Zacatlán, Pue. "Miedo sólo tuvimos al principio, después fue pánico", narraron habitantes de la comunidad de Zoquitla, una de las más afectadas por el incendio que inició el pasado miércoles en Zacatlán y en la que se registraron al menos cuatro casas severamente afectadas por las llamas, sin contar inmuebles con daños parciales.
Por su parte, el Centro Estatal de Manejo del Fuego informó, en su último reporte, que el incendio forestal de Zacatlán se mantiene activo y que 213 combatientes de la Secretaría de Medio Ambiente, en coordinación con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Comisión Nacional Forestal (Conafor), autoridades municipales y voluntarios realizan labores de combate; así mismo están habilitados cinco albergues para las familias afectadas y han sido evacuadas las localidades de Zoquitla, Xonotla y Cuacuila debido al recrudecimiento del siniestro.
Un paisaje blanquecino, la antesala
Al llegar a la junta auxiliar zacateca de San Miguel Tenango, la oscuridad nocturna y un paisaje blanquecino, provocado por el humo del incendio, se convirtieron en característica de los casi 20 kilómetros que hay entre esa tradicional localidad y su cabecera municipal.
Minutos antes de la medianoche de este viernes, esta casa editorial arribó a la cabecera auxiliar donde el presidente municipal de Zacatlán, José Luis Márquez Martínez, aún conversaba con pobladores.
Luego de dar la entrevista a esta casa editorial, acompañados por el presidente auxiliar, Jaime González Rodríguez, quien iba entregar víveres, llegamos a la comunidad de Cuacuilco, en esta misma junta auxiliar y cuya población estimada es de alrededor de 70 habitantes, allí una tercera parte aún habla náhuatl.
Eran las 0:30 horas del viernes y los brigadistas todavía seguían en las labores de mitigación del siniestro.
En medio de la noche, se alcanzaba apreciar las llamadas que en algunos momentos fácilmente rebasaban los dos metros.
Ahí, Ignacio Barrios Márquez, un campesino local consideró que la unión de la población ayudó a evitar pérdidas humanas, ya que se habían establecido diferentes jornadas organizadas en la mañana, tarde y noche; algunos de ellos desde dos días antes se habían involucrado de manera activa y continua en las labores de sofocación:
Su intención era permanecer en el lugar donde nos encontrábamos hasta asegurarse de que el fuego no “brincaría” en el camino, lo que significaría que permanecerían unas dos o tres horas más ahí.
Quizás la única limitante era no poner en riesgo a sí mismos, como él mismo lo refirió, momentos antes de finalizar: "la gente sigue espantada porque no había visto un incendio tan grande como este… se sorprendió porque no sabemos qué hacer".
En sus radios portátiles se escuchaban los reportes que los lugareños hacían para hacer saber que se encontraban bien o la información que iban logrando, a pesar de la hora. Poco después la primera brigada bajó, eran unas ocho personas; tomaron —cada uno — botellas de agua y la recompensa del día: un poco de sopa de arroz y chicharrón en salsa roja.
Mientras degustaban el platillo hacían ver que hacían falta manos.
Después se unió otro contingente para sumar ya 17 los brigadistas que estaban reponiéndose de la larga jornada que aún no había terminado.
Alrededor de las 2:00 de la mañana estábamos de regreso en la cabecera auxiliar. Aproximadamente una hora después, con la intención de preparar el desayuno, llegó un grupo de mujeres. Dos horas más tarde, desayunaron arroz con chicharrón en salsa roja o pollo o tacos dorados, esto justo antes de iniciar las labores de este viernes.
Poco después de las 6:30 horas, todos se reunieron en las canchas del centro de esta junta auxiliar para recibir las instrucciones del día. Los dotaron de agua, una bebida mineralizada, un jugo, una torta y una botella de yogurt.
Entre otras cosas, les hicieron saber las condiciones climáticas y algunas medidas de seguridad. Minutos más tarde ya estábamos camino hacia la localidad de Zoquitla, ubicada a unos 8 kilómetros de la cabecera auxiliar y de la que, según cifras de 2020, el 99.05 por ciento de la población es indígena, aun cuando apenas el 79.24 por ciento habla náhuatl.
Durante el recorrido fue fácil apreciar los estragos en la vegetación que había provocado el fuego, mismos que había dejado rocas, ramas y troncos quemados a lo largo de la empedrada ruta del único acceso.
