En la Mixteca poblana, donde el paisaje apenas tiene algunas pinceladas verdes por la prevalencia de vegetación árida, las poblaciones van normalizando sus actividades, pues los alumnos toman clases en aulas móviles, y algunas familias ya habitan sus nuevas viviendas, construidas por la sociedad civil o por el Gobierno federal.
Sin embargo, en juntas auxiliares como San Juan Pilcaya y El Platanar, todavía hay gente que tiene esperanza de participar en un tercer censo que -dicen- deberían hacer las autoridades, pues sus casas fueron catalogadas con daños parciales, pero las afectaciones les impiden usar sus habitaciones para dormir. Prefieren pernoctar en los gallineros para evitar que otro sismo les quite la oportunidad de vida que les dejó el 19 de septiembre.
San Juan Pilcaya es una junta auxiliar del municipio de Chiautla de Tapia. Se encuentra a 40 kilómetros de donde el Servicio Sismológico Nacional (SSN) detectó el epicentro del sismo de 7.1 grados del 19 de septiembre de 2017, a las 13:14 horas, que es Axochiapan, en el estado de Morelos. Las dos comunidades están a una distancia calculada de 61 minutos, según la aplicación Google Maps.
Pese a la lejanía de ambos lugares, San Juan Pilcaya fue una de las zonas más afectadas de Puebla, pues casas enteras se derrumbaron, que eran construcciones hechas con adobe. Luego del sismo del 19 de septiembre, autoridades se volcaron hacia dicho lugar, pues aunque no hubo muertos (de los 45 que se contabilizaron en Puebla), las familias vieron desmoronarse moradas de sus barrios y colonias.
DUERMEN EN EL GALLINERO
Aunque 2 de las 4 habitaciones de la casa de Soledad Valdepeña Durón fueron catalogadas con daño parcial por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), su esposo Pablo, que se dedica a la construcción, tuvo que empezar desde cero la edificación de los cuartos, pues las paredes habían colapsado totalmente.
En una tarjeta de plástico, el Gobierno federal le entregó 15 mil pesos, que sirvieron para comprar material para sus habitaciones, pero solo para los paredones y no para el colado (o el techo), por lo que ellos deberán pedir prestados otros 10 mil o 15 mil pesos, si es que quieren volver a tener un sitio seguro.
Y es que el Gobierno estatal les prometió que en la tarjeta que recibieron habría otro apoyo por 10 mil pesos, de procedencia local, pero no han visto clara la situación y consideran que no van a tener más ayuda.
Las otras dos habitaciones de la casa también son de adobe, pero tienen algunas cuarteaduras, por lo que Soledad y Pablo solo las utilizan de día, para descansar, alimentarse o ver televisión. Pernoctan en el gallinero, que han adaptado con cobijas en los alrededores. Soledad dice que prefiere eso, a que un sismo “les agarre” por la noche y mueran.
La pareja lleva al menos 30 años habitando en la junta auxiliar. Dicen que tras el sismo, no ha sido lo mismo en la comunidad, pues la gente tiene miedo y cada vez que recuerdan el suceso, algunos lloran y se afligen por la posibilidad de un nuevo movimiento telúrico.
CASAS CON PÉRDIDA TOTAL,
SIN SER TOMADAS EN CUENTA
Apenas el 14 de marzo, las autoridades se trasladaron hasta San Juan Pilcaya para entregar las primeras viviendas. Trabajadores de la construcción, dijeron a este medio que, a la fecha, de las 92 casas catalogadas con “daño total”, se han terminado 30. Las viviendas fueron hechas con paredes de block, mientras el piso y el techo son de placas de polietileno, que van incrustadas con malla. Por el peso del material, es más difícil que en caso de un nuevo sismo, colapsen, dijeron los empleados.
Personas como María Miranda (70 años) y Pedro Martín Barrera (85 años) se encuentran satisfechas porque el gobernador José Antonio Gali Fayad, acudió a entregarles su casa, valuada en 120 mil pesos. Además, se les proporcionó una tarjeta de la Sedatu, en la que se les entregaron recursos por una cantidad igual para complementar las obras de su vivienda, como colocar losa.
Eso por una parte, aunque hay habitantes como doña Victoria Matlala Sánchez, de 81 años de edad, cuyo domicilio está en la Calle Zopilote, número 2. El sismo dejó las paredes de su recámara, con decenas de grietas, mientras el techo se aprecia endeble.
Pese a esos daños, la Sedatu solo valoró su casa con daño parcial, y únicamente le dieron 15 mil pesos, con los que ha comprado material de construcción, que se encuentra arrumbado en su patio, pues carece de mayores recursos para hacer obras. Ella reclama que la autoridad no haya juzgado bien los daños de su casa, pues dice que ha consultado a diferentes trabajadores de la construcción y a un arquitecto, que le han dicho que una parte del domicilio, podría colapsar con otro sismo.
De hecho, señala que un sismo del pasado 16 de febrero (de 5.9 grados), provocó caída de material en su casa, situada en la colonia Candelaria.
Por ahora, la señora duerme en un cuarto improvisado, cubierto con lámina y al aire libre. Su familia le agregó unas cobijas, para hacer la función de cortinas, para que no tenga acceso al polvo. Ella espera que en “el temporal” de lluvias, la autoridad ya haya volteado a ver su situación. Tiene miedo de dormir en su casa, que es de adobe y quedó totalmente cuarteado.
Gloria Sosa es hija de la señora Victoria. Vive con seis niños en una habitación de adobe, en calle Zopilote número 1. Su casa, ni siquiera fue evaluada por los gobiernos federal, estatal y local, aunque reclama que también sufrió afectaciones. Es de troncos con adobe. Ella labora en el campo y en un taxi y, junto con su madre, esperan que sea posible un tercer censo de las viviendas, para ser favorecidas con alguna ayuda.