Dedicarse a la enfermería requiere pasión, entrega y dedicación, pero la valentía también ha sido un punto fundamental en esta profesión tras la llegada de la pandemia. El cuerpo de enfermería ha dedicado horas extras, se ha aislado de su familia e incluso han arriesgado su propia vida para hacer frente a la contingencia sanitaria y salvar a sus pacientes.
En el marco del Día Internacional de la Enfermería, que se conmemora cada 12 de mayo, enfermeros comparten de viva voz los riesgos que han enfrentado. Incluso, algunos de ellos han estado a punto de perder la vida en el cumplimiento de sus deberes y, a pesar de ello, decidieron regresar a la zona de batalla para enfrentar con valor este virus mortal.
Ejemplo de ello es Víctor Mendoza López. Desde hace 20 años entregó su vida a la enfermería y, desde hace cinco, trabaja en el Hospital de Traumatología y Ortopedia de la Secretaría de Salud. El año pasado estuvo al borde de la muerte. Durante mes y medio permaneció intubado, sus pulmones quedaron sensibles y aun así decidió regresar a la unidad para hacer lo que ama: salvar vidas.
Recuerda que al inicio de la contingencia recibía de cinco a ocho pacientes positivos al virus, pero la carga de trabajo se intensificó conforme pasaban los días. Como era de imaginarlo, Víctor se contagió de manera grave, hecho que requirió de su hospitalización.
“Pasé a terapia intensiva, me intubaron y me indujeron a un coma por mes y medio. En ese tiempo no estuve consciente de lo que sucedía y cuando desperté, vi mi cuerpo demacrado y con heridas, a pesar de eso, yo no pensé en renunciar. Enfermería ha sido parte de mi vida y nunca -hasta que sea viejito- dejaré de ser enfermero. Esta es mi pasión y seguiré atendiendo a las personas”, compartió con un profundo suspiro tras recordar el delicado momento que le tocó vivir.
Estar de vuelta con su familia es algo que describe como una nueva oportunidad de vida, y aunque la Covid le dejó secuelas físicas y psicológicas, no piensa dejar de lado su profesión. “Sé que Dios me dejó por algo y tengo que superar estas lesiones que me quedaron para seguir adelante con la sociedad y con mi familia. En mi caso, tuve la necesidad de un psicólogo para enfrentar mi realidad, porque ya estaba en decadencia. Gracias a mi psicóloga salí adelante, porque esta enfermedad deja muchas secuelas físicas: mis pulmones no están al cien, tengo hipertensión y ansiedad”, mencionó.
Recordar que estuvo a punto de no ver crecer a su bebé de tan solo un mes de nacido, fue lo que más lo sensibilizó. Es por ello que, reflexivo de las historias que cada uno de sus colegas pueda tener, reconoce la labor de quienes trabajan en las unidades de alto riesgo.
“El personal de la Salud es un equipo que todos los días está partiéndose el alma (…) Somos el corazón de todo esto. Nos estamos entregando al servicio de la comunidad. Con la llegada de la pandemia yo tuve que dejar a mi esposa y a mis hijos para dedicarme de lleno a enfrentar la Covid, y ahora, estoy agradecido con la vida, con Dios y con mi familia por estar vivo, y para mí esto es lo más importante”, compartió.
La enfermería ha sido parte de mi vida y nunca -hasta que sea viejito- dejaré de ser enfermero. Esta es mi pasión y seguiré atendiendo a las personasVíctor Mendoza López, enfermero
“SOY ENFERMERA, PERO TAMBIÉN FUI PACIENTE”
Dalia Suárez tiene 43 años y desde hace 25 se dedica a esta profesión. Hace ocho años empezó a laborar en el Hospital General de Cholula sin imaginarse que un día estaría luchando contra un virus tan mortal como la Covid.
Su ímpetu y arrojo la mantuvo fuerte en cada jornada laboral, no obstante, pese a los cuidados que tenía dentro y fuera del área laboral, el contagio fue inminente, provocando su hospitalización al grado de estar en terapia intensiva.
“Fui la única de las compañeras que se puso grave: estuve en terapia intensiva. De hecho, ninguna colega ha estado internada y era algo que no me esperaba. Cuando me dieron la noticia pensé que me aislarían en mi casa, pero en mi caso no fue así. Me tomaron una tomografía y me dijeron que me quedaría internada. Fue una experiencia muy desagradable, porque ya conoces todas las consecuencias”, comparte.
Por su mente pasó el hecho de que podría perder la batalla contra la enfermedad, pues semanas anteriores, había sido testigo de algunos fallecimientos. “El hospital es cien por ciento Covid y desafortunadamente tenemos perdidas. Lo primero que pasó por mi mente es que no iba a salir, pero hay algo que yo siempre le digo a mis pacientes ´hay tres cosas importantes, los medicamentos, el comer y la mano de Dios, y yo, me puse en sus manos”.
Ser una paciente Covid fue doloroso, pero a la par, la hizo sentirse orgullosa del personal que labora en el nosocomio, a quienes describió como un equipo extraordinario. “Solo tengo palabras de agradecimiento. Yo soy enfermera, pero me tocó ser paciente, y bendito Dios sentí la organización del equipo. Eso fue lo que me impulsó para ser dada de alta”, destacó.
Dalia también ha sido la inspiración para sus hijos, pues tres de ellos decidieron seguir sus pasos en esta misma profesión, incluso, uno de ellos labora en el mismo nosocomio y fue él quien tuvo que velar por la recuperación de su madre.