Ahí nos encontramos con unos lugareños que, un tanto tímidos, narraron que ya tenían toda la noche apagando el incendio. Una de sus técnicas, según contaron, fue arrojar piedras a la cañada, con la intención de que la lumbre no pasará al otro lado, eran como unas 20 personas.
Aunque no sabían el número de las casas que se habían afectado, su lenguaje corporal y el tono en que acompañaron sus palabras hacía notar lo difícil que había sido aquella noche para ellos y lo fuerte que estuvo el incendio. No tenían agua potable porque las mangueras de uno de los tres suministros se habían calcinado, no tenían agua ni energía eléctrica.
Al momento de la entrevista, ninguna de las personas allí presentes había dormido, ni comido bien: “ayer almorzamos, pero no hemos comido bien", subrayó una mujer que, después supimos, se llama Isabel Hernández Hernández.
Ella, muy amablemente, nos contó que su casa está a unos metros arriba de donde nos encontrábamos.
"Estamos aquí con los muchachos, al pie del cañón. Acarreamos agua, ayudamos en lo que se podía, apagamos lumbre, juntamos piedras, lo que se necesitara… el miedo lo tuvimos sólo en el principio, ya después solamente fue pánico, preocupación; nuestro interés era proteger nuestras casas", confió mientras una mujer secundó con comentarios que hacían ver cómo se organizaron para hacerle frente al incendio.
Dijo que necesitaban unos 400 metros de manguera de 3/4 para volver a instalar y así poder dotar de agua a un segmento de la población que había pedido suministro tras el incendio que había afectado una de las tres líneas de abastecimiento del vital líquido.
Se me quemó la casa
No habíamos terminado la entrevista cuando conocimos a Juan Manuel Hernández Hernández, primo de la entrevistada. Intervino para comentar que su casa fue una de las que se consumieron con el fuego, la cual era de estructura de madera y era donde había nacido, así mismo dijo que perdió la cosecha de maíz y haciendo cálculos en una hora perdió 70 mil pesos, entre lo que significa la reconstrucción de su casa de madera y lo que dejó de ganar tras perder en maíz y frijol que quedó calcinado.
Con voz cansada, señaló que todavía no estaba contabilizada su casa porque no se había hecho el recuento final de las casas afectadas, por eso no puedo estimar las cifras exactas de las personas afectadas con pérdida total.
"Estábamos cortando brechas y de repente el fuego nos alcanzó; el fuego estaba más en las copas de los árboles que en el follaje del suelo, podíamos ver volar por el aire las lenguas de fuego, a unos 500 metros de altura y así fue como le cayó una de estas a la casa, un día antes, alrededor de las 15:30 dos horas".
Y entonces, el resto de los que estaban ahí presentes empezaron a hacer un conteo rápido, una de las casas había sido afectada solamente en la cocina, más dos casas totalmente dañadas que no estaban habitadas, más otra que, a la altura de la "Herradura" —que si estaba habitada— también se había dañado enteramente. Esta última, era habitada por una pareja de la tercera edad y una pareja joven.
A la par, Juan Manuel Hernández describió que las llamas alcanzaron hasta 20 metros de altura, en algunos momentos las llamas eran más altas.
“Me fueron a sacar —mientras se quemaba la casa— porque yo trataba de apagar el fuego; uno de mis sobrinos me dijo que me saliera porque me iba a quemar ahí. Fue imposible hacer algo porque todo el humo era muy espeso, se fue sobre el suelo hacia arriba, ya no se podía ver nada, era como andar en oscuridad, mejor me salí porque ya se había prendido la casa de los dos lados, lo mejor era que se terminara de consumir, al final solamente quedaron cenizas y unos cachitos de lámina, quisiera que apoyo del gobierno de para reconstruir mi casa y recuperar algo de lo que se perdió de la cosecha de maíz y frijol", dijo.
Acompañado de Juan Manuel Hernández, durante un recorrido, de unos 15 minutos a pie, él mismo dimensionó el siniestro: "la mitad del pueblo se quemó", porque las condiciones geográficas donde se ubicó la quema fue en la zona boscosa que lo rodea, según él mismo explicó.
"El fuego nos traía locos, desde que brincó en el camino, cubrió toda esta área y las casas de cartón —o de madera—”, seguía detallando mientras las afectaciones en la zona se hacían visibles.