/ lunes 6 de noviembre de 2023

Maestros esperan hasta ocho años por una plaza

El sistema educativo público es incapaz de atender la demanda laboral de los egresados

El sistema educativo público es incapaz de atender la demanda laboral de los egresados normalistas en Puebla. Para obtener una base definitiva como maestro de nivel básico estos profesionistas se deben enfrentar a un largo proceso de asignación, que puede durar desde seis meses hasta ocho años, afirman académicos y docentes en la entidad.

Durante el ciclo escolar 2022-2023 egresaron mil 384 normalistas en nueve municipios de la entidad, de acuerdo con el Anuario Estadístico de la Población Escolar de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). En contraste, el 31 de enero de 2023, la Secretaría de Educación Pública (SEP) estatal reportó que no había plazas vacantes de nueva creación, temporales o definitivas para la convocatoria de admisión ciclo escolar 2023-2024.

Aunque la eventual jubilación o cese de funciones de algunos docentes otorga el beneficio de ocupar algunas plazas a lo largo de cada ciclo escolar, estas no se entregan en su totalidad a los normalistas, ya que en los exámenes de oposición participan, además, profesionistas de otras licenciaturas, lo que reduce la posibilidad de admisión para los egresados de escuelas normales, afirma Marcela Cuautle Méndez, maestra en Lectoescritura y doctora en Educación por la Universidad Santander.

Esta no es la única limitante. Para obtener una base los normalistas deben cumplir con un periodo de interinato mínimo de seis meses, es decir, desempeñarse como docente en una o varias comunidades del estado según el tiempo de contratación. Además de la incertidumbre de ser colocado en algún sitio lejos de su hogar, el pago de un normalista empleado bajo este esquema depende de las horas clase que les sean asignadas y sus funciones. En muchos casos, sus cheques no llegan hasta después de dos meses de trabajo.

“Son procesos anímicamente muy desgastantes, porque son años y años de aplicar el examen y de no obtener un resultado favorable. También de sueldos muy mal pagados, que no están todavía al cien o que no tienen todas las prestaciones de ley”, agrega Rodolfo Cruz Vadillo, maestro en Educación y académico de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.

Plazas, pero no para normalistas

Hace más de 30 años ingresar a una escuela normal pública era sinónimo de tener una plaza asegurada, hoy la realidad es diferente. “Con objeto de fortalecer a las instituciones públicas de formación docente, los egresados de las escuelas normales públicas del país tendrán prioridad para la admisión al servicio público educativo”, señala el artículo 40 de la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros que entró en vigor en el país en 2019, sin embargo, eso está lejos de lo que ocurre en la realidad.

La presunta herencia de plazas entre familiares, el compadrazgo en su otorgamiento y la participación “imprudente” de los sindicatos de la educación en este proceso provocaron que la entrega de plazas se vuelva cada vez más injusta para los normalistas, quienes dejaron de encabezar la preferencia de este otorgamiento para estar al final de la fila, opina la doctora en Educación y académica de la Universidad Iberoamericana Puebla, Laura Angélica Bárcenas Pozos.

“Hoy en día el sindicato (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación SNTE) asigna como el 90 por ciento de las plazas, entonces van dejando sin lugar a los estudiantes de las escuelas normales y muchas veces las plazas heredadas no se asignan a personas de estas escuelas, sino de otras profesiones (…) que se den al mejor postor es una de las causas más delicadas del problema central de la educación”, afirma.

Desempleo para normalistas egresados en Puebla. Foto: Archivo El Sol de Puebla

“El sindicato las maneja a su conveniencia, es decir, no las ponen a concurso, sino que van buscando de forma interna y entonces el problema es que esas personas no entran a concurso, se ganan entre el hijo, el primo, el compadre y ahí vemos cómo son personas (a las) que no les gusta la docencia”, añade Cruz Vadillo.

La irregularidad en la entrega de estas bases provoca, además de la adhesión de personal sin vocación, una afectación en el aprendizaje de los alumnos poblanos, pues estos perfiles no cuentan con la preparación adecuada para ser maestros, no tienen el conocimiento ni la práctica docente. No todos llegan sin vocación y, de ser así, lo pueden aprender en la marcha, por supuesto, lo realmente complicado es que tengan la disposición de hacerlo, coinciden los académicos.

“Desde mi función en el sistema educativo he llegado a percibir cómo a veces entran mucho más licenciados en otras profesiones que normalistas”, lamenta Cuatle Méndez.

