/ viernes 28 de julio de 2017

Resisten al tiempo, son el último eslabón de los cecineros de Atlixco

ATLIXCO, Pue.- Con la Feria de la Cecina, más de 25 familiasdedicadas a esta actividad esperan vender entre 50  y 90 kilos decarne durante los tres últimos días de este mes de julio.

Los ingresos económicos de este evento serán un verdaderoempujón para el negocio en la segunda parte del año, sobre todoporque las ventas en los últimos tiempos descendieron más del 45por ciento.

Probablemente dicho panorama obligó a los Ríos Velázquez, unade esas 25 familias, a no continuar con la tradición de más de120 años.

En efecto, Soledad y Teresa Ríos Velázquez, junto a su hermanoArmando, atenderán el llamado anual. Pero detrás de ese puesto,ese mandil y cofia blancos; de esos cuchillos y esas piezas dececina, probablemente está el último eslabón de una de lasmuchas cadenas capaces de soportar este negocio.

Hasta seis son las familias del linaje dorado en la producciónde cecina en Atlixco: los Otero, los Jiménez, los Parra, losCarranza y los Ríos.

LA ALCURNIA

A finales del siglo pasado, Ezequiel y Antonio Ríos ya habíanlogrado colocarse como uno de los referentes en la generación dececina en Atlixco.

Durante más de 30 años forjaron, con jornadas diarias de másde diez horas, un respeto y una escuela de tablajeros.

Ventas semanales de más de 250 kilos de cecina en el entoncesincipiente mercado Benito Juárez, la adquisición de tres puestosy la aceptación de la mayoría de los negocios gastronómicosfueron la mesa puesta para la segunda generación de cecineros.

Uno de los herederos, Sadot Ríos -cabeza de la familia RíosVelázquez al casarse con Josefina-, en la década de los 70, aldividirse el patrimonio y la tradición de los padres, tomó surumbo.

Junto a sus nueve hijos, marcó la pauta hasta mediados de los90. No al mismo ritmo. No con las mismas ganancias. Pero sí con unnegocio próspero.

Murió Sadot, y seis de hijos intentaron por más de dosdécadas hacer sobrevivir la producción de carne. Y este viernesnada más tres, la mitad de quienes comenzaron, recibirán a losclientes en la feria de la cecinas.

Teresa, Soledad y Armando son, sin duda, el último eslabón.Los más de diez nietos de Sadot y Josefina (profesionistas,comerciantes y hasta migrantes) dejarán el proceso.

Nadie aprendió. Y así se escapa más de un siglo de vivir,oler y vender cecina.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/07/CECINA-ATLIXCO2.jpg

ATLIXCO, Pue.- Con la Feria de la Cecina, más de 25 familiasdedicadas a esta actividad esperan vender entre 50  y 90 kilos decarne durante los tres últimos días de este mes de julio.

Los ingresos económicos de este evento serán un verdaderoempujón para el negocio en la segunda parte del año, sobre todoporque las ventas en los últimos tiempos descendieron más del 45por ciento.

Probablemente dicho panorama obligó a los Ríos Velázquez, unade esas 25 familias, a no continuar con la tradición de más de120 años.

En efecto, Soledad y Teresa Ríos Velázquez, junto a su hermanoArmando, atenderán el llamado anual. Pero detrás de ese puesto,ese mandil y cofia blancos; de esos cuchillos y esas piezas dececina, probablemente está el último eslabón de una de lasmuchas cadenas capaces de soportar este negocio.

Hasta seis son las familias del linaje dorado en la producciónde cecina en Atlixco: los Otero, los Jiménez, los Parra, losCarranza y los Ríos.

LA ALCURNIA

A finales del siglo pasado, Ezequiel y Antonio Ríos ya habíanlogrado colocarse como uno de los referentes en la generación dececina en Atlixco.

Durante más de 30 años forjaron, con jornadas diarias de másde diez horas, un respeto y una escuela de tablajeros.

Ventas semanales de más de 250 kilos de cecina en el entoncesincipiente mercado Benito Juárez, la adquisición de tres puestosy la aceptación de la mayoría de los negocios gastronómicosfueron la mesa puesta para la segunda generación de cecineros.

Uno de los herederos, Sadot Ríos -cabeza de la familia RíosVelázquez al casarse con Josefina-, en la década de los 70, aldividirse el patrimonio y la tradición de los padres, tomó surumbo.

Junto a sus nueve hijos, marcó la pauta hasta mediados de los90. No al mismo ritmo. No con las mismas ganancias. Pero sí con unnegocio próspero.

Murió Sadot, y seis de hijos intentaron por más de dosdécadas hacer sobrevivir la producción de carne. Y este viernesnada más tres, la mitad de quienes comenzaron, recibirán a losclientes en la feria de la cecinas.

Teresa, Soledad y Armando son, sin duda, el último eslabón.Los más de diez nietos de Sadot y Josefina (profesionistas,comerciantes y hasta migrantes) dejarán el proceso.

Nadie aprendió. Y así se escapa más de un siglo de vivir,oler y vender cecina.

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