El Atoyac es ahora el río con más contaminación química y orgánica de todo México, de acuerdo con el último informe sobre la calidad de los afluentes del país elaborado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua). El punto más crítico está entre los límites de Puebla y Tlaxcala, donde los desechos industriales y municipales de ambas entidades son vertidos, en muchos casos, de forma ilegal. Según Francisco Javier Sánchez Ruiz, investigador ambiental, la excesiva polución del raudal se deriva de la permisividad y poca voluntad de las autoridades.
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De acuerdo con los últimos resultados de la Red Nacional de Medición de Calidad del Agua (RENAMECA), que da a conocer anualmente la Conagua, el Río Atoyac presentó en 2023 los niveles de Demanda Química de Oxígeno (DQO) y Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) –que son parámetros fundamentales para medir la impureza del agua– más altos de México.
Sánchez Ruiz, académico de la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), explica que ambos criterios determinan, entre otras cosas, la toxicidad de los cuerpos hídricos, razón por la cual su medición juega un papel determinante en la contaminación de los mismos. Además, detalla que los dos niveles, tanto la DQO como la DBO, ofrecen un panorama certero sobre los daños a los ecosistemas.
En la zona perimetral del Atoyac, los pobladores, especialmente los más longevos, ven con desesperanza la posibilidad de que el río recobre los paisajes que alguna vez tuvo, caracterizados por la abundante vegetación, presencia de animales y aguas cristalinas.
A unos pasos de la confluencia del Atoyac con el Xopanac –otro río que desciende de las faldas del Iztaccíhuatl y atraviesa los municipios de San Martín Texmelucan y Huejotzingo–, varios granjeros guían sus vacas hacia el afluente, donde inevitablemente beben aguas tóxicas.
Ricardo, de 57 años de edad, pastorea sus vacas en esta zona limítrofe entre Puebla y Tlaxcala. Este 2024 ha perdido dos animales a consecuencia de graves infecciones gastrointestinales, provocadas por ingerir las sustancias tóxicas del río. Esto no es nuevo, remarca, pues cada año pierde entre dos y cinco piezas de ganado, que son la principal fuente de ingresos en su familia.
El granjero reconoce el daño que provoca a sus vacas beber esa agua y, sobre todo, a quienes consumen sus productos, principalmente leche y queso. Sin embargo, afirma que no tiene otra opción. Asegura que su familia, al igual que muchas otras, se instaló en este lugar cuando todavía no estaba repleta de industrias, principalmente automotrices, alimenticias y de textiles.
La marginación y la desigualdad económica le impiden reubicarse lejos del afluente. Pero, además de ello, Ricardo considera que seguir viviendo en este entorno altamente contaminado es también un acto de resistencia, pues asegura que los habitantes originarios no deberían ser desplazados por empresas y autoridades omisas de cumplir la normatividad en la materia.
Atoyac, con niveles más altos de DBO y DQO en 2023
En octubre pasado, la Conagua difundió las conclusiones de la RENAMECA sobre los análisis hechos en 2023 a diversos ríos del país. Se midieron 410 parámetros, entre ellos los que establece la Norma Oficial Mexicana NOM-001-SEMARNAT-2021, la cual define los límites permisibles de contaminantes en las descargas de aguas residuales en ríos y lagos del país.
Dentro de los resultados, donde se midió la calidad de los cuerpos lóticos, es decir, que sus aguas se mueven en una dirección, se identificaron dos parámetros con niveles superiores a los que establece la normatividad.
Por ejemplo, la ley señala que los límites permisibles de DQO en los cuerpos hídricos nacionales rondan entre los 150 y 210 miligramos por litro (mg/L). En el caso del Atoyac, particularmente metros después de la confluencia con el río Xopanac, cuya ubicación se encuentra dentro de Nativitas, Tlaxcala, dicho parámetro es de mil 607 mg/L. Dicho de otra manera, supera entre 971 y 665 por ciento los límites que permite Conagua.
Respecto a la DBO, si bien la NOM-001-SEMARNAT-2021 no establece parámetros establecidos para ello, el Atoyac presenta 951 mg/L, siendo el registro más alto de todo el país. Sin embargo, como referencia, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) considera que una DBO de 5 mg/L es lo ideal para un cuerpo hídrico.