Interinato, incertidumbre laboral

Al concluir sus estudios normales, los egresados que persisten con el objetivo de ser docentes deben seguir una vía: esperar que la SEP los admita en un interinato para posteriormente recibir una base. De acuerdo con la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, la admisión a una plaza dará lugar a un nombramiento definitivo después de que el normalista haya prestado el servicio docente (interinato) durante seis meses y un día. Pero actualmente tampoco es así.

“A veces pasan compañeros hasta tres años en el interinato y no llega la base”, asegura Viridiana Limón González, egresada del Benemérito Instituto Normal del Estado (BINE), quien detalla que en el último año cerca de 900 profesionistas buscaron ser admitidos en un interinato, pero solo se ofertaron alrededor de 40 espacios.

Si bien este paso representa una ligera estabilidad laboral para los normalistas, porque tienen un empleo seguro (al menos por unos meses), también es sinónimo de incertidumbre. Los interinatos varían de horas clase, es decir, que no se pagan de la misma forma y tampoco se asignan conforme al lugar de origen del solicitante, por lo que, de ser admitidos, la posibilidad de ser enviados a comunidades lejanas a su hogar es alta.

Los pagos varían y no son puntuales. Los normalistas deben adaptarse a la comunidad y, a la vez, continuar preparándose con cursos para juntar puntos y ser enviados a comunidades más cercanas a su hogar, pero esto también forma parte de una inequidad, ya que, además de cuidar su dinero para sobrevivir algunas quincenas sin pagos, deben pagar sus necesidades básicas y ahorrar para estos cursos que aproximadamente cuestan cinco mil pesos, subraya Marcela.

Podría suponerse que al ver estas condiciones los normalistas pueden rechazar la oferta del interinato y esperar a que llegue otra opción, y sí es así, pero solo pueden hacerlo tres veces. En su último rechazo, son enviados al final de la lista y deben esperar, por un largo tiempo, su turno de escoger nuevamente un interinato, detalla.

“A veces es difícil aceptar porque implica irse de su localidad y estar a varias horas de casa con 10 horas clase de paga que no alcanza para vivir, para pagar el hospedaje, la comida y el transporte”, insiste Vadillo.

“No cualquiera aguanta”

“¿Cuánto te pagan en el interinato?” Cuestiona El Sol de Puebla. “No, pues no me han pagado desde hace un mes”, responde Viridiana. Si no fuera por la vocación, nadie sería docente, pues no cualquiera aguanta estas condiciones, comparte.

Este es el segundo interinato. El primero estuvo a una hora de su hogar, duró dos meses y le pagaron hasta el final de su estancia, supuestamente por un problema con su cheque. Ahora está en Santa Isabel Tepetzala, a cuatro horas de la ciudad de Puebla. A un mes de haber llegado a este sitio, no ha recibido su pago todavía y desconoce de cuánto será, pero estima que su cheque llegue de al menos seis mil pesos a la quincena por las horas de la vacante.

“Podría pensar que así sí será suficiente para pagar mi renta, los alimentos, el transporte, pero un gusto no, me limito y digo ‘chin ya no me va alcanzar’, como docentes tenemos que también comprar materiales para los niños, sacar copias de los exámenes (…) si solo fuera para mis necesidades sí lo cubriría, pero también para este trabajo debo poner de mi sueldo”, expresa.

Desde su experiencia ha visto a otros compañeros docentes que han tenido que buscar un trabajo aparte para poder cubrir su estadía en el interinato, de no ser así, tendría que pedir prestado a su familia o a algún conocido. Los pagos tardan en llegar, pero las necesidades siguen intactas y, según la ubicación del plantel y las aportaciones que den los padres de familia, estas pueden aumentar.

“Una se tiene que aventar a conseguir dinero de donde salga porque te mandan lejos, si te va bien pues te quedas en la ciudad y no pagas comida y transporte, pero hay compañeros que he escuchado que les ha tocado vivir en la escuela”, recuerda.

Proceso afectó la educación

El interinato, posiblemente, es el paso que más afecta a la educación, sostienen Vadillo y Cuautle. Hay impactos negativos en la economía de los normalistas porque son profesionistas que aspiran a la seguridad laboral y estos periodos cortos de trabajo no la garantizan.

