a que aprendió al involucrarse en el negocio de su hija, que es una tienda.
Comparte que con su esposo y con los habitantes de su generación se comunica en náhuatl. Sus seis hijos ya no lo hablan, algunos entienden algunas cosas, pero no pueden entablar una conversación.
“Mis hijos ya no aprendieron porque en la escuela les hablan en español y lo mismo pasa con muchos niños y jóvenes de ahora, ya no quieren, les da vergüenza o prefieren estar en el celular”, sostiene.
En la misma charla, doña Pascuala Palillero, nacida en 1949, asevera que “se está perdiendo nuestra lengua” y puso de ejemplo lo que sucede en su hogar, donde con su esposo habla náhuatl y con sus cinco hijos lo hace en español.
DISPUESTA A ENSEÑAR
En su intervención, Rogelia Ventura Ramos, de 71 años de edad, platica en náhuatl detalles de vida. Las demás personas integradas a la charla sonríen y extienden más sus diálogos ante la cotidianidad del entorno.
Minutos después traduce algunos de sus comentarios en español y comparte “con una danza tradicional de Atzala y la feria del mole queremos rescatar nuestra lengua y tradiciones, porque da tristeza que pocos lo hablamos y aun cuando desde chiquitos lo enseñamos a nuestros hijos, lo olvidaron cuando llegaron a la escuela y ya no quieren hablarlo (…) de mis cuatro hijos, tres lo pronuncian bien”.
Subraya que no se avergüenza de sus raíces y menos de ser hablante de náhuatl, pese a sufrir discriminación, pues dice que hay personas que “ven mal” sus costumbres.
Se pronuncia porque las autoridades municipales preserven esta lengua indígena y abran espacios de enseñanza, pues es una realidad que muchos lo dominan, pero no lo escriben.
“Yo sí dejo de lavar mis trastes y barrer por enseñar lo que me enseñaron mis padres y me gustaría ver a los niños y jóvenes hablar náhuatl y terminar con lo que ahora vemos, que es verlos en el celular”, añade.
MENOS DE 30 AÑOS
“Xitequiti chicahuac y pan nin tlalticpan oc ti chicactoc ihcon tic piaz tlen ticuas, tlen ti mo quentis tlen ti quis amo tlen quichtiquilio mo chantlal ichi. Ihco mitz tlanzohtlasque mo chantlal ichihua mitz tlencotizque queme ce cuali ti tlacatl ipan ni nemiliz”, es un poema escrito por Agustín Medina Pérez, quien no sólo ha sido autoridad subalterna de Atzala, sino también comisario ejidal.
En español significa: “trabaja duro en esta tierra mientras estás fuerte y así vas a tener qué comer, qué vestir y qué tomar; no le robes a tu prójimo, a tu hermano y así te van a respetar y subir en grande tus hermanos de tu pueblo, como una buena persona, en esta tierra, en esta vida”.
Este poblador, que es una de las dos personas de la comunidad que escribe con fluidez el náhuatl, aclara que hay muchas variantes de esta lengua en el país y en Atzala se habla el mexicano.
“Lo aprendí desde nacido, en mi casa y ya en la escuela aprendí español, porque los maestros nos discriminaban si hablabas el mexicano antiguo, porque nos decían que todo fuera en español porque eso ya había pasado para la historia y que ya no servía y yo sí guardo resentimiento porque muchos quieren apagar nuestra lengua, cuando cada país tiene su nombre e idioma, pues no veo que en Rusia o China se avergüencen de hablar lo suyo”, puntualiza.
En México se debe rescatar el mexicano, todavía hay tiempo y se puede, porque la lengua está muriendo y eso representa más de cuatro mil años de historia.
En un escenario futurista, el declarante alertó que en unos 30 a 40 años el náhuatl ya no se hablará en Atzala porque si sigue vivo hasta hoy es por las personas adultas mayores.
“El náhuatl es un idioma agradable para decir chistes y contar cuentos, alegra el alma, realza, respeta y hace reverencia a las cosas y es muy diferente al vocablo español, porque su vocabulario tiene 20 consonantes, cuatro vocales y no hay palabras que lleven la letra ñ, r, b y v, porque las que predominan son la x, z y tl”, resalta.
El municipio de Calpan (famoso a nivel nacional por la feria del Chile en Nogada que ya se aproxima) fue una aldea prehispánica y conquistada por los españoles. En el año 1600 fue fundado San Lucas Atzala, que significa lugar “donde hay agua debajo de los pies”.