/ domingo 21 de julio de 2019

¡Pan puerco para el empacho! Botica San Miguelito, la más antigua de Santa Rosa

Los insumos han incrementado con el paso de los años, pero ellos han mantenido los precios accesibles

Con aromas herbales de alcanfor, romero, árnica y ruda, es como la Botica San Miguelito da la bienvenida a los clientes que diariamente visitan el lugar.

Este distinguido y peculiar negocio que se ubica en la 3 norte 1011, abrió sus puertas hace 83 años, es decir, desde 1935, lo que la hace ser la única y más antigua botica del Barrio de Santa Rosa.

Foto: Julio César Martínez

Su estantería original en madera se mantiene conservada. En ella, además de exhibirse una amplia variedad de bálsamos, pomadas, esencias, aceites y lociones, destacan unos antiguos frascos de vidrio y tarros de cerámica que, al verlos, en automático nos remontan a aquellos años en los que los remedios se vendían en ese tipo de recipientes.

Apreciar un albarelo, botamen o tarro de farmacia actualmente es muy difícil, pues estos han sido sustituidos por envases de plástico debido a la practicidad y las nuevas normas que establecen las instituciones de salubridad.

Foto: Julio César Martínez

Estos frascos que se utilizaban como bote de farmacia, servían para almacenar y clasificar los distintos productos químicos, plantas medicinales y todas aquellas pócimas y brebajes que constituían la farmacopea antigua, remembranza que el doctor José Manuel Aguilar Hidalgo, lleva muy presente en su mente.

Aunque es él quien actualmente está al frente de la botica, fue su padre, el doctor Manuel Aguilar y Aguilar quien inició con este negocio que aperturó bajo la premisa de sanar principalmente a la gente del barrio con productos naturales, de calidad y a bajo costo.

Foto: Julio César Martínez

Fue así que con sus instrumentos de laboratorio y sus fórmulas -que celosamente resguardaba-puso en marcha sus conocimientos para mezclar las esencias, hierbas e ingredientes activos para crear aquellos productos que sanarían a la gente.

Tras ocho décadas de emprender este negocio, el lugar aún se mantiene activo bajo esa visión de ofrecer un producto natural, de calidad y que no afecte el bolsillo de las personas.

Foto: Julio César Martínez

Si bien, el doctor José Manuel reconoce que los insumos han incrementado con el paso de los años, ellos han mantenido en la botica los precios accesibles, esto en comparación con los medicamentos de patente que, pese a tener los mismos ingredientes activos, triplican el costo "solo por tener una etiqueta o una marca", comenta.

Sin embargo, asegura, la medicina tradicional seguirá manteniendo su valor, el cual comenta con orgullo, ha estado presente "desde la época de nuestras abuelitas".

Foto: Julio César Martínez

"Por ejemplo, recuerdo el ungüento del soldado, era para los piojos y las ladillas, o el pan puerco, que lo utilizaban en las familias para curar el empacho; antes eran de las más vendidas junto con el cold cream", comparte con alegría.

Para el doctor, tener vigente y activa la botica, le genera un gran sentimiento de alegría, en primera instancia, de saber que los hijos y nietos de los primeros vecinos del Barrio de Santa Rosa son ahora los nuevos clientes, lo que da muestra de que un lugar se puede convertir en un punto de gran tradición gracias a la atención y calidad que se les brinde, pero, sobre todo, asegura, por tener siempre en mente, la intención de sanar.

Entrar a la botica, dice, es adentrarse a un espacio de bellos recuerdos tanto de sus papás, como de los primeros vecinos que confiaron en sus productos; pero hoy esta historia se sigue escribiendo junto con su esposa y su equipo de trabajadores, con quienes ha logrado crear una segunda familia muy especial y que día a día, desde sus mostradores, están prestos para ofrecer a sus clientes la mejor esencia de la casa: la gratitud.

Con aromas herbales de alcanfor, romero, árnica y ruda, es como la Botica San Miguelito da la bienvenida a los clientes que diariamente visitan el lugar.

Este distinguido y peculiar negocio que se ubica en la 3 norte 1011, abrió sus puertas hace 83 años, es decir, desde 1935, lo que la hace ser la única y más antigua botica del Barrio de Santa Rosa.

Foto: Julio César Martínez

Su estantería original en madera se mantiene conservada. En ella, además de exhibirse una amplia variedad de bálsamos, pomadas, esencias, aceites y lociones, destacan unos antiguos frascos de vidrio y tarros de cerámica que, al verlos, en automático nos remontan a aquellos años en los que los remedios se vendían en ese tipo de recipientes.

Apreciar un albarelo, botamen o tarro de farmacia actualmente es muy difícil, pues estos han sido sustituidos por envases de plástico debido a la practicidad y las nuevas normas que establecen las instituciones de salubridad.

Foto: Julio César Martínez

Estos frascos que se utilizaban como bote de farmacia, servían para almacenar y clasificar los distintos productos químicos, plantas medicinales y todas aquellas pócimas y brebajes que constituían la farmacopea antigua, remembranza que el doctor José Manuel Aguilar Hidalgo, lleva muy presente en su mente.

Aunque es él quien actualmente está al frente de la botica, fue su padre, el doctor Manuel Aguilar y Aguilar quien inició con este negocio que aperturó bajo la premisa de sanar principalmente a la gente del barrio con productos naturales, de calidad y a bajo costo.

Foto: Julio César Martínez

Fue así que con sus instrumentos de laboratorio y sus fórmulas -que celosamente resguardaba-puso en marcha sus conocimientos para mezclar las esencias, hierbas e ingredientes activos para crear aquellos productos que sanarían a la gente.

Tras ocho décadas de emprender este negocio, el lugar aún se mantiene activo bajo esa visión de ofrecer un producto natural, de calidad y que no afecte el bolsillo de las personas.

Foto: Julio César Martínez

Si bien, el doctor José Manuel reconoce que los insumos han incrementado con el paso de los años, ellos han mantenido en la botica los precios accesibles, esto en comparación con los medicamentos de patente que, pese a tener los mismos ingredientes activos, triplican el costo "solo por tener una etiqueta o una marca", comenta.

Sin embargo, asegura, la medicina tradicional seguirá manteniendo su valor, el cual comenta con orgullo, ha estado presente "desde la época de nuestras abuelitas".

Foto: Julio César Martínez

"Por ejemplo, recuerdo el ungüento del soldado, era para los piojos y las ladillas, o el pan puerco, que lo utilizaban en las familias para curar el empacho; antes eran de las más vendidas junto con el cold cream", comparte con alegría.

Para el doctor, tener vigente y activa la botica, le genera un gran sentimiento de alegría, en primera instancia, de saber que los hijos y nietos de los primeros vecinos del Barrio de Santa Rosa son ahora los nuevos clientes, lo que da muestra de que un lugar se puede convertir en un punto de gran tradición gracias a la atención y calidad que se les brinde, pero, sobre todo, asegura, por tener siempre en mente, la intención de sanar.

Entrar a la botica, dice, es adentrarse a un espacio de bellos recuerdos tanto de sus papás, como de los primeros vecinos que confiaron en sus productos; pero hoy esta historia se sigue escribiendo junto con su esposa y su equipo de trabajadores, con quienes ha logrado crear una segunda familia muy especial y que día a día, desde sus mostradores, están prestos para ofrecer a sus clientes la mejor esencia de la casa: la gratitud.

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