“Me han dicho groserías”, “me regañan, me dicen fuera de aquí”, expusieron niñas y niños tsotsiles, en un tendedero de denuncias, para evidenciar la situación que enfrentan al trabajar en las calles de Puebla siendo migrantes.
Esto durante el Festival de Maíz, evento que conmemoró los ocho años de trabajo de la asociación civil Yo’on Ixim (corazón de maíz en lengua tsotsil), que brinda educación y acompañamiento emocional para las familias migrantes de Chiapas que llegan a la capital poblana en busca de mejores condiciones de vida.
En este evento, que reunió a un poco más de 20 familias chiapanecas, se realizaron diversas actividades, entre ellas el tendedero de denuncias y un mapa de la discriminación, en donde los menores evidenciaron las afectaciones de las que han sido víctimas en las calles.
Estas niñas y niños, que se han visto forzados en obtener recursos económicos de actividades informales como la venta de dulces, malabares y de limosnas, describieron la forma en que las personas los han discriminado.
“En la calle me dicen que busque otro tipo de trabajo”, “me dicen que busque algo decente”, “las personas me regañan por la China Poblana”, “en mi lugar de trabajo me dicen váyanse de aquí”, fueron algunos de los mensajes.
No solo eso, los menores detectaron aquellos puntos de la ciudad en los que se han sentido más agredido por las personas en las calles. La mayoría coincidió en un punto: el Centro Histórico.
A decir de Marisol Jiménez Melo, represente legal de esta asociación, estas actividades buscan generar conciencia entre la sociedad poblana de que, al igual que miles de personas en el país, estos niños junto con sus familias buscan salir adelante. Este festival pretende enseñar que estas familias son víctimas de la pobreza en sus lugares de origen y, en su lucha por sobrevivir en las calles, se enfrentan al rechazo y a los prejuicios de las personas.
En el evento también se presentó una galería de arte conformada por dibujos hechos por los menores, así como una exposición de cine, en la que los menores, con ayuda de una cámara prestada por la organización, grabaron cómo pasan un día en las calles de Puebla.
Por un momento, los niños junto con sus padres dejaron un lado su vida en las calles, volvieron a disfrutar de su infancia, cantaron, bailaron, jugaron con otros y se divirtieron. Este día fue para recordar los años de intenso trabajo para eliminar los prejuicios en contra de estos grupos migrantes, que califican a los padres de familia como irresponsables, flojos o criminales al trabajar en las calles junto con sus hijos, finalizó Marisol.