En el último año más de la mitad de las mujeres mayores de 15 años en el estado de Puebla fueron víctimas de violencia psicológica, cometida en su contra de muchas maneras.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, las agresiones se concretaron con acciones que fueron desde romperles o esconderles algún objeto personal, amenazarlas con hacerles daño o correrlas de su trabajo, humillarlas u ofenderlas por ser mujeres y publicar información personal, fotografías o videos a través de medios electrónicos.
A decir de Natali Hernández Arias, directora del Centro de Análisis, Formación e Iniciativa Social A.C. (CAFIS), este tipo de agresiones se ha normalizado e invisibilizado debido al contexto de violencia extrema a la que actualmente se enfrenta la sociedad mexicana, en específico las infancias y juventudes, en donde se prioriza la atención de casos más graves y lo que se considera que no es urgente se va postergando.
Esta situación ha dado lugar a que no se dimensionen los alcances de la afectación psicológica, a tal grado de ser ignorada por las autoridades encargadas de impartir justicia, incluso en fechas como hoy, 25 de noviembre, cuando se conmemora Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
“La violencia psicológica es una forma silenciosa de menoscabar la autonomía de las mujeres. A diferencia de la violencia física, la psicológica va permeando a nivel emocional. [Sin embargo] en un contexto donde se vive mucha violencia, se ve normalizada la experiencia”, advirtió.
El censo presentado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) deja en evidencia que el 53.1 por ciento del sector poblacional—aproximadamente un millón 315 mil 427 personas— fueron víctimas de esta agresión.
Además, muestra que en todos los entornos en los que transcurre la vida de las mujeres, el tipo de violencia más frecuente es el psicológico, con mayor incidencia en el ambiente escolar (11.6 por ciento), el familiar (8.2 por ciento) y el laboral (6.6 por ciento), lo que ubica a compañeros de escuela y profesores como los principales agresores, seguidos de hermanos, padres, y en tercer lugar se encuentran los colegas y superiores en el trabajo.
La especialista en temas de derechos humanos señaló que estos datos exhiben la falta de espacios seguros para este sector de la población e incluso aclaró que las agresiones psicológicas también son detonadores de la violencia feminicida. Por ello, destacó que el reto de las autoridades es promover la prevención.
“Si la familia, la pareja, el espacio laboral y el comunitario no son espacios seguros esto es un reconocimiento a la exposición a la violencia cotidiana en todos los ámbitos y nos recuerda cómo en cada uno de los espacios tenemos que trabajar en la prevención y reconocimiento de que, si continuamos reproduciendo prácticas violentas, estamos generando que el feminicidio siga teniendo estas cifras alarmantes”, opinó.
En tanto, la doctora y docente de la Universidad Iberoamericana Puebla, Claudia Alonso González, dijo que estas cifras exponen que en territorio poblano persiste una cultura de desigualdad de género y de una tendencia creciente de violencia.
Agregó que, a diferencia del maltrato físico, la violencia psicológica es más difícil de identificar, pues las acciones que se ejercen contra una persona tienen la finalidad de dañar su estabilidad psíquica y causan daño emocional más profundo y complejo que el dolor físico.
Maribel fue víctima de violencia psicológica en el ámbito escolar, pues sus compañeros hacían críticas constantes y comentarios despectivos sobre su apariencia. Estos señalamientos provocaron deseos de faltar a clases para evitar ser criticada hasta que sus padres tomaron la decisión de cambiarla de institución, ya que las agresiones comenzaban a estar acompañada de empujones.
“Un grupo de compañeros comenzaron a hacer comentarios sobre su físico, después el tono subió y dieron inicio las burlas constantes acompañadas de sobrenombres que la hacían sentir mal, nosotros no nos dimos cuenta de ello hasta que los deseos de no asistir a clases eran frecuentes e iban acompañados de llanto, ahí sabíamos que algo estaba mal”, platicó Ana, madre de la sobreviviente, en entrevista con este diario.
La mamá explicó que acudió a la institución de la menor para exponer el caso, sin embargo, las autoridades educativas evadieron el tema, por lo que decidió sacarla de la escuela y meterla a una nueva, además de brindarle acompañamiento psicológico para ‘borrar’ ese capítulo de su vida.
“En la escuela no nos apoyaron en nada, ni siquiera se le regañó al grupo que estaba hostigando, todo lo hicimos por nuestra cuenta. Aunque fue un periodo corto de agresión, las palabras la marcaron y está siendo difícil el proceso de recuperar la autoestima y confianza con los demás”, expuso.
No son sólo malas palabras
La violencia psicológica es un problema que disminuye el bienestar y limita el desarrollo de quienes la padecen. Desde la perspectiva de Hernández Arias este tipo de violencia es un tanto complicada de detectar ya que no son solo agresiones verbales, también se ‘disfraza’ de presuntas acciones de amor, pero dañando de manera interna a la persona.
Explicó que los victimarios pueden usar palabras de afecto y al mismo tiempo minimizar a la persona y darle a entender que no puede hacer las cosas sin la otra persona.
