[Video] Huyen de Chichiquila para no morir de hambre

En una comunidad regida por usos y costumbres en la que todavía se indica qué hacen las mujeres y qué los hombres, la pobreza es lo más normal

Karen Meza

  · miércoles 9 de enero de 2019

Foto: Julio César Martínez

La falta de empleos originó la pobreza y, en consecuencia, en San Mateo Chichiquila las mujeres se quedaron sin esposo e hijos; los niños, sin padres o hermanos. En la comunidad de Guadalupe, para no morir de hambre, los varones tienen que migrar temporalmente a la Ciudad de México para ser albañiles; algunos ya ni regresan.

Las dos hijas de María del Rosario Zacatlán Reyes tienen meses sin ver a su padre. Hace más de 90 días que salió en un autobús local (que cobra 250 pesos) a la capital del país para ayudar en los trabajos de una obra.

“Aquí no hay empleo. Mi esposo es el único que trabaja y cuando está aquí se trabaja en el campo; cuando se va a México va a ayudar en las obras. Yo aquí me quedo a ver a las niñas; a ver la siembra del maíz, que es para que salga para nuestras tortillas”, afirma la madre que solo pudo terminar la primaria porque sus padres no tenían los recursos.

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Foto: Julio César Martínez


En la comunidad que apenas cuenta con cuatro calles pavimentadas, los estereotipos están muy marcados: los hombres son el sostén de la casa y las mujeres tienen que cuidar a los hijos, aunque ello no las exime de ayudar a labrar la tierra para cultivar café, maíz y papa, los cuales, en su mayoría, son para alimentarse.

Para llegar a Guadalupe, en la que hay más de 100 viviendas, hay un camino desgastado con baches solo en los primeros 15 minutos de la salida de Chichiquila; después, hay un sendero estrecho de terracería que es propenso a cerrarse ante el deslave de cualquier cerro y en el que rondan todo tipo de víboras.

De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en San Mateo Chichiquila el 92.3 por ciento de la población está marginada y 57.1 por ciento de sus habitantes vive en una condición de pobreza extrema. La población supera las 8 mil 809 personas.

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Foto: Julio César Martínez



APOYOS LIMITADOS: ALGUNOS, SOLO A PANISTAS

En Guadalupe, a más de cinco horas de la capital poblana, Candelaria Zacatlán Luna y Rosario Zacatlán Reyes tienen su vivienda de un extremo a otro. Las dos están en condiciones de pobreza, pero los apoyos del Gobierno Federal no llegaron de manera equitativa.

Ambas mujeres coinciden en que esto se debe a un asunto político. En el pasado Gobierno Municipal panista de Alfonso Hernández Montiel solo beneficiaron a los simpatizantes de su grupo político. Vecinos especulan que su familia fue beneficiada con la construcción de cuatro viviendas.

Sin embargo, el ambiente en esas calles polvorientas es desigual. Mientras el gobierno a unas familias les dio piso, vivienda, tinacos, estanques y baños, a otros los limitó con “solo uno” de esos programas. Ahí destaca el caso de Rosario.

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“Yo veo cómo en colonias como El Triunfo sí les llegaron todos los beneficios y a mí me censaron y no me tocó nada. Ahorita en junio volvieron hacerlo y nada. Ya pasaron a tomarle fotos a mi casa”, afirmó.

En esa condición está el resto de los vecinos de Rosario, quien habita en una casa de madera con techo de lámina junto a su madre de la tercera edad y sus dos hijas. Ella no tiene baño y su ducha la hace resguardándose con hojas de aluminio.

Mientras, cuando se enferma, tiene que pagar médicos particulares ya sea en alguna de las comunidades de este municipio o en las zonas cercanas a la entidad veracruzana.

Desde la punta del cerro se ven las diferencias de las viviendas. De madera, pero con el beneficio del piso firme, está la casa de Candelaria.

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“Sí hubo apoyos. A mí me dieron un piso firme, pero no la vivienda. También esta cocina, que solo es para las tortillas”, afirma Candelaria mientras mueve, paciente, sus frijoles, el alimento de todos los días en su vivienda.

La mujer de la tercera edad rompe en llanto cuando recuerda que siempre ha sido pobre y no ha tenido una casa. También solloza por el abandono de uno de sus hijos: “se fue, no sé si a trabajar, pero no ha regresado a visitarme. Cuando me muera yo creo que no se va a enterar”.

Candelaria ya no ve ni oye completamente y atribuye el dolor de su estómago a la angustia de no saber nada de su hijo. Sus nietos, que la acompañan, afirman que está enferma y que carecen de servicio de salud. “En la clínica solo se abre una vez al mes y le faltan medicamentos”, agrega Irma, de 15 años.

Foto: Julio César Martínez


La abuela apoya a la familia para comprar artículos de la comida con los mil 50 pesos que recibe cada dos meses; por día, ese monto representa 17 pesos con 50 centavos. “Yo lo único que pido al nuevo Gobierno es mantener el dinerito para apoyar a mi familia. Ya una vez tuvimos la tele (que entregó la administración federal de Enrique Peña Nieto), pero se descompuso de inmediato”, agrega.

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SUEÑOS ROTOS

Irma, de 15 años, solo pudo terminar la secundaria. Sus padres no tienen dinero para mantener la escuela y su sueño de ser maestra se ha venido abajo.

Por ser la mayor, es la que se encarga de cuidar a sus seis hermanos y a su abuela enferma. También hace la limpieza de dos cuartitos y de las cuatro camas, que son petates sobrepuestos en piedras, donde duermen los 10 miembros de su familia.

En Guadalupe, las aspiraciones de educación se limitan a la secundaria y aunque hay bachillerato en Chichiquila y hasta universidad comunitaria, no se pueden costear los estudios ya que el pasaje a estos sitios, que se efectúan mediante camionetas o autos particulares, cuesta 20 pesos.

“Yo sí quería estudiar, pero mi mamá dijo que era mucho dinero. Son 40 pesos diarios y no los tenemos”, finalizó.

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Foto: Julio César Martínez


MARGINADOS

En la comunidad que apenas cuenta con cuatro calles pavimentadas, los estereotipos están muy marcados: los hombres son el sostén de la casa y las mujeres tienen que cuidar a los hijos, aunque ello no las exime de ayudar a labrar la tierra para cultivar café, maíz y papa, los cuales, en su mayoría, son para alimentarse.

De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en San Mateo Chichiquila el 92.3 por ciento de la población está marginada y 57.1 por ciento de sus habitantes vive en una condición de pobreza extrema. La población supera las 8 mil 809 personas.