En San Juan Ocotepec existen al menos tres batallas en relación a la actividad del Popocatépetl: “siempre pasamos olvidados, desde las autoridades hasta los medios de comunicación, sobre el riesgo para nuestra gente. Todo mundo habla de San Pedro Benito Juárez, pero nosotros estamos a una calle... ¡sí, a una calle de esa comunidad! Y nadie se preocupa por nosotros”.
Dos: “los jóvenes millennials, el segundo grupo más grande e influyente aquí, ya está convencido de las viejas y simbólicas historias de los abuelos: no pasará nada. Y cuando hablan de simulacros, sueltan risas. Participan, pero creen en la fantasía de la salvación divina. Es más: por decisión de ellos y los padres de familia, en caso de una contingencia, los chicos de la secundaria tomarán rumbo solos. Hacia casa y a sitios de seguridad”.
Y tres: “los maestros rurales de Ocotepec siguen enojados con la Secretaría de Educación Pública (SEP) estatal, o con quien es hasta el momento incapaz de pagarles la cuota extra de su salario por trabajar en esa zona de alta tensión y ansiedad por momentos”.
El anterior es el panorama en donde este miércoles muy temprano la Dirección local de Protección Civil llegó para sostener, primero, una breve charla con los representantes del pueblo, los profesores, los padres de familia y los alumnos. Y después consolidar un simulacro bajo el escenario de caída de ceniza y temblores por Don Goyo.
DE FRENTE
El alto edificio amarillo de la presidencia auxiliar de San Juan Ocotepec, levantado casi dentro de la propiedad de la iglesia, permite mirarlo de frente desde el barandal. Cara a cara. Y luce espectacular, frondoso, hasta dilatado, gordo pues. Es el Popocatépetl. “Aquel capaz de sonar como un viejo y pesado camión cargado de piedras intentando treparse a una cuesta muy empinada”, describió un maestro.
En sus faldas, en sus pies está San Juan Ocotepec. Un pueblo antiguo de Atlixco con más de 6 mil habitantes. La mayoría campesinos y mujeres. La migración se hizo cargo de los hombres.
Uno de los símbolos de la relación ancestral entre los lugareños y el coloso es la antigua cruz apostada, cual espada en la piedra, sobre una especie de altar. Ese signo católico muestra su cara hacia el cráter. Y es sostenida por una figura muy similar a un corazón y a volcán.
LA CITA
Son las 9:30 de la mañana y un grupo importante de pobladores, incluidos maestros, ya ocupa una silla o un lugar en el patio de la escuela primaria Justo Sierra.
Es para escuchar a Eduardo Laurents, coordinador Operativo de Protección Civil local. Es un cónclave corto. Preguntas y dudas sobre Don Goyo.
“¿Saben, en un momento determinado, hacia dónde dirigirse en caso de una contingencia volcánica? Y la respuesta es unísona: tenemos dos puestos de concentración: la presidencia auxiliar y la calle José María Morelos para subirnos a los camiones”, repiten.
Los chicos tímidos para el micrófono de la secundaria y el bachillerato escuchan incrédulos y entre bromas. “Viven con la idea de los padres y abuelos: todo bajo control”, lamentó un espantado educador.
Un repaso a los planes familiares y la queja de Raúl Luna, director de la Telesecundaria: “No pueden olvidarse de nosotros. ¡Estamos a una calle de San Pedro Benito Juárez! San Juan sí existe”, reprochó. Y la denuncia no sólo fue para las autoridades estatales y locales, también para la SEP: “ellos prometieron dinero extra a quienes viajamos todos los días a lugares como éstos. Y seguimos esperando”.
Los regidores auxiliares presentes pidieron dos cosas: “remarcar nuestros puntos de reunión y obtener cubrebocas”. Después y finalmente el simulacro: en 1 minuto y 50 segundos los estudiantes de la primaria llegaron a su punto de reunión para esperar a sus padres quienes tienen hasta 90 minutos para acudir.
Los alumnos más grandes son responsables de brigadas de auxilio improvisando camillas y trabajando coordinadamente con dos profesores.
Al final todo regresó a la normalidad. Los chavos de la secundaria a seguirse riendo y los pequeños de primer año, a bailar música mexicana con el Popocatépetl como espectador, o de plano a dibujar al coloso en plena euforia.