/ miércoles 5 de junio de 2024

Sapo del Pochote, un vestigio de hace 2 mil 500 años en San Felipe Otlaltepec

Esta piedra prehispánica estará a la vista de todo el público de manera definitiva, mientras en asamblea del pueblo no se decida otra cosa

Tepexi de Rodríguez, Pue. La junta auxiliar de San Felipe Otlaltepec cuenta con una piedra esculpida en forma de un sapo gigante, que data de alrededor de 2 mil 500 años, la cual será exhibida de manera fija en los portales de la presidencia, donde pedirán a través de un ritual que lleguen las lluvias, como eran las creencias de los antepasados.

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De acuerdo con Silvano Hernández, vecino de esta comunidad, se comenta entre las personas mayores que los antepasados realizaban rituales en el Tétele del Pochote (montículo de tierra) y alrededor había árboles conocidos como pochote. Ofrecían ofrendas al sapo para pedir y agradecer por las lluvias que beneficiaban los cultivos, ya que la creencia es que con el sonido que emite este animal atrae el agua.



Sin embargo, ante los rumores de que vecinos de otra comunidad podrían robarse esta piedra considerada como sagrada, varias personas en 1979 decidieron trasladar esta pieza al jardín del centro de salud.

Por su parte, Justiniano Domínguez, encargado de la casa de cultura de esta localidad, reafirmó lo anterior y explicó que en 2018, cuando se iba a realizar la demolición de la clínica para la construcción del nuevo inmueble, la autoridad del pueblo solicitó que esta pieza fuera resguardada en la casa de cultura. Sin embargo, dijo que recientemente, a petición de algunas personas, se ha solicitado que ahora la piedra sea cambiada de lugar para ser exhibida de manera permanente.

Se tiene previsto que para este sábado 1 de junio la piedra del sapo sea trasladada en una base que previamente se realizó, para colocarla frente a los portales de la segunda planta de la presidencia de Otlaltepec.

Esta piedra prehispánica estará a la vista de todo el público de manera definitiva, mientras en asamblea del pueblo no se decida otra cosa.

Desde la época prehispánica, los sapos y las ranas han sido asociados con el agua en las distintas sociedades de México. Están presentes en pinturas murales, en vasijas con esas formas, en esculturas o en relatos relacionados con la lluvia o con los ríos.

Los vecinos esperan que regresen las lluvias con esta escultura. Foto: Cortesía: San Felipe Otlaltepec

Similitudes con Cacaxtla

De acuerdo con los historiadores, Xochitecatl-Cacaxtla fue una sociedad que se desarrolló en el valle de Puebla-Tlaxcala, que tuvo su auge entre los años 300 a. C. y 900 d. C. Probablemente fue habitada por gente perteneciente al tronco lingüístico otomangue, los antecesores de los actuales otomíes, mixtecos, mazatecos y popolocas, entre otros.


Varios elementos estudiados de Xochitecatl, como las ofrendas rituales, los entierros, las figurillas y elementos arqueoastronómicos, concuerdan en la concepción de un centro ceremonial orientado hacia un culto a la fertilidad y a la propiciación de la lluvia. Durante las excavaciones para recuperar y conservar la zona arqueológica de Xochitecatl, en el templo principal fue hallado un sapo labrado en piedra, muy parecido al Sapo del Pochote de San Felipe Otlaltepec, que también fue encontrado en un centro ceremonial conocido en la región como “tetele”.

En Cacaxtla, los olmecas-xicalancas dejaron plasmadas en sus paredes pinturas de excelente calidad representando batallas, rituales y escenas agrícolas. En uno de sus murales se aprecia la figura de un sapo junto a unas cañas de maíz en plena producción.

En la Ciudad de México, en el centro ceremonial de la antigua Tenochtitlan, se hallan un par de esculturas de piedra con forma de ranas, muy probablemente también relacionadas con rituales de agradecimiento y de propiciación de la lluvia. En los museos contemporáneos de México se pueden apreciar piezas de distintas procedencias y de diversos materiales con figuras de reptiles y de anfibios, es decir, animales acuáticos relacionados con el culto al agua.

Además, en la tradición oral de los distintos pueblos herederos de las culturas ancestrales, se cuenta que el sapo es quien lleva agua a los pueblos. Por ejemplo, en la historia de Tamazulapan, Oaxaca, cuyo nombre quiere decir “En el río del sapo”, se dice que el sapo fue en busca de agua. La intención era llevarla a Coixtlahuaca, pero se la llevó a Tamazulapan.