Particularmente, la zona que presentó dichos niveles fue poco después de la confluencia de los ríos Atoyac y Xopanac, lugar que tiene las siguientes coordenadas: 19°12'16.1"N 98°20'05.8"W.
Al respecto, Sánchez Ruiz advierte que estos niveles indican una alta carga de materia orgánica en el Atoyac, situación que puede disminuir el oxígeno disuelto y agudizar la muerte de organismos acuáticos, dejando daños irreversibles en los ecosistemas, entre otras cosas.
Después del Atoyac, los ríos con las cargas más altas de DQO fueron el de San Juan Ixhuatepec, que se encuentra entre los límites de Ecatepec y Tlalnepantla de Baz, en el Estado de México; y el Xochiac, también en Puebla. En 2022 los ríos que tuvieron los registros más altos de DQO fueron el Mixteco, en Oaxaca.
Gravedad de la toxicidad del Atoyac
De acuerdo con Sánchez Ruiz, doctor en Ingeniería Química por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), si bien no existe un parámetro que engloba la toxicidad de los cuerpos hídricos, pues se miden decenas de valores, la DQO y DBO son una de las principales formas de medir la contaminación real de los ríos y lagos en todo el mundo.
Cuando tienes estos parámetros tan elevados significa que las fuentes principales de contaminación no están siendo controladas y que básicamente la normatividad que marca Conagua para verter aguas residuales en bienes nacionales no está siendo cumplida apunta.
Cuando se habla de un DBO alto, enfatiza el experto, se infiere que el cuerpo hídrico, como es el caso del Atoyac –que recorre aproximadamente 200 kilómetros entre 18 municipios de Puebla y Tlaxcala–, posee concentraciones extremas de polímeros y materia fecal, principalmente.
No obstante, ello también es indicativo de que hay otros elementos que aniquilan el oxígeno, tanto en las aguas como en las riberas. Un ejemplo son los animales muertos que son vertidos al río, o bien sustancias orgánicas, como alcohol, hidrocarburos, detergentes, jabones y grasas animales o vegetales.
Por otra parte, Sánchez Ruiz detalla que, al tener un DQO alto en el Atoyac, se sabe que el río tiene una fuerte presencia de compuestos inorgánicos, como magnesio y hierro, además de que existen varios sólidos suspendidos.
Esto implica, además, que el afluente padece una alta concentración de metales y microplásticos, por ejemplo, lo que ocasiona afectaciones a la salud de los seres humanos y la flora y fauna.
Según el académico, contar con altos niveles de DQO y DBO en un mismo cuerpo hídrico es riesgoso, pues en las aguas se mezclan sustancias químicas y orgánicas, muchas de las cuales son patógenos expulsados mediante fluidos corporales y heces fecales, lo cual agudiza procesos químicos, como la resistencia bacteriana, que influye en la mutación de enfermedades.
Además de las graves implicaciones que tiene en la salud de los humanos animales, como el surgimiento de padecimientos crónico degenerativos, cancerígenos y renales, por mencionar algunos, la presencia de sustancias químicas y orgánicas dañinas para el oxígeno intensifica la contaminación del suelo y aire, pues las aguas se infiltran en la tierra y se evaporan. Esto sin contar que las aguas son vertidas directamente en cultivos que son suministrados a la población.
El especialista también subraya que cuando el DQO y DBO presentan niveles tan altos, como ocurre en el Atoyac, se impide el tratamiento de las aguas, ni con procesos químicos u orgánicos.
Hoy en día es prácticamente imposible que la flora y fauna que convive con el afluente en sus riberas no tenga sustancias tóxicas, remarca Sánchez Ruiz.
“Al tener estos dos parámetros tan elevados significa que voy a tener una fuerte contaminación del suelo y del aire, por la evaporación y la presencia de un vector que va a ayudar a la transportación de estos contaminantes, y que va a afectar directamente a la calidad del aire. Por eso se cuidan ambos parámetros, porque indican que el agua es de mala calidad, va a acabar con los ecosistemas alrededor y va a contaminar los alrededores”, subraya.
Pobladores pierden la esperanza
Hace 20 años que el Atoyac comenzó una fase continua de agonía, que coincide con la industrialización y crecimiento de la mancha urbana en los municipios de Huejotzingo y San Martín Texmelucan, asegura Ricardo, mientras camina junto a su hato de vacas.
