Al cumplir 35 años, Ana decidió que no quería conocer a más parejas sentimentales y que tenía el recurso necesario para ser madre soltera, ¿cuál fue la solución?, concebir su sueño por inseminación in vitro o inseminación artificial. Al principio, todo transcurrió con mucha facilidad y no tuvo dificultades en el proceso, sin embargo, los retos vinieron en cuanto nació su infancia.
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Desde comentarios fuera de lugar al hacer trámites oficiales, como: ¿en dónde está el padre?, preguntas incómodas a la hora de bautizar, y negar la inscripción en escuelas católicas sólo porque no hay un hombre de por medio, es lo que Ana (como le diremos en este material), y otras dos entrevistadas, se han tenido que enfrentar. En su opinión, las maternidades con reproducción asistida están en el olvido, no sólo en Puebla, sino en todo el país.
Para Natalí Arias, directora del Centro de Análisis, Formación e Iniciativa Social A.C. (CAFIS), organización que trabaja por los derechos humanos, pero también sexuales, así como reproductivos, persisten los estigmas que impiden a las mujeres decidir libremente cómo ser madres.
En particular del tema que se aborda, considera que estas actitudes generan vergüenza y las obligan a ocultar el origen de su embarazo. Además, expuso que las autoridades han delegado en gran medida la responsabilidad al sector privado, a pesar de que el número de niños nacidos mediante estas técnicas continúa en aumento.
Ana realizó su proceso en la Ciudad de México, ya que cuando quería ser madre, en Puebla no existían tantas clínicas de reproducción asistida como hoy en día. Al pedir informes le indicaron que al ser soltera podía someterse a inseminación in vitro o inseminación artificial utilizando el esperma de algún conocido o con embriones de un donante.
Ella decidió que fuera de un donante externo y eligió todas las características necesarias para que el bebé naciera con salud. Aunque a muchas mujeres les cuesta quedar embarazada, para ella fue un proceso simple y muy rápido. “El sueño se había logrado”, recordó.
Todo iba viento en popa, sin embargo, al llevar al recién nacido al Registro Civil se encontró con una traba, pues la primera pregunta fue ¿en dónde está el papá? Ella entendió que por seguridad del bebé y por protocolo tenían que hacer ciertas preguntas, pero las personas que la atendieron fueron muy insistentes.
“¿Si eres soltera qué fue lo pasó?, ¿Lo dejaste?, ¿ya no reclamará que pongan su apellido?, ¿estás segura que no quieres incluirlo?, porque puedes esperar algunos días para ver si su situación mejora y ya regresan juntos”, fueron algunas de las cuestiones.
Ana no quería contarles a desconocidos que su maternidad fue por in vitro, pero fueron tantos cuestionamientos que tuvo que decirles. No satisfechos con la repuesta y que ella tenía todos los documentos, le siguieron haciendo más preguntas: ¿qué le dirás cuándo crezca y pregunte por el padre?, ¿te diste por vencida muy rápido para encontrar a alguien?
Ya no pudo más. Comenzó a llorar y fue hasta ese momento que las personas encargadas decidieron comenzar el trámite. Ahora que ve en retrospectiva y con todo lo que sabe de maternidades diversas, sabe que lo que vivió fue violencia.
Ana considera que son un pequeño grupo que están en el olvido. No hay programas en las escuelas para atender a las infancias que nacieron por este tipo de fecundación, los profesores no están capacitados y mucho menos el funcionariado.
Podría cumplir su sueño sin tener pareja
Daniela es otra mujer que llegando a los 37 decidió que quería ser madre. No tenía pareja y tampoco tenía la confianza necesaria para decirle a un conocido que le donara su esperma, así que decidió ir a una clínica especializada.
En este lugar le dijeron que podría cumplir su sueño sin tener pareja, sólo necesitaban la participación de un donante de semen anónimo. Le explicaron que la inseminación artificial es cuando el esperma se introduce directamente en el útero y la fertilización ocurre dentro del cuerpo de la mujer, mientras que la in vitro ocurre fuera del cuerpo (en un laboratorio), luego se transfieren los embriones al útero.
Ella eligió la primera. Después de varios intentos el embarazo llegó y todo parecía estar bien en su vida, era como un sueño, hasta que quiso bautizar a su hijo. Ella es una persona creyente y al tomar esta decisión nunca creyó ir en contra de su religión, pero uno de los requisitos fue Ia identificación oficial de los padres.
Como acudía a misa regularmente, el padre encargado de la Iglesia la conocía y tuvo la confianza necesaria para ir personalmente y hablar con él de la situación. Además, tenía conocimiento de que este padre dejaba bautizar a niños, aunque los padres fueran menores de edad.
Su sorpresa fue que el padre le dijo que lo había hecho era “en contra de los planes de Dios” y que si nunca había conocido a un hombre bueno para procrear “había sido por algo”. Ella explicó que tenía la solvencia económica para tener un bebé y que era más madura que los padres menores de edad que sí les admitían bautizar a sus hijos.
Esto último enfureció al religioso, quien le negó el bautizo en el templo. No obstante, no fue la única vez que Daniela fue rechazada por su religión, pues cuando llegó el momento de inscribir a la infancia, otra vez fue discriminada.
Al momento de hacer una revisión de colegios, se dio cuenta que los más completos eran los católicos y ella también había estudiado en una institución de este tipo. Así que fue a pedir informes, pero la cuestionaron por su pareja y cuando ella dijo que sólo eran las dos, siguieron insistiendo.
