Descendiente de curanderos y parteras tradicionales de Ayotoxco, con más de 40 años de experiencia y 74 de edad, doña Celia Tirado Ortiz es una matrona y curandera que mantiene viva la tradición ancestral y los saberes de la Sierra Norte de Puebla, conocimientos que ya no despiertan interés en las actuales generaciones.
De voz firme y con ideas claras y directas, en la entrevista que ofreció a El Sol de Puebla, habló con orgullo y dignidad sobre su oficio, y se autodefinió como curandera y partera tradicional. Inició a los 23 años, aunque tomó la decisión de dedicarse “de lleno” a los 28 años.
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Es nieta e hija de parteras y curanderas tradicionales; según confió, ambas tradiciones le gustan. Cuando comenzó, fue principalmente con base en los saberes que heredó, sin embargo, fue hasta 1983 cuando también inició su capacitación.
De igual manera, es practicante de la medicina tradicional mexicana desde hace 23 años; trabaja con empacho, mal aire, susto, levantamiento de vejiga, apretada de cadera, ventosas, sobadas, y acomoda caderas con estos saberes que, aún hoy, son reconocidos en su comunidad, mayormente de habla náhuatl.
Sobre la medicina alopática, diferenciaba que ella trabaja con malestares que los médicos no pueden atender, como el empacho, los estirones, las apretadas de cadera, los parches. Esto se suma a otras prácticas tradicionales como las limpias, que realiza con saúco, albahaca, hojas de aguacate y huevo.
“Les pegamos con las hierbas, luego le echamos un líquido que se hace con plantitas; a veces lo hacemos y otras veces lo compramos. Está hecho con hierbas y lo dejamos reposar hasta que esté verdecito. Luego le ponemos Siete Machos (una loción), así como agua bendita para hacer las limpias, para el susto, el mal aire, las malas vibras... También damos masajes (en la forma propia de esta parte del estado), sobamos la espalda, los pies, también desde la cabeza hasta los pies; ese es un masaje muy lindo, muy suave, muy sabroso”, dijo.
Durante la conversación, hubo tiempo para que contara su primera experiencia como partera, hace ya más de 40 años, con una mujer que también era primeriza. Según confesó, es la historia que más le gusta contar:
“Fue un niño que vino de pies. Para mí fue una experiencia gacha, pero lo voy a contar todo el tiempo porque a mí nunca se me va a olvidar… me avisaron, desde San Juan, que una mujer iba a dar a luz en esta comunidad que está, mínimo, a una hora. Me avisaron que la muchacha estaba con los dolores y, como no había muchos carros o vehículos, entonces fui, con hilo de coser, tijeras para rasurar, rebozos, aguardiente… También llevaba aceite de oliva, aceite rosado, en mi botellita, para ponerle a mi hilo. Cuando llegué, me la encontré en el camino, me dijo que ya no podía… le tuve que decir: 'Tienes que poder'. Yo la animaba. En ese entonces, las personas eran machistas, llevaban el pinche machete en la cintura. Les decía que recen por ella mientras yo estaba temblando como gelatina. Este fue mi primer parto… qué gacho fue eso”.
Luego de lavarse las manos y echarse aceite, empezó con las maniobras propias para atender este parto, que anticipaba sería difícil por la posición del bebé en el vientre. Describió paso a paso el procedimiento que utilizó, casi como si hubiese sido apenas un día antes.
“Sentía que era como una nube, no sé si sería mi temblorina, mi miedo, no sé qué; pero fue una cosa tan bonita y tan espantosa”, confesó, mientras continuaba su relato detallado, incluso hasta después del nacimiento de ese bebé, incluyendo el ritual para enterrar el ombligo, utilizando los machetes que llevaban los hombres, en ese mismo momento.
Por los nervios, hasta se tomó un aguardiente, y eso que ya no es afecta a las bebidas alcohólicas. Ahora, ese niño ya tiene tres hijos y la llaman abuela; la siguen visitando. Les sigue contando cómo fue su nacimiento, en un parto que fue muy forzado, con madre y partera primerizas.
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Sobre su forma de ser, habló de su gusto por el baile, a pesar de tener una lesión en la columna desde hace nueve años. Sobre estos oficios, señaló que son saberes muy importantes y pidió a las nuevas generaciones que se interesen por estos conocimientos, que no se pierda esta tradición, ya que en su municipio solamente hay cinco parteras tradicionales.
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No tiene alumnos, y a las nuevas generaciones ya no les llama la atención este conocimiento porque les da miedo y vergüenza; solo una nieta se interesa por inyectar.