Coleccionistas tuvieron la oportunidad de adueñarse de antigüedades únicas que van desde libros editados en 1837, porcelanas francesas de Limoges del siglo XVIII y un trotamundos ingles fabricado en 1894 en lo que fue la Feria de Antigüedades del Estado de Puebla.
Anticuarios de todo el país se dieron cita en el Barrio de los Sapos desde el miércoles para exponer, intercambiar y adquirir piezas que regularmente no se exhiben debido a su costo y peculiaridad.
Porfirio Cabrera Aguilar, organizador de la feria, consideró que esta primera edición, realizada luego de 20 años, fue un éxito y calculó que recibieron la visita de más de 800 compradores durante los tres días del evento.
Explicó que el hecho que la venta y subasta se realizara entre semana es porque la feria está dirigida a un público específico que busca comprar antigüedades y no solo observarlas como sucede con la visita de turistas al bazar de Los Sapos durante el fin de semana.
“El resultado es favorable, y esto se debe también a que la gente que visitó la feria viene con la idea de comprar, es diferente al público que viene a pasear durante el fin de semana”, expresó Cabrera Aguilar.
Sobre las piezas que se pudieron encontrar para subasta destacan un libro editado en México en 1837 sobre la defensa de la Biblia, época en la que prevalecían las ediciones europeas en el país por lo que las ediciones mexicanos son consideradas como una rareza, según explicó Porfirio Cedeño, especialista en el rescate y venta de libros antiguos.
Un reloj de bronce con la maquinaria en óptimas condiciones y funcionando marca Cebrex, el cual parece salido de una película de fantasía, es otra de las piezas que llaman la atención no solo de niños y curiosos si no de los especialistas.
Porfirio Cabrera destacó también un trotamundos, llamado así por su fabricantes y que es un baúl para el transporte de ropa con más de 200 años de antigüedad y gracias a su estado de conservación se vuelve un artículo muy cotizado por los coleccionistas.
Dijo que estos eventos contribuyen a mantener el prestigio que los anticuarios y chachareros de la Plazuela de los Sapos lo que se traduce también en más visita de coleccionistas y en derrama económica para los prestadores de servicios de la ciudad.