Otros relatos populares dicen que los sapos fueron los elegidos para ir a buscar la lluvia y con sus cantos la llevaron hasta los campos de cultivo, misión que ningún otro animal pudo cumplir.

En la cultura ngiwa (popolocas de Puebla), cuyo entorno es mayoritariamente semiárido, la lluvia es un elemento vital para la sobrevivencia de plantas, animales y el mismo ser humano. Así pues, el culto a la lluvia ha ocupado un lugar importante en nuestra cultura. Incluso hoy día, cuando la lluvia es escasa o tarda en llegar a la región, la gente sube a los cerros a pedir que no falte el líquido precioso.

Cuando es temporada de lluvia, todas las noches se oye por doquier el silbido o el canto de los sapitos. Al respecto, la gente dice: “Va a seguir lloviendo. Los sapos están cantando porque piden más lluvia, no quieren que deje de llover”. Otros dicen: “Cantan porque están contentos, agradecen que haya lluvia.”

Así debieron haber pensado nuestros antepasados en aquellos tiempos cuando esculpieron la figura de un sapo, ahora conocido como “El Sapito del Pochote”, que colocaron en un centro ceremonial como homenaje a este animalito y como una forma de agradecer la temporada de lluvia y pedir que nunca falte el agua en los campos de cultivo.

La escultura del Sapito fue hallada en un paraje conocido como Tetele del Pochote, donde hace aproximadamente 2 mil 500 años se ubicaba un centro urbano de los antiguos popolocas, según las recientes investigaciones arqueológicas del lugar.

En el año de 1979, por iniciativa de las autoridades locales, se trasladó la escultura del Sapito al centro del pueblo, colocándola en el patio de la Clínica de Salud del IMSS, donde permaneció hasta 2018. Ahora, debido a la demolición del edificio de la Clínica, la escultura del Sapito del Pochote y 12 piezas arqueológicas más fueron trasladadas a la Casa de Cultura de San Felipe, un digno lugar para su resguardo, custodia, conservación y para conocer a través de ellas nuestro pasado histórico.

Con respecto al texto “El Sapito del Pochote, de San Felipe Otlaltepec”, fue escrito por el etnohistoriador Gabriel García Morales y Fausto Aguilar Domínguez, investigador y promotor cultural, ambos originarios de esta misma localidad de San Felipe.


Tepexi de Rodríguez, Pue. La junta auxiliar de San Felipe Otlaltepec cuenta con una piedra esculpida en forma de un sapo gigante, que data de alrededor de 2 mil 500 años, la cual será exhibida de manera fija en los portales de la presidencia, donde pedirán a través de un ritual que lleguen las lluvias, como eran las creencias de los antepasados.

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De acuerdo con Silvano Hernández, vecino de esta comunidad, se comenta entre las personas mayores que los antepasados realizaban rituales en el Tétele del Pochote (montículo de tierra) y alrededor había árboles conocidos como pochote. Ofrecían ofrendas al sapo para pedir y agradecer por las lluvias que beneficiaban los cultivos, ya que la creencia es que con el sonido que emite este animal atrae el agua.



Sin embargo, ante los rumores de que vecinos de otra comunidad podrían robarse esta piedra considerada como sagrada, varias personas en 1979 decidieron trasladar esta pieza al jardín del centro de salud.

Por su parte, Justiniano Domínguez, encargado de la casa de cultura de esta localidad, reafirmó lo anterior y explicó que en 2018, cuando se iba a realizar la demolición de la clínica para la construcción del nuevo inmueble, la autoridad del pueblo solicitó que esta pieza fuera resguardada en la casa de cultura. Sin embargo, dijo que recientemente, a petición de algunas personas, se ha solicitado que ahora la piedra sea cambiada de lugar para ser exhibida de manera permanente.

Se tiene previsto que para este sábado 1 de junio la piedra del sapo sea trasladada en una base que previamente se realizó, para colocarla frente a los portales de la segunda planta de la presidencia de Otlaltepec.

Esta piedra prehispánica estará a la vista de todo el público de manera definitiva, mientras en asamblea del pueblo no se decida otra cosa.

Desde la época prehispánica, los sapos y las ranas han sido asociados con el agua en las distintas sociedades de México. Están presentes en pinturas murales, en vasijas con esas formas, en esculturas o en relatos relacionados con la lluvia o con los ríos.

