En el corredor de ofrendas del municipio de Puebla de este 2024, que pretende honrar la memoria de las mujeres en múltiples áreas, resalta la historia de Matilde Montoya Lafragua y María Asunción Sandoval, ambas transcendieron en la historia del país por abrirse camino en la medicina y el derecho hace más de dos siglos, cuando dichos rubros eran considerados exclusivamente para varones.
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El altar dedicado a Matilde Montoya está ubicado en el Edifico Carolino ubicado en la calle 3 Oriente 407 del Centro Histórico de la ciudad de Puebla. Cuenta con flor de cempasúchil, velas y hojaldras.
En el centro tiene la imagen de la primera mujer mexicana que alcanzó el grado académico de médico. En vida creía que “hombres y mujeres debían tener los mismos derechos intelectuales y civiles”, frase que fue colocada en el altar.
Montoya Lafragua nació el 14 de marzo de 1857 en la Ciudad de México. Inicialmente fungió como partera y luego ejerció la obstétrica, sin embargo, buscó profesionalizarse y estudió en la Nacional de Medicina, donde era mal vista la participación de las mujeres, porque se consideraba que debían estar en casa, así que era excluida de algunas clases.
A pesar de las trabas que encontró en el camino, el 24 de agosto de 1887 presentó y aprobó su examen profesional, lo que marcó un antes y después en la historia de la medicina.
María Asunción Sandoval, primera mujer con título de abogada también es reconocida
En la entrada del Palacio de Justicia, ubicado en el corazón capitalino, está instalada una pequeña ofrenda hacia María Asunción Sandoval. Tiene tres pisos con gran cantidad de flores naranjas que sobresalen de los demás objetos colocados como hojaldras, velas y algunas botellas.
Nació en 1868 en la CDMX y fue la primera mujer en obtener el título de abogada en el país. Su tesis, titulada "derecho del hombre como base de la unidad de legislación en el Derecho Civil", fue un trabajo que todavía se conserva en los archivos de la Universidad Autónoma de México.
A la par de su destacado trabajo como abogada, se desempeñó como redactora de la revista La Mujer Mexicana, donde impulsó la participación femenina en la vida pública.
También fue presidenta de La Sociedad Protectora de Mujeres, la primera asociación pública de mujeres en México, desde donde luchó por los derechos laborales y académicos de las mismas.
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Ambas mujeres se abrieron camino en sus respectivas trincheras y marcaron un después en la historia, por ello, forman parte de las recordadas en el corredor de ofrendas de Puebla, para inspirar a las nuevas generaciones a perseguir sus sueños.