Romina es una mujer transgénero, y no se siente incomoda con esta etiqueta, incluso la abraza, ya que hoy en día, es parte de lo que la complementa. Durante su vida, ha pasado por muchos obstáculos, por discriminación, por pérdida de amigos, pero todo esto la ha hecho más fuerte y ahora alza la voz por todas las personas de la comunidad LGBTTTIQ.
Su niñez fue como la de cualquier otro infante, llena de juegos, aventuras y a su lado siempre estuvo su hermano, quien le hizo segunda para cualquier travesura o juego. No obstante, siempre supo que había algo diferente en su interior, pero fue hasta años más tarde que lo descubrió.
“Tuve una infancia muy bonita, fui un niño que jugué mucho, en mi casa me consintieron bastante, pero siempre supe que había algo mal, es como ese sentimiento de que no concuerda algo, me miraba al espejo y sabía que algo no cuadraba”, compartió.
Aseguró que desde los seis años tuvo este sentimiento de no identificarse con su apariencia, pero fue casi hasta sus 26 años que decidió seguir su corazón y hacer un cambio para sentirse mejor en todos los aspectos.
“Fue hasta muchos años después que me di cuenta, desgraciadamente con toda la discriminación que existe alrededor de la comunidad se hacen muchos tabúes y viví mucho tiempo con prejuicios y con esa incomodidad. Yo tomé la decisión hasta que ya no pude más”, dijo.
Al notificarle de esta decisión a sus amigos y familiares, no fue fácil, a su padre le costó mucho aceptar esta nueva noticia y perdió muchos amigos, pero en el camino para encontrarse, fueron llegando nuevas amistades que le dieron su respaldo y apoyo.
Romina terminó una carrera universitaria y buscó oportunidades en la Ciudad de México, pero en varias partes sufrió discriminación, en una empresa que ya estaba contratada buscaron pretextos para despedirla y en una escuela que daba clases le prohibieron hablarle al alumnado de “su situación”.
Esto la hizo regresar a Puebla, pero una vez más tuvo que enfrentarse a otro reto, que era acreditar su identidad de género como femenina. Ella no había nacido en Puebla, y todos sus papeles estaban en Guanajuato y allá no reconocían este trámite. Luego de intentar varias veces, de insistir y luchar, pudo hacer la rectificación de la inscripción registral del género.
Pasó mucho tiempo sin trabajo en Puebla, ya que las personas no querían contratarla, sin embargo, la actual administración municipal le dio una oportunidad y hoy en día labora en Turismo Municipal, en un espacio en donde ha crecido profesional y personalmente.
“Ni un solo día ya me he vuelto a sentir discriminada en el trabajo, ni siquiera en otras dependencias, no me he sentido menospreciada, no me he sentido atacada como en otros lados y me siento por fin muy bien, es algo que nunca me había pasado”, expresó.
Hoy en día tiene 31 años y en este Día Internacional del Orgullo LGBT, les recomienda a todos los jóvenes que se sienten igual que ella a que se informen bien, que no se desesperen, que sean fuertes y que se encuentren así mismos.
“No te desesperes, no te confundas, no hay nada más bonito en la vida que saber quien eres y encontrarte. No te canses, por que hoy en día somos algo que no éramos ayer”, concluyó.