Los vecinos esperan que regresen las lluvias con esta escultura. Foto: Cortesía: San Felipe Otlaltepec

Similitudes con Cacaxtla

De acuerdo con los historiadores, Xochitecatl-Cacaxtla fue una sociedad que se desarrolló en el valle de Puebla-Tlaxcala, que tuvo su auge entre los años 300 a. C. y 900 d. C. Probablemente fue habitada por gente perteneciente al tronco lingüístico otomangue, los antecesores de los actuales otomíes, mixtecos, mazatecos y popolocas, entre otros.


Varios elementos estudiados de Xochitecatl, como las ofrendas rituales, los entierros, las figurillas y elementos arqueoastronómicos, concuerdan en la concepción de un centro ceremonial orientado hacia un culto a la fertilidad y a la propiciación de la lluvia. Durante las excavaciones para recuperar y conservar la zona arqueológica de Xochitecatl, en el templo principal fue hallado un sapo labrado en piedra, muy parecido al Sapo del Pochote de San Felipe Otlaltepec, que también fue encontrado en un centro ceremonial conocido en la región como “tetele”.

En Cacaxtla, los olmecas-xicalancas dejaron plasmadas en sus paredes pinturas de excelente calidad representando batallas, rituales y escenas agrícolas. En uno de sus murales se aprecia la figura de un sapo junto a unas cañas de maíz en plena producción.

En la Ciudad de México, en el centro ceremonial de la antigua Tenochtitlan, se hallan un par de esculturas de piedra con forma de ranas, muy probablemente también relacionadas con rituales de agradecimiento y de propiciación de la lluvia. En los museos contemporáneos de México se pueden apreciar piezas de distintas procedencias y de diversos materiales con figuras de reptiles y de anfibios, es decir, animales acuáticos relacionados con el culto al agua.

Además, en la tradición oral de los distintos pueblos herederos de las culturas ancestrales, se cuenta que el sapo es quien lleva agua a los pueblos. Por ejemplo, en la historia de Tamazulapan, Oaxaca, cuyo nombre quiere decir “En el río del sapo”, se dice que el sapo fue en busca de agua. La intención era llevarla a Coixtlahuaca, pero se la llevó a Tamazulapan.


Otros relatos populares dicen que los sapos fueron los elegidos para ir a buscar la lluvia y con sus cantos la llevaron hasta los campos de cultivo, misión que ningún otro animal pudo cumplir.

En la cultura ngiwa (popolocas de Puebla), cuyo entorno es mayoritariamente semiárido, la lluvia es un elemento vital para la sobrevivencia de plantas, animales y el mismo ser humano. Así pues, el culto a la lluvia ha ocupado un lugar importante en nuestra cultura. Incluso hoy día, cuando la lluvia es escasa o tarda en llegar a la región, la gente sube a los cerros a pedir que no falte el líquido precioso.

Cuando es temporada de lluvia, todas las noches se oye por doquier el silbido o el canto de los sapitos. Al respecto, la gente dice: “Va a seguir lloviendo. Los sapos están cantando porque piden más lluvia, no quieren que deje de llover”. Otros dicen: “Cantan porque están contentos, agradecen que haya lluvia.”

Así debieron haber pensado nuestros antepasados en aquellos tiempos cuando esculpieron la figura de un sapo, ahora conocido como “El Sapito del Pochote”, que colocaron en un centro ceremonial como homenaje a este animalito y como una forma de agradecer la temporada de lluvia y pedir que nunca falte el agua en los campos de cultivo.

La escultura del Sapito fue hallada en un paraje conocido como Tetele del Pochote, donde hace aproximadamente 2 mil 500 años se ubicaba un centro urbano de los antiguos popolocas, según las recientes investigaciones arqueológicas del lugar.

En el año de 1979, por iniciativa de las autoridades locales, se trasladó la escultura del Sapito al centro del pueblo, colocándola en el patio de la Clínica de Salud del IMSS, donde permaneció hasta 2018. Ahora, debido a la demolición del edificio de la Clínica, la escultura del Sapito del Pochote y 12 piezas arqueológicas más fueron trasladadas a la Casa de Cultura de San Felipe, un digno lugar para su resguardo, custodia, conservación y para conocer a través de ellas nuestro pasado histórico.

Con respecto al texto “El Sapito del Pochote, de San Felipe Otlaltepec”, fue escrito por el etnohistoriador Gabriel García Morales y Fausto Aguilar Domínguez, investigador y promotor cultural, ambos originarios de esta misma localidad de San Felipe.


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