Las danzas, color e historia del festival étnico de Tehuacán dieron el inicio formal a la temporada del mole de caderas en la región de la Mixteca poblana, la última que le correspondió inaugurar al gobernador, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien la víspera del cambio de gobierno municipal agradeció al edil Pedro Tepole Hernández por su apoyo y deseó éxito al edil electo, Alejandro Barroso Chávez.
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Teniendo como sede la Hacienda Doña Carlota, en Tehuacán, el mandatario poblano, miembros del gabinete estatal; la presidenta del Tribunal Superior de Justicia del Estado, María Belinda Aguilar Díaz; la rectora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Lilia Cedillo Ramírez, diputados locales y representantes del sector empresarial participaron de la tradición cultural y gastronómica.
Al iniciar su discurso, el gobernador agradeció a Tepole por el trabajo que realizó en el municipio le dijo que serán los ciudadanos quienes reconocerán los avances en su gestión, a la par le deseó éxito a Barroso, a quien le mencionó que la unidad es uno de los principales objetivos a alcanzar de todo gobernante y él podrá hacerlo de la mano del próximo gobernador, Alejandro Armenta, a quien el próximo año le corresponderá iniciar el festival “y el baile”.
El titular del Ejecutivo enfatizó que el mole de caderas es “una de las joyas más preciadas de nuestra cocina”, ya que es reflejo de la historia y de la herencia de muchas generaciones y un platillo que representa la riqueza cultural del estado.
Es un platillo que nos pone en el ojo y en el centro del país, porque miles de personas de diferentes lugares vienen a Tehuacán para poder degustar este platillo y desde el 18 de octubre del año pasado ya es patrimonio cultural intangible por los valores que representa acentuó.
Sergio Salomón conminó a que las tradiciones sigan siendo motivo de reunión familiar, ya que es en los hogares poblanos en donde se rescatan y realizan las recetas, lo que al final incide en la preservación de la identidad.
La titular de la Secretaría de Turismo, Martha Ornelas Guerrero, refirió que a más de 200 años de esta tradición culinaria, en esta temporada se estima alcanzar el sacrificio de 100 mil cabezas de ganado y será evidente el esfuerzo de cocineras, ganaderos y demás personas involucradas en la preparación del mole.
Este platillo es un recordatorio de que la gastronomía puede ser un motor de desarrollo para cada región, no solo degustamos su sabor , sino que también nos conectamos con la historia y las costumbres de nuestra gente afirmó.
Durante su intervención, Ornelas aprovechó para agradecer a Céspedes por la oportunidad de caminar junto a él en el servicio público y le reiteró su apoyo.
Un ambiente de despedida se vivió en la tradicional comida para iniciar la temporada, en la que el mandatario convivió y agradeció a su equipo de trabajo.
Festival étnico, herencia cultural
Envuelto en simbolismos e historia, el festival étnico de Tehuacán es la puerta de entrada a la temporada del mole de caderas, ya que con las danzas la población agradece por la abundancia del ganado, justo en el periodo en que comienza el otoño.
El grupo de danza de Santa María Coapan fue el responsable de abrir el baile con una pieza denominada “Xochicanela”, que es encabezada por la autoridad de aquella junta auxiliar reconocida por el oficio que ejercen la mayoría de sus mujeres, la elaboración de tortillas.
Hombres, mujeres y niños bailaron en compañía del gobernador y otras autoridades y a ratos compartían con los espectadoras el pan, tamales, dulces y mezcalinas típicas de la región.
Siguió la danza de la matanza, creada por Samuel Ortíz Guevara en 1978 con el objetivo de participar en un concurso de televisión nacional y que, posteriormente, fue rescatada por sus descendientes y heredada al ballet de Tehuacán, que la ejecuta desde hace 45 años.
Teniendo como partícipes la imagen de la Virgen del Camino y de un ejemplar de ganado caprino, hombres y mujeres realizaron una entrada solemne en la que se cantó una pieza en alusión al jueves santo, cuando Cristo fue aprehendido para después ser juzgado y crucificado.
Ya instalados en la explanada, el ritmo cambió para permitir a los danzantes demostrar una coreografía a la que también invitaron a participar a las autoridades, sobre todo cuando llegó el momento del “baile del chivo”, que recuerda a la tradición que establecieron los matanceros para que las familias que requerían sus servicios bailaran con el animal, que les donaban como muestra de gratitud.
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El grupo se despidió de la misma forma solemne con la que ingresó, llevando el incienso, las flores de cempasúchil y la imagen de la virgen, mientras uno de los hombres cargaba al chivo en los hombros y otro sujetaba con las dos manos en alto un cuchillo, que simboliza el sacrifico del ganado.