Para obtener una base los normalistas deben cumplir con un periodo de interinato mínimo de seis meses. Foto: Archivo El Sol de Puebla

Muchos de ellos llegan a estas comunidades con la responsabilidad de mantener una familia o de aportar un ingreso a su hogar y termina siendo lo contrario, deben apoyarse económicamente de alguien más y, obligados por estas condiciones, abandonan su profesión por buscar un empleo con el que sí puedan hacer frente a sus gastos, opina Marcela.

Por otra parte, los cortos periodos de tiempo que permanecen en las comunidades se traducen en una educación pobre, porque en el tiempo en el que se va un profesor y llega otro pueden pasar días, y los alumnos se quedan sin clases, agrega Vadillo.

“Aunque llegue de inmediato un nuevo profesor debe entender cómo funciona el plantel, cómo está el grupo y cuando empieza a agarrar este hilo le avisan que debe cambiarse de plantel”, afirma.

En ambos casos, los principales afectados son los alumnos, porque el sistema sigue igual, no habrá un cambio mientras no se resignifique el valor del magisterio poblano, insiste.

Urge un cambio

Este proceso tedioso es el resultado de la desvalorización de la labor del docente en la educación, asegura Bárcenas Pozos. “Nuestro trabajo no produce nada que se venda, es algo intangible, por eso no es considerado como algo valioso en el mercado, no hay un significado valioso para lo que producimos: el conocimiento”, expresa. “Nos ven como un prestador de servicios de segunda, alguien que más bien es necesario para atender a los hijos”, añade Marcela.

Es imposible crear nuevas plazas para docentes porque ni siquiera hay un aumento de escuelas en el estado. Lo que sí se puede hacer, de forma inmediata, para mejorar las condiciones de quienes buscan ser maestros es dar mantenimiento a las escuelas y dotarlas del personal necesario, evitando la rotación, sugiere Cruz Vadillo. “La educación se ve impactada y lo vemos aquí, no hay plazas, no hay condiciones dignas, no hay nuevas escuelas y cada vez hay menos recursos para el ámbito educativo lo que bueno, pues se traduce en una afectación importante”, critica.

En tanto, la dotación de condiciones de trabajo dignas para los normalistas, el respeto a sus derechos y la intervención de la Federación en las funciones en las que pueden o no intervenir los sindicatos en estos nombramientos, son otras propuestas que mejorarían el proceso de asignación de plazas, propone Bárcenas.

El sistema educativo público es incapaz de atender la demanda laboral de los egresados normalistas en Puebla. Para obtener una base definitiva como maestro de nivel básico estos profesionistas se deben enfrentar a un largo proceso de asignación, que puede durar desde seis meses hasta ocho años, afirman académicos y docentes en la entidad.

Durante el ciclo escolar 2022-2023 egresaron mil 384 normalistas en nueve municipios de la entidad, de acuerdo con el Anuario Estadístico de la Población Escolar de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). En contraste, el 31 de enero de 2023, la Secretaría de Educación Pública (SEP) estatal reportó que no había plazas vacantes de nueva creación, temporales o definitivas para la convocatoria de admisión ciclo escolar 2023-2024.

Aunque la eventual jubilación o cese de funciones de algunos docentes otorga el beneficio de ocupar algunas plazas a lo largo de cada ciclo escolar, estas no se entregan en su totalidad a los normalistas, ya que en los exámenes de oposición participan, además, profesionistas de otras licenciaturas, lo que reduce la posibilidad de admisión para los egresados de escuelas normales, afirma Marcela Cuautle Méndez, maestra en Lectoescritura y doctora en Educación por la Universidad Santander.

Esta no es la única limitante. Para obtener una base los normalistas deben cumplir con un periodo de interinato mínimo de seis meses, es decir, desempeñarse como docente en una o varias comunidades del estado según el tiempo de contratación. Además de la incertidumbre de ser colocado en algún sitio lejos de su hogar, el pago de un normalista empleado bajo este esquema depende de las horas clase que les sean asignadas y sus funciones. En muchos casos, sus cheques no llegan hasta después de dos meses de trabajo.

“Son procesos anímicamente muy desgastantes, porque son años y años de aplicar el examen y de no obtener un resultado favorable. También de sueldos muy mal pagados, que no están todavía al cien o que no tienen todas las prestaciones de ley”, agrega Rodolfo Cruz Vadillo, maestro en Educación y académico de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.

