Las decenas de familias que dependían de la actividad de Ciudad Universitaria esperan con ansia el retorno a las actividades presenciales de los alumnos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), llevan casi dos años en la quiebra o tratando de subsistir con las compras que les hace uno que otro transeúnte.
Los negocios de la Avenida San Claudio y el boulevard Capitán Carlos Camacho Espíritu hoy lucen cerrados en su mayoría, los que se mantienen activos cuentan los días para que la universidad regrese a clases presenciales y en uno que otro local han comenzado labores de limpieza o mantenimiento para tan esperado día.
Al centro de este último boulevard, cientos de anuncios de renta de habitaciones para estudiantes han sido colgados en la reja que evita el cruce peatonal en áreas prohibidas.
Muchos se estaban preparando para iniciar la recuperación económica de sus negocios el 24 de enero, que fue la primera fecha de retorno a la presencialidad difundida por la Benemérita, luego vivieron unos días de incertidumbre cuando anunció que lo pospondría y finalmente han vuelto a fijar las esperanzas en las fechas establecidas por cada escuela o facultad.
NEGOCIOS DE TRADICIÓN LUCHAN POR SUBSISTIR
Las tortas y tacos “Tomy” se encuentran a lado de la Facultad de Contaduría Pública desde hace 20 años y se han mantenido vigentes la mayor parte de la pandemia; sin embargo, hoy el lugar que lucía repleto de estudiantes está vacío y su dueña, la señora Sandra Ley, trata de captar a los clientes que puede.
Hace dos años su familia trabajaba y vivía dignamente con los ingresos del negocio, pero luego de unos meses sin actividad presencial en la BUAP, su esposo e hijos tuvieron que salir a buscar empleo y la dejaron a ella atendiendo el local para no cerrar y perderlo.
“Los gastos no perdonan y dijimos hay que seguir sacando de aquí aunque sea para la comida, pero la verdad es que ni para eso deja, vendo unas seis tortas por mucho al día, a una que otra gente que pasa, cuando antes teníamos lleno, por eso todos trabajábamos aquí”.
A una cuadra del lugar está la “Cocina Elena”, que desde hace 12 años ofrece comida corrida y desayunos. El negocio había prosperado al grado de que sus propietarios habían conseguido una segunda sucursal en la misma zona, pero la pandemia les arrebató ese logro.
“Hemos tenido que despedir a algunos de nuestros ayudantes, teníamos 13 personas trabajando y ahora tenemos una o dos, dependiendo como estén las cosas. Antes estaban llenos de gente los dos locales, pero ha sido una afectación brutal, te puedo decir que un 90 por ciento de la gente que venía ha dejado de hacerlo”, contó Marina Gómez, responsable del lugar.
Marina dijo a El Sol de Puebla que el negocio que inició su madre como una pequeña cocina económica espera sobreponerse una vez que sus clientes vuelvan a tomar clases en Ciudad Universitaria, luego de la falsa ilusión que se habían fijado para el 24 de enero.
Y es que no solo los alimentos son negocios que dependen de los estudiantes, también las papelerías, misceláneas, servicios de computadoras con internet, copiadoras y hasta imprentas como “Mercadeo Múltiple México”, que se ubica en la avenida San Claudio.
Giovanni Tobón atiende la imprenta que se estableció hace 20 años en Ciudad Universitaria para ofrecer impresiones, copias y hasta empastado para tesis. Dijo a este medio de comunicación que nunca creyó que iba a haber una temporada peor que los periodos vacacionales de la BUAP.
“Para nosotros esto que hemos vivido en los últimos dos años es como cuando la universidad estaba de vacaciones, aquí en vacaciones la actividad se moría totalmente y ahora llevamos casi dos años así, es lo peor que nos ha pasado”.
Explicó que el lugar dejó de emplear a cinco personas y espera que una vez retomadas las actividades presenciales se recupere al menos parte de la productividad del negocio.
Lo mismo espera Humberto Osorno, quien vende tacos de canasta frente a la Facultad de Arquitectura y ha permanecido ahí porque antes de la pandemia consiguió un local comercial.
“Nos conocían como los "tacos de arqui", iniciamos como ambulantes frente a Arquitectura y después nos venimos al local, se nos amontonaban los clientes y veníamos con dos canastas mínimo, ahora traigo una y vendo con quienes se detengan a comprar”, dijo.
LA SUSPENSIÓN DE CLASES AFECTÓ A EMPRENDEDORES
La familia de la señora Dolores Islas Valencia decidió vender antojitos en el patio de su casa en el 2018, llevaban dos años con un negocio próspero en el que ya habían contratado a seis trabajadores cuando llegó la suspensión de actividades en la máxima casa de estudios, primero por el paro estudiantil de febrero de 2020 y luego por la pandemia.
“No tenía mucho que había iniciado el negocio, ya me iba bien cuando empezó la pandemia y me tiró yo creo que al 90 por ciento las ventas, antes vendía mínimo unas 300 tortas y era muy bueno, hoy vendo dos”.
La madre de familia dijo que le resulta difícil de comprender que los alumnos de nivel básico acudan a la escuela desde que inició el ciclo escolar y los universitarios todavía sigan con clases en línea, pero confío en resistir unos días más con su negocio.