Marco Jesús Ávalos es un milagro en su familia. A la edad de un año tres meses fue diagnosticado con insuficiencia renal y prácticamente desde ese momento vivió en los hospitales con diálisis, medicamentos y tres avisos fallidos de un probable trasplante de este órgano.
Con un cubreboca y sentado a un lado de su madre, Socorro Serrano, Marco –de 12 años de edad- aseguró que su estado de salud es muy bueno después de un trasplante, ya tiene mejor carácter, come de todo y hasta hace ejercicio, cosas que antes los médicos le prohibían.
A propósito del Día Mundial del riñón, su madre relató a El Sol de Puebla que no sabe por qué desarrolló el padecimiento. En la familia, antes de él, y después su hermana más pequeña, nadie había sufrido por este tipo de patologías.
“Desde bebé lo diagnosticaron con insuficiencia renal terminal, porque estaba muy grave e inmediatamente le pusieron la diálisis y estuvimos tres meses en el hospital, esos tres meses estuvo muy grave, entraba a terapia intensiva, le dio un derrame cerebral, estuvo en coma, estuvo grave, grave”, relató la madre con apenas un hilo de voz.
De acuerdo con los médicos el pronóstico de vida de Marco era muy bajo; sin embargo, como una especie de milagro recuperó la función renal luego de tres meses del proceso de diálisis por lo que fue posible que saliera del hospital y la funcionalidad de su órgano aumentó hasta a un 88 por ciento.
Con consultas mensuales y tratamiento intravenoso, durante poco más de un año se mantuvo en constantes visitas al hospital para después pasar a la medicación oral, pues seguía tirando proteínas hasta que cumplió nueve años de edad, pues no respondía de manera adecuada al tratamiento.
Fue hasta que cumplió los 10 años que los médicos afirmaron que era necesario dializarlo nuevamente pues tuvo una crisis. Ellos son originarios de Tepeaca y debían estar en constantes visitas al médico en el Hospital General Regional 36 “San Alejandro”.
Durante dos años de tratamiento recibieron tres propuestas fallidas de un trasplante de riñón. Fue hasta julio del 2017 cuando un donante del estado de Guerrero con las mismas características que Marco le pudo donar este órgano.
“La cuarta vez que me dijeron que había la posibilidad de una donación yo no me la creía, pero llegamos y le comenzaron a hacer los estudios inmediatamente pues mi hijo era compatible con el donante”, recordó.
Antes de la donación Marco no tuvo la oportunidad de desarrollar una vida como cualquier niño, no comía, tenía mal humor, estaba cansado todo el tiempo y en ningún momento pudo ir a la escuela ya que las visitas a los médicos eran constantes.
Marco agradece al niño que le brindó una oportunidad de vida, a pesar de que fue una donación cadavérica, para él es un ángel, por lo que siempre estará en deuda con él, ya que recuperó su vida, puede comer de todo, jugar y hasta se siente de mejor humor. Comparte que cuando sea mayor se dedicará a la repostería.
“Estoy contento, la verdad cuando me internaron sentía mucho miedo, pero después me puse feliz (…) le doy gracias a quien me dio el riñón es un ángel para mí”, concluyó Marco a quien lo que más le gusta comer son verduras y albóndigas.