Plazas, pero no para normalistas

Hace más de 30 años ingresar a una escuela normal pública era sinónimo de tener una plaza asegurada, hoy la realidad es diferente. “Con objeto de fortalecer a las instituciones públicas de formación docente, los egresados de las escuelas normales públicas del país tendrán prioridad para la admisión al servicio público educativo”, señala el artículo 40 de la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros que entró en vigor en el país en 2019, sin embargo, eso está lejos de lo que ocurre en la realidad.

La presunta herencia de plazas entre familiares, el compadrazgo en su otorgamiento y la participación “imprudente” de los sindicatos de la educación en este proceso provocaron que la entrega de plazas se vuelva cada vez más injusta para los normalistas, quienes dejaron de encabezar la preferencia de este otorgamiento para estar al final de la fila, opina la doctora en Educación y académica de la Universidad Iberoamericana Puebla, Laura Angélica Bárcenas Pozos.

“Hoy en día el sindicato (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación SNTE) asigna como el 90 por ciento de las plazas, entonces van dejando sin lugar a los estudiantes de las escuelas normales y muchas veces las plazas heredadas no se asignan a personas de estas escuelas, sino de otras profesiones (…) que se den al mejor postor es una de las causas más delicadas del problema central de la educación”, afirma.

Desempleo para normalistas egresados en Puebla. Foto: Archivo El Sol de Puebla

“El sindicato las maneja a su conveniencia, es decir, no las ponen a concurso, sino que van buscando de forma interna y entonces el problema es que esas personas no entran a concurso, se ganan entre el hijo, el primo, el compadre y ahí vemos cómo son personas (a las) que no les gusta la docencia”, añade Cruz Vadillo.

La irregularidad en la entrega de estas bases provoca, además de la adhesión de personal sin vocación, una afectación en el aprendizaje de los alumnos poblanos, pues estos perfiles no cuentan con la preparación adecuada para ser maestros, no tienen el conocimiento ni la práctica docente. No todos llegan sin vocación y, de ser así, lo pueden aprender en la marcha, por supuesto, lo realmente complicado es que tengan la disposición de hacerlo, coinciden los académicos.

“Desde mi función en el sistema educativo he llegado a percibir cómo a veces entran mucho más licenciados en otras profesiones que normalistas”, lamenta Cuatle Méndez.

Interinato, incertidumbre laboral

Al concluir sus estudios normales, los egresados que persisten con el objetivo de ser docentes deben seguir una vía: esperar que la SEP los admita en un interinato para posteriormente recibir una base. De acuerdo con la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, la admisión a una plaza dará lugar a un nombramiento definitivo después de que el normalista haya prestado el servicio docente (interinato) durante seis meses y un día. Pero actualmente tampoco es así.

“A veces pasan compañeros hasta tres años en el interinato y no llega la base”, asegura Viridiana Limón González, egresada del Benemérito Instituto Normal del Estado (BINE), quien detalla que en el último año cerca de 900 profesionistas buscaron ser admitidos en un interinato, pero solo se ofertaron alrededor de 40 espacios.

Si bien este paso representa una ligera estabilidad laboral para los normalistas, porque tienen un empleo seguro (al menos por unos meses), también es sinónimo de incertidumbre. Los interinatos varían de horas clase, es decir, que no se pagan de la misma forma y tampoco se asignan conforme al lugar de origen del solicitante, por lo que, de ser admitidos, la posibilidad de ser enviados a comunidades lejanas a su hogar es alta.

Los pagos varían y no son puntuales. Los normalistas deben adaptarse a la comunidad y, a la vez, continuar preparándose con cursos para juntar puntos y ser enviados a comunidades más cercanas a su hogar, pero esto también forma parte de una inequidad, ya que, además de cuidar su dinero para sobrevivir algunas quincenas sin pagos, deben pagar sus necesidades básicas y ahorrar para estos cursos que aproximadamente cuestan cinco mil pesos, subraya Marcela.

Podría suponerse que al ver estas condiciones los normalistas pueden rechazar la oferta del interinato y esperar a que llegue otra opción, y sí es así, pero solo pueden hacerlo tres veces. En su último rechazo, son enviados al final de la lista y deben esperar, por un largo tiempo, su turno de escoger nuevamente un interinato, detalla.

“A veces es difícil aceptar porque implica irse de su localidad y estar a varias horas de casa con 10 horas clase de paga que no alcanza para vivir, para pagar el hospedaje, la comida y el transporte”, insiste Vadillo.