“El mayor de mis hijos trabaja en el Hospital General de Cholula. Él estuvo conmigo en terapia intensiva como enfermero y como hijo. Fue algo muy sorprendente el tener que afrontar todo esto, y no fue nada fácil, porque prácticamente él fue el responsable”, compartió.
El mayor de mis hijos trabaja en el Hospital General de Cholula. Él estuvo conmigo en terapia intensiva como enfermero y como hijo. Fue algo muy sorprendente el tener que afrontar todo esto, y no fue nada fácil, porque prácticamente él fue el responsableDelia Suárez, enfermera
“TUVE MIEDO DE FALLECER Y DEJAR A MIS HIJOS SOLOS”
Sonia Huixtlacatl Vargas, labora desde hace un año en el área Covid del Hospital de La Margarita. Fuera de la unidad es esposa, madre, hija y amiga, sin embargo, su mayor preocupación era dejar a sus pequeños hijos desamparados a causa del virus.
Recuerda que desde su infancia, Sonia tuvo la inquietud de ser enfermera y años más tarde se cumplió su sueño, el cual, vino acompañado de una gran responsabilidad que se acentuó con la pandemia. “Cuando me dijeron que estaría en área Covid tuve miedo, principalmente por el riesgo de infectarme, fallecer y dejar a mis hijos solos. Fue muy difícil porque no sabíamos el alcance de todo esto. Todos estábamos con miedo”, confesó.
Aunque en el hospital los pacientes son su mayor prioridad, como madre de familia, también tenía que velar por la seguridad de sus hijos de nueve y seis años de edad, quien reconoció que en su momento pensó que podía perder la vida al estar en un área tan delicada.
“Pensé: al estar en el área Covid me puedo contagiar, puedo perder la vida y ¿qué va a pasar con mi familia?, eres el sostén de una casa. En un hospital, te pueden sustituir, pero en tu casa no, eres irremplazable, ¿cómo le dices a un niño de seis años que ya no va a tener mamá?, y justo esa parte fue la que me movió para cuidarme el doble y evitar infectarme o reinfectarme”.
Pese a que la enfermedad la alcanzó, esto no fue motivo para detenerla en la lucha. “Lo que te mueve es el seguir ayudando a los pacientes, que se puedan comunicar con sus familiares y que no se sienta abandonados. Los pacientes fallecen solos y muchas veces es tu mano la única que los puede sostener”.
Y es que la pandemia provocó que los pacientes no puedan despedirse de su familia, hecho que la ha marcado profesionalmente y ha puesto a prueba sus emociones. “Este ha sido uno de los virus más feos y el más doloroso que hemos visto (…) por eso es el llamado a las personas para que se cuiden y nos apoyen en esta lucha”.
En un hospital, te pueden sustituir, pero en tu casa no, eres irremplazable, ¿cómo le dices a un niño de seis años que ya no va a tener mamá?, y justo esa parte fue la que me movió para cuidarme el doble y evitar infectarme o reinfectarmeSonia Huixtlacatl Vargas, enfermera
“ES DOLOROSO PERDER A COMPAÑEROS EN LA BATALLA”
A sus 27 años, Juan Carlos Tehuitecta Damián, enfermero de la Clínica 2 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), hace frente a esta contingencia sanitaria con su templanza y profesionalismo para ayudar a los pacientes que son víctimas de la Covid.
El originario del municipio Zacapoaxtla, recuerda que fue en la clínica rural de esta demarcación donde empezó a desarrollarse como enfermero, y aunque su objetivo era aportar sus conocimientos en una unidad de la capital, jamás se imaginó el reto que se le presentaría.
“Me tocó ingresar en medio de la contingencia y lo primero que pensé fue gracias, porque fue una puerta que se me abrió para poder trabajar y, en segundo lugar, también fue un sentimiento de miedo, porque el riesgo que aún sigue latente”, compartió.
Reconoce que durante este tiempo ha tenido que enfrentar momentos emotivos con sus pacientes, en especial con personas de la tercera edad quienes sienten gran alivio de poder comunicarse con sus familiares a través de una llamada.
En contraste, Juan Carlos también ha tenido que vivir momentos sensibles, como la pérdida de colegas que dieron todo para salvar a los pacientes. “Es triste perder a nuestros colegas. Yo tenía compañeros que hoy ya no están con nosotros y, lo que yo le diría a sus familiares es gracias por tener a excelentes personas que arriesgaron su vida por la de otras personas”.
Y es que a decir del enfermero, esta profesión requiere vocación, humildad, paciencia, respeto y mucho amor por lo que se hace, principalmente ante este contexto de pandemia, porque si bien, el cansancio físico y mental empieza a causar estragos, su compromiso con la ciudadanía los motiva a seguir adelante.
“En el instituto estamos dando todo para servir a la gente. Todos los enfermeros y enfermeras nos sentimos orgullosos de pertenecer a esta área médica. Estamos dando una gran lucha y lo vamos a seguir haciendo, porque esto es amor a la profesión, a los pacientes y porque queremos que todos estén bien. Estoy seguro que todos vamos salir adelante”, finalizó.
Me tocó ingresar en medio de la contingencia y lo primero que pensé fue gracias, porque fue una puerta que se me abrió para poder trabajar y, en segundo lugar, también fue un sentimiento de miedo, porque el riesgo que aún sigue latenteJuan Carlos Tehuitecta, enfermero