El satín, las lentejuelas, shakiras, mosquetones y máscaras llenaron de color la Plaza de Armas en la ciudad de Huejotzingo, pues este 26 de febrero dio inicio la edición 154 del carnaval de Huejotzingo.
Después de que el año pasado la festividad se realizó a puerta cerrada y con un número limitado de asistentes debido a la pandemia por Covid-19, este 2022 cientos de personas locales, nacionales y extranjeros (algunos portando cubrebocas), vibraron al compás de la tambora y el tronar de los mosquetones.
Turcos, indios, zacapoaxtlas, zuavos, serranos, zapadores y señoríos, de diversas edades, danzaron y portaron con honor cada uno de sus atuendos, y es que cada uno de ellos representa un hecho importante en la historia.
Prueba de ello son Alejandro y Eduardo Romero, padre e hijo, quienes se dicen fieles representantes de esta festividad desde hace 10 años: “En Huejotzingo se nace bailando, se trae en la sangre; es una emoción y satisfacción poder participar como danzantes, ya hacía falta celebrar en grande”, dijo el padre con atuendo de zapador.
A lo largo del recorrido, con duración de al menos tres horas, los espectadores se contagiaban de alegría, emoción, orgullo y adrenalina cada que los mosquetones tronaban, por lo que acompañaban a los danzantes con bailes, silbidos y aplausos.
Los miedos a pesar del peligro por la pólvora combinado con el alcohol no tenían cabida en el carnaval, pese aunque el Cabildo de Huejotzingo aprobó Ley Seca desde el 26 de febrero hasta el 1 de marzo, con la finalidad de disminuir los enfrentamientos, esta fue letra muerta, ya que a lo largo del zócalo, la venta de alcohol proliferó, pues letreros de “se vende cerveza, micheladas y pulque” se veían en cada esquina.
Mientras que para cumplir con las medidas de sanidad ante la vigente crisis sanitaria por coronavirus, el Ayuntamiento se limitó a colocar dos tinacos de agua que fungían como lavamanos, además de que la mayoría de los espectador portaba de forma errónea su cubrebocas y la distancia no existió.
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La verbena popular no pudo faltar en la plaza, donde se instalaron diversos puestos con algunos de los más importantes platillos de la comida poblana, así como un corredor artesanal donde los productores locales pusieron a la venta sus más lindas y asombrosas creaciones.
La celebración nació después de la Batalla del 5 de Mayo y, con el paso de los años, la tradición de los huejotzincas se mantiene para celebrar la herencia cultural con orgullo.