“No cualquiera aguanta”

“¿Cuánto te pagan en el interinato?” Cuestiona El Sol de Puebla. “No, pues no me han pagado desde hace un mes”, responde Viridiana. Si no fuera por la vocación, nadie sería docente, pues no cualquiera aguanta estas condiciones, comparte.

Este es el segundo interinato. El primero estuvo a una hora de su hogar, duró dos meses y le pagaron hasta el final de su estancia, supuestamente por un problema con su cheque. Ahora está en Santa Isabel Tepetzala, a cuatro horas de la ciudad de Puebla. A un mes de haber llegado a este sitio, no ha recibido su pago todavía y desconoce de cuánto será, pero estima que su cheque llegue de al menos seis mil pesos a la quincena por las horas de la vacante.

“Podría pensar que así sí será suficiente para pagar mi renta, los alimentos, el transporte, pero un gusto no, me limito y digo ‘chin ya no me va alcanzar’, como docentes tenemos que también comprar materiales para los niños, sacar copias de los exámenes (…) si solo fuera para mis necesidades sí lo cubriría, pero también para este trabajo debo poner de mi sueldo”, expresa.

Desde su experiencia ha visto a otros compañeros docentes que han tenido que buscar un trabajo aparte para poder cubrir su estadía en el interinato, de no ser así, tendría que pedir prestado a su familia o a algún conocido. Los pagos tardan en llegar, pero las necesidades siguen intactas y, según la ubicación del plantel y las aportaciones que den los padres de familia, estas pueden aumentar.

“Una se tiene que aventar a conseguir dinero de donde salga porque te mandan lejos, si te va bien pues te quedas en la ciudad y no pagas comida y transporte, pero hay compañeros que he escuchado que les ha tocado vivir en la escuela”, recuerda.

Proceso afectó la educación

El interinato, posiblemente, es el paso que más afecta a la educación, sostienen Vadillo y Cuautle. Hay impactos negativos en la economía de los normalistas porque son profesionistas que aspiran a la seguridad laboral y estos periodos cortos de trabajo no la garantizan.

Para obtener una base los normalistas deben cumplir con un periodo de interinato mínimo de seis meses. Foto: Archivo El Sol de Puebla

Muchos de ellos llegan a estas comunidades con la responsabilidad de mantener una familia o de aportar un ingreso a su hogar y termina siendo lo contrario, deben apoyarse económicamente de alguien más y, obligados por estas condiciones, abandonan su profesión por buscar un empleo con el que sí puedan hacer frente a sus gastos, opina Marcela.

Por otra parte, los cortos periodos de tiempo que permanecen en las comunidades se traducen en una educación pobre, porque en el tiempo en el que se va un profesor y llega otro pueden pasar días, y los alumnos se quedan sin clases, agrega Vadillo.

“Aunque llegue de inmediato un nuevo profesor debe entender cómo funciona el plantel, cómo está el grupo y cuando empieza a agarrar este hilo le avisan que debe cambiarse de plantel”, afirma.

En ambos casos, los principales afectados son los alumnos, porque el sistema sigue igual, no habrá un cambio mientras no se resignifique el valor del magisterio poblano, insiste.

Urge un cambio

Este proceso tedioso es el resultado de la desvalorización de la labor del docente en la educación, asegura Bárcenas Pozos. “Nuestro trabajo no produce nada que se venda, es algo intangible, por eso no es considerado como algo valioso en el mercado, no hay un significado valioso para lo que producimos: el conocimiento”, expresa. “Nos ven como un prestador de servicios de segunda, alguien que más bien es necesario para atender a los hijos”, añade Marcela.

Es imposible crear nuevas plazas para docentes porque ni siquiera hay un aumento de escuelas en el estado. Lo que sí se puede hacer, de forma inmediata, para mejorar las condiciones de quienes buscan ser maestros es dar mantenimiento a las escuelas y dotarlas del personal necesario, evitando la rotación, sugiere Cruz Vadillo. “La educación se ve impactada y lo vemos aquí, no hay plazas, no hay condiciones dignas, no hay nuevas escuelas y cada vez hay menos recursos para el ámbito educativo lo que bueno, pues se traduce en una afectación importante”, critica.

En tanto, la dotación de condiciones de trabajo dignas para los normalistas, el respeto a sus derechos y la intervención de la Federación en las funciones en las que pueden o no intervenir los sindicatos en estos nombramientos, son otras propuestas que mejorarían el proceso de asignación de plazas, propone Bárcenas.

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