“Mamá, te extraño mucho, me haces falta. Te necesito”, fueron las palabras que con voz entrecortada y con lágrimas en los ojos Guadalupe le dedicó a su mamá al pie de su sepulcro.
Con un semblante de melancolía, Guadalupe miró fijamente durante varias horas el nicho donde descansa la persona que le diera la vida y quien hace apenas once meses falleciera a causa de una grave enfermedad.
Mientras ella contemplaba con sentimiento la imagen de la Virgen de Guadalupe que resguarda la sepultura, de fondo se escucha Diséñame del cantante Joan Sebastián, tema que, en vida, se había convertido en el favorito de doña Delfina Fuentes.
“Le gustaba mucho la música, en especial la de Joan Sebastian. Ésta era su favorita”, comenta con voz pausada al mismo tiempo que esboza una ligera sonrisa al recordar a su madre.
Su sentimiento de tristeza es grande y se refleja en su rostro, sin embargo, mientras comparte su sentir, trata de mostrarse fuerte y resistir las lágrimas que poco a poco se forman en sus ojos y que están a punto de salir. Aun así, respira y continúa.
“Siempre andábamos juntas”, dice mientras se le quiebra la voz.
“Una semana antes de que falleciera recorrimos varios lugares de Puebla, los que más le gustaban y donde vivió. En el recorrido, me contó varías de sus anécdotas”.
El brillo en sus ojos se intensifica por la cantidad de lágrimas que con esfuerzo trata de evitar y que al final salen cuando recuerda un momento sensible.
“A mí no me gustaba venir, pero ella venía a ver a su mamá y a su papá y yo le decía que ya para qué y … mírame, ahora estoy aquí”.
Es así que escuchando la música favorita de su mamá Guadalupe no quiso dejar pasar este momento tan emotivo del 10 de mayo y visitarla en su nicho que previamente limpió y decoró.
Así como ella, algunas familias vivieron el 10 de mayo con melancolía en los panteones, en donde a pesar de que las notas del mariachi alegraban un rato el momento, había canciones con las que la tristeza regresaba a los rostros de los familiares como el caso del señor Francisco Corona, quien, apoyado de su bastón, no dejaba de contemplar el sepulcro de su esposa Tomasa Juárez.
“Yo me acuerdo de ella a cada rato. Siempre vengo a visitarla porque ella tiene derecho a que le venga a dejar una flor”, dice mientras observa el nombre de su esposa grabado en la lápida.
A nueve años de haber perdido a su compañera de vida, se conmueve tal y como si hubiera si la hubiera dejado de ver hace unos días.
“Siempre se extraña, por eso la vengo a ver seguido, cada que puedo”.
A su manera, ya sea con confeti, con globos, con pétalos de flores, incluso con música de mariachi y rezos, los poblanos se dieron tiempo de visitar a las mamás fallecidas y recordar su memoria.