“Las parejas o el círculo cercano pueden hablar cariñosamente, pero pueden decir que son tontitas, o decir que no saben hacer una cosa y pedirle que lo esperen para que lo haga, cosas que no se perciben como algo grave, porque hasta lo dicen con cariño, pero es una forma de menoscabarla”, remarcó.
Agregó que este maltrato también se manifiesta por actos de omisión, como abandono, indiferencia o aplicar la ley del hielo, por ejemplo.
En tanto que Alonso González detalló que ser demasiado crítico, insultar, humillar, devaluar, descalificar, gritar para intimidar, rechazar, controlar, manipular, culpabilizar, amenazar, comparar, rechazar, excluir y usar palabras degradantes con la intención de “derrumbar” son acciones frecuentes que los agresores utilizan para ejercer violencia.
¿Qué consecuencias deja la violencia psicológica?
La docente de la Universidad Iberoamericana Puebla señaló que los golpes no son las únicas acciones que pueden generar daños, pues la violencia psicológica conlleva a un deterioro psíquico donde es común que quien la vive desarrolle patologías como una devaluación profunda de su autoestima, desconfianza, estrés, ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático e inclusos deseos suicidas.
“La violencia psicológica tiene efectos profundos cuando es continua y reiterada, incluso puede afectar el sentido de identidad de la persona”, enfatizó.
Incluso, señaló que estos actos suelen ir acompañados de otras agresiones como la sexual y física, principalmente.
La historia de Mariana es un ejemplo de ello. “Viví 18 años de violencia psicológica por parte de mi expareja y con el tiempo comenzó a acompañarlo de agresiones físicas. Mi trabajo estaba mejor remunerado y me decía que yo no merecía recibir más dinero (…) logró influir en mi decisión de dejar el empleo y dedicarme a las labores del hogar”, contó en entrevista.
La mujer de 44 años compartió que en medio de estas agresiones fue aislándose, a tal grado de no tener apoyo en el momento que decidió salir de su hogar. Fue hasta que encontró una asociación civil a favor de las mujeres cuando dejó su casa.
Para Mariana retomar la confianza y autonomía sigue siendo un proceso complejo por lo que permanece en constante asesoría de especialistas.
“Por más de 10 años me enfrenté a comentarios hirientes, humillaciones en público, de todo pasé, y, aunque ahora veo todo como algo lejano, no deja de darme miedo el intentar confiar en una persona y dejarle entrar en mi vida. El acompañamiento psicológico y volver a tener mi familia cerca han sido parte importante en mi proceso de sanación”, relató.
Víctimas recurren a familia
La encuesta del INEGI arrojó que las mujeres que vivieron episodios de violencia psicológica en el ámbito familiar, escolar y laboral le contaron a algún familiar sobre esta situación, aunque no se especificó a quién. La docente de la Ibero consideró que el apoyo familiar también debe de ir acompañado de ayuda profesional, pues el respaldo en estos casos es fundamental para evitar que las secuelas dañen más la integridad de las personas.
“Necesitamos políticas públicas en materia de salud pública, que pongan en primer lugar la salud emocional de las personas y no solo la salud física”, consideró.
Mientras, la directora de CAFIS indicó la importancia de la construcción de redes de apoyo y creación de espacios seguros para hablar con otras personas sobre lo que sucede en cada entorno, pues esto permite identificar el nivel de gravedad de lo que ocurre.
“Hablar con las amigas de lo que te está pasando permite que tú identifiques si lo que te está pasando está en un nivel de gravedad; muchas veces permite acércate a pedir ayuda porque a veces nosotras no lo logramos identificar”, puntualizó.
Urge la reeducación y atención sobre el tema
Este panorama pone en evidencia la poca atención que autoridades en el ámbito público y privado brindan a las agresiones psicológicas.
La directora de CAFIS urgió la necesidad que la sociedad deje de ser educada con ideologías machistas en donde se desvaloriza a las mujeres y se permiten conductas agresivas como parte de la idea de masculinidad.
Detalló que, dentro de un entorno de violencia psicológica, las creencias sobre cómo aprendimos a ser mujeres, novias o esposas y las creencias tan arraigadas como: “El matrimonio es para siempre”, “El amor todo lo puede” se hacen presentes y son difíciles de desarraigar de muchas mujeres que las han escuchado prácticamente toda su vida.
Agregó que un primer paso es reconocer que se está ejerciendo violencia y aprender a erradicarla de las prácticas cotidianas, pues, en caso de no tener conciencia de la magnitud del problema que se vive, es probable que continúe repitiendo el patrón.
Por su parte, Claudia Alonso comentó que esta violencia no ha sido suficientemente atendida, pese a que se cuenta con instituciones que tienen como objetivo diseñar e implementar políticas para prevenir y erradicar la violencia de género como lo es la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim).
Consideró como fundamental la intervención de instituciones de salud, así como centros educativos y de trabajo con la intención de generar proyectos integrales para una atención completa a las afectadas.