HUEJOTZINGO, Pue. - Al menos tres días después de quedaratrapado en el lodo de la planta tratadora de Santa AnaXalmimilulco, los ojos del perro pastor todavía brillaban ayer enla oscuridad.
"Está agotado, ya no puede más". 21:12 horas del miércoles.Los comentarios de tres bomberos de la Estación Huejotzingoresuenan con urgencia en el recinto de cemento que una vezprometió ser la planta tratadora de Xalmimilulco, junta auxiliardel municipio de Huejotzingo.
A los pies de los uniformados se extiende una alberca deaproximadamente 250 metros de largo por 50 metros de ancho. "No haydirección, se conoce como K2", repite uno de ellos por radio a lacentral, mientras ilumina con una lamparita los límites de laestructura.
Allí, dos ojos responden intermitentes a las voces de losbomberos. Sin nombre, sin placa, sin dueño, la cabeza peluda de unperro blanco y negro sobresale entre el fango. "Rescate canino,tipo ovejero. No, no hay dirección", insiste a la central.
Es ovejero, pastor, pero el perro solo resguarda los cadáveresde decenas de vacas y cerdos. El ganado muerto, apilado en laalberca de la planta tratadora, llamó la atención el lunes de unfotógrafo de El Sol de Puebla.
Varias fotografías tomadas desde el exterior -“Es propiedadprivada”, advirtió entonces un vigilante- dejaban adivinar elolor fétido que desprendían los animales muertos. Este mediotrataba de acreditar que, efectivamente, la estructura deXalmimilulco, al igual que muchas otras en el estado, permaneceabandonada, que no trata las aguas, que no palia lacontaminación.
Una de las imágenes apareció el martes en el periódico. Esedía, al calibrar su nitidez, un editor vio al perro. Vivo, entrelas reses muertas, con lodo hasta el cuello, pero vivo.
“NO TE ARRIESGUES, TEPUEDES RESBALAR”
El miércoles otro fotógrafo regresó al lugar. Atravesó denuevo los alrededor de dos kilómetros de camino sin pavimentar queseparan el centro de la junta auxiliar de la planta tratadoraabandonada. Buscó con su cámara, otra vez desde el exterior, alperro entre los cadáveres. Lo encontró inmóvil, atrapado, aúnmás, entre el lodo. De pronto, el sonido de la cámara pareciódespertarle. Vivo.
La alarma llegó entonces a la mesa de redacción. Asociacionescomo Ángeles Peludos difundió su imagen en redes sociales. “Elperro está vivo, pero no saben si está atrapado entre losanimales muertos”, sintetizaba la publicación más de 100 vecescompartida.
“No te arriesgues, te puedes resbalar”. 21:24 horas delmiércoles. El oficial del segundo turno de la EstaciónHuejotzingo advierte del peligro que implica acercarse a laalberca. Sujetado con cuerdas, uno de los bomberos se atreve porfin a adentrarse en la estructura. Casi tumbado en la orilla, lanzauna soga para intentar alcanzar al animal. Uno, dos, tres y cuatrointentos hasta que el perro, asustado, se sumerge aún más en ellodo. Ni los silbidos, ni los gritos, ni los sonidos de besosconsiguen atraerle de nuevo.
Cambio de estrategia. 21:57 horas. Desde otro ángulo, el mismobombero, esta vez de pie, lanza de nuevo la soga. Después devarias veces, los gritos de júbilo de sus compañeros adviertendel éxito. “Quieto, quieto, quieto, ahí déjenlo tantito”,exclaman, mientras el perro, ya fuera de su trampa, intenta morderla cuerda, ladra y se agita hasta que consigue zafarse.
Los uniformados le instan, corriendo, a salir del recinto,atravesar el pasto para, ante la imposibilidad de agarrarle, almenos alejarle del peligro. “Es bravo, pero éste ya no vuelve aentrar”, sonríe uno de ellos.
CEMENTERIO DEANIMALES
La planta tratadora de Santa Ana Xalmimilulco se ha convertidoen un cementerio de animales. En 2014, una inversión estatal demás de 9 millones de pesos pretendía rehabilitar la obra hastatransformarla en un beneficio social para más de 16 milhabitantes. Tres años después, en cambio, es un foco deinfección y una trampa mortal para los perros callejeros.“Tienen sed, vienen a beber pero se quedan, ya no pueden salir,pasa sobre todo con los cachorros”, narra el policía municipalque custodia el recinto.
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