El llanto de una mujer rompía el mortuorio silencio del cortejo fúnebre, mientras amigos, familiares y allegados aguardaban a la entrada principal de la Iglesia de Santiago Apóstol, en pleno centro histórico de este Pueblo Mágico, en espera de la señal que les indicará que el servicio religioso iba a empezar.
Un ataúd color caoba y otro color tinto desfilaron por la parte central del recinto. El rechinar de las llantas de la base en la que se colocaron ambos féretros contrastaban con los llantos de la mujer que resonaban al interior de la Iglesia, donde no hubo muchos asistentes. "Hay que injusticia", se alcanza escuchar entre los sollozos de la mujer; inesperadamente, la voz del sacerdote oficiante – Héctor Juárez Tapia – rompió la escena y anunció el inicio de la celebración religiosa que tuvo como primera lectura un pasaje del libro de la sabiduría, en el que se habla sobre que el alma de los justos.
En su homilía, el oficiante señaló: "estamos unidos esta experiencia dolorosa para sus familias, pero también para en toda nuestra comunidad; Estamos unidos en la fe porque creemos en la justicia divina, unidos en la esperanza porque sabemos que después de esta vida diezmos ofrece una vida mucho mejor; estamos unidos en el amor programamos la vida, la familia"…
… Estos dos hermanos nuestros, Claudia y Juan Carlos, murieron en cumplimiento de su deber. Dieron la vida en el cumplimiento de su deber, en las circunstancias que les tocó enfrentar, por eso nosotros hoy de los entregamos a Dios, con la confianza de que para descansar en paz por haber cumplido una misión difícil que le costó la vida…
… Que el señor inspire nuevas estrategias en las corporaciones municipales, estatales, federales de cómo enfrentar estos momentos difíciles. Que nuestras autoridades vean o busquen la manera de fortalecer las corporaciones y muchas cosas que se necesitan para tener mayor seguridad; nosotros los ciudadanos hagamos lo propio cuidándonos, buscando ser buenas personas, buenos ciudadanos, buenos hijos de Dios". Señaló que los agresores pueden terminar muy mal, porque eligieron el camino equivocado.
Después de la celebración religiosa, enfrente, en plena plaza cívica, las fotografías de los oficiales caídos indicaban el lugar donde se colocarían los féretros, que fueron cubiertos con la bandera mexicana. Una guardia de uniformados vestidos de gala montó la primera guardia. El llanto de la mujer se escuchó con mayor intensidad. Se hizo lectura de sus logros profesionales más importantes. De Claudia, se destacó que se unió los cuerpos de policía porque quería dejar un mundo mejor a su hijo, de cinco años.
En su discurso, el presidente municipal, Lorenzo Rivera Nava, señaló: "hay muchas palabras que podían definir a Juan Carlos y Claudia, sin embargo, las más apropiadas serían valentía y lealtad… Esta mañana reconocemos a dos ciudadanos, a dos amigos, a dos hijos, a dos padres de familia, pero, sobre todo, a dos grandes policías que con grandes aspiraciones y con una excelente trayectoria, siempre dieron lo mejor de sí para servir a nuestra población…
… Hoy es un día triste para Chignahuapan porque les pediremos a un hombre y a una mujer que portaban su uniforme con enorme orgullo… recuerdo a Juan Carlos como un hombre entregado, disciplinado, siempre preocupado por su familia y por Chignahuapan y, por supuesto, a Claudia, una joven comprometida y entregada al servicio de nuestra policía municipal… a las familias, a los seres queridos, les reitero nuestro respaldo y nuestro compromiso de apoyo, sobre todo para los pequeños que tanto Juan Carlos como Claudia dejaron, desde cabildo esta de los promoviendo un apoyo económico permanente para ellos…
… No hay palabras para agradecer este heroísmo, esta entrega y compromiso para Chignahuapan; sepan que como chignahuapense los recordaremos siempre que son héroes y que sus nombres quedarán recordados con honor y con gloria…
… Desde aquí aquí, pedir al señor Gobernador del Estado, a la fiscalía del Estado y a todas las instituciones locales y federales que trabajemos en conjunto para que se haga justicia", finalizó. Después, las tocatas de honor que, eventualmente, eran suspendidas por el grito lastimero de su madre que decía: "hay mi Juan, mi Juan Carlos; hay mi hijo".