“Está bien que estén separados, pero en qué términos quedaron, para que nosotros estemos preparados en caso de que venga a buscarla”, no hay padre, respondió Daniela y siguieron cuestionando. “Entonces ¿no sabes quién es el papá?”.
Al sentirse juzgada explicó su situación, cambió el semblante de sus caras y le dijeron que no tenían cupo, pero que si en algún momento llegaban a tener espacio se pondrían en contacto. Nunca pasó.
Cuestionada hasta en trámites oficiales
Otra de las entrevistadas, Mariana, prefirió mantener su identidad en el anonimato debido a las experiencias difíciles que ha enfrentado, tanto ella como su hija. En cada trámite oficial, ha tenido que atravesar lo que describe como un verdadero "viacrucis", ya que, en lugar de centrarse en el proceso administrativo, los funcionarios le hacen preguntas invasivas sobre su situación personal.
Cuando les explica que su embarazo fue producto de reproducción asistida, los cuestionamientos no tienen como objetivo agilizar el trámite, sino que surgen de las dudas y prejuicios personales de quienes la atienden.
Le ocurrió una situación muy similar en el registro, cuando acudió y notificó que era madre soltera le pidieron que llevara una declaración de paternidad si no había un acuerdo formal; y si se desconocía quién era el padre, se podría dejar el campo correspondiente en blanco.
Agregaron que, si el padre no estaba presente, podía hacer la declaración de paternidad más adelante y fueron muy amables en explicar todo, pero cuando ella dijo que su infancia nunca iba a tener padre porque fue con reproducción asistida, los buenos tratos cambiaron.
“Me informaron que, si el papá no estaba disponible para el registro, podía registrar solo la madre y que el padre podría reconocer la paternidad posteriormente, mediante un procedimiento legal o prueba de ADN. Sin embargo, cuando expliqué mi situación, comenzaron a reírse y me hicieron comentarios inapropiados sobre mi edad y mi vida amorosa, lo cual no tenía nada que ver con el trámite”, relató.
Al final, sí la registraron como madre soltera, pero considera que los servidores no están capacitados para atender a este tipo de maternidades y en los colegios no hay personas sensibilizadas para abordar este nuevo tipo de familias.
Este último punto le preocupa, ya que teme por las relaciones que tenga su infancia en el futuro al interior de la escuela. Ella fue madre a los 40 años.
Para Natalí Arias, directora de CAFIS A.C., las historias presentadas reflejan la desinformación alrededor de las maternidades de este tipo. Además, cree que sigue un estigma en dónde las maternidades deben de ser tradicionales y si no están dentro de ese paradigma, son rechazadas.
Al día de hoy, no hay políticas públicas para las madres que desean ser madres por su propia cuenta y mucho menos hay servicios públicos para ellas, por lo que su única opción es acudir a las clínicas privadas.
“Solo se piensan que las maternidades son dignas y se pueden ejercer si se casan y no, hay muchos modelos de maternidad. Esto hace que muchas mujeres lo sigan teniendo oculto, pero cada vez es más frecuente que una mujer opte por estas alternativas y esto trae una necesidad a la mesa para que las autoridades las volteen a ver”, declaró.
Hay muchos prejuicios sobre las madres que decidieron tomar esta decisión, pero no se toman en cuenta las situaciones previas que tuvieron que vivir para decidir ser madres solteras.
Ante todo este contexto, sugirió a las autoridades que se abran diálogos para explorar estas maternidades, además, piensa que ya no pueden dejarle toda la responsabilidad a la iniciativa privada, ya que no hay cifras oficiales y sin esos datos no se pueden hacer diagnósticos.
“Las nuevas generaciones se están apropiando de decidir sobre su cuerpo y ellas están decidiendo cómo maternar. A las mujeres yo les podría decir que busquen redes de apoyo, grupos de madres y que no se sientan solas en el proceso”, concluyó.
Para finalizar, la psicóloga Erika Suleim Espinosa Morales, comentó que es de suma importancia explicarle a un menor de edad si fue traído al mundo gracias a la reproducción asistida, pero para que este proceso sea fácil tanto para la madre, como para las niñas y niños, sugiere llevar un proceso de terapia.
Su primera sugerencia es que debe hacerse de manera honesta, simple y respetuosa, teniendo en cuenta su edad y nivel de comprensión. En primer lugar, es importante que el menor entienda que la inseminación artificial es solo un método que se utilizó para ayudar a que naciera, pero no cambia el amor y el compromiso de la madre hacia él.
Se le puede decir que, aunque la forma en que fue concebido fue diferente, siempre ha sido y siempre será profundamente querido y esperado por sus padres. “Una buena estrategia es hacerle saber un poco de la historia de la madre, junto con su deseo de querer ser mamá, puede ocupar fotos o solo vivencias”, indicó.
En segundo lugar, es clave explicar que la inseminación artificial es una forma médica que permite tener un bebé cuando, por alguna razón, no pueden concebir de manera natural.
Se puede hablar sobre cómo un doctor ayudó a que un óvulo de su mamá se uniera con el esperma de un donante, lo que permitió que el bebé creciera en el vientre de la mamá.
Es importante normalizar el proceso, asegurando a la niña o niño que la inseminación es solo una forma más de hacer realidad el deseo de ser madres. Aunque no es el único método, es completamente válido y lleno de amor. En caso de requieran sus servicios, pueden contactarla a través del teléfono 222 812 2860.