La actualización sobre la grave situación del Atoyac no es una sorpresa para los habitantes de esta zona. Para personas como Ricardo, que han vivido en carne propia la transformación de este lugar, la esperanza de ver un afluente limpio, recuperado, es prácticamente nula.
La pérdida de la fe y el optimismo sobre la calidad del río no son casualidad. Han pasado poco más de dos décadas en las que autoridades de los tres niveles de gobierno han prometido el saneamiento de este raudal, sin embargo, asegura que “ya le dieron en la madre al pobre río”.
En este río yo bebía agua hace 20 años (...) Desde que se vinieron a asentar las fábricas todo mundo hace, con el perdón de la palabra, lo que su chingada madre quiere. Es un desorden. Y los afectados somos nosotros sostiene.
Con franca tristeza, y a punto de romper en llanto, Ricardo expresa que la degradación del Atoyac tiene responsables, pero considera que nunca habrá justicia para el río, pues en más de 15 años ninguna autoridad ha ofrecido una restauración total del mismo. Agrega que ni las empresas ni los pobladores, que también contribuyen a la contaminación del afluente, se han comprometido en la limpieza, razón por la cual el raudal está condenado a nunca recuperarse.
Pasan los gobiernos, como de Tlaxcala y de Puebla y siempre se comprometen a limpiar el río, y pasa uno y llega el otro, y todos prometen lo mismo (...) Al río nadie le ha hecho nada. Nadie. Todo el mundo se compromete, pero es mentira expresa.
Las enfermedades entre pobladores, especialmente en Nativitas, han sido constantes, y aunque las autoridades sanitarias de esa entidad no han emitido ningún aviso específico, personal de salud recomienda a los pacientes y sus familias mantenerse lejos del Atoyac.
Según el hombre, las condiciones del raudal actualmente son las más precarias y preocupantes, incluso para ellos, que han visto la contaminación del cuerpo hídrico desde hace más de 10 años.
Asegura que en este momento “ya nadie tiene escapatoria”, al mismo tiempo que lamenta que su generación no logró frenar los daños al río. “Se enferman y mueren nuestras vaquitas, y tenemos que tirarlas (...) Ustedes ya no tienen salvación”, repite.
Situación actual es causada por omisiones y falta de voluntad
Según el investigador Sánchez Ruiz, el Atoyac padece las consecuencias del rezago histórico en supervisión, ordenamiento y sanción que ha caracterizado a la subcuenca del Alto Atoyac, situación que depende directamente de los gobiernos Federal, así como de Puebla y Tlaxcala.
De acuerdo con el académico de la UPAEP, si bien rastrear cada una de las descargas furtivas a simple vista es complejo, hay fundamentos para saber que las principales fuentes de contaminación del afluente son las fábricas y empresas instaladas en los municipios de San Martín Texmelucan, Huejotzingo y Nativitas, en Tlaxcala.
Inclusive, el especialista subraya que, a pesar de tener una influencia importante sobre la polución del afluente, las descargas domiciliarias, muchas de las cuales también son irregulares, no son precisamente la principal fuente de contaminación química y orgánica en el Atoyac.
“La subcuenca del Alto Atoyac se alimenta de descargas industriales, particularmente en la zona limítrofe entre Puebla y Tlaxcala. Lo que está pasando es que las industrias no están cumpliendo la normatividad. Si bien es alto, no es tanto el aporte de las descargas municipales, esto viene esencialmente de la industria”, señala el experto a El Sol de Puebla.
Responsabilidad de los gobiernos estatales
En la zona hay por lo menos tres parques industriales, dos en Huejotzingo y uno en San Martín Texmelucan, dedicados a la manufactura de textiles y alimentos, principalmente. En Tlaxcala las fábricas se concentran en diversas zonas de Panzacola y Nativitas, principalmente.
Sánchez Ruiz apunta que esta zona se convirtió en un “paraíso de permisividad”, pues muchas empresas situadas en esta franja geográfica han encontrado varias formas de burlar las leyes nacionales, esto debido a que no existen procesos de vigilancia efectivos ni severidad en las sanciones, mientras las aguas residuales exceden casi todos los parámetros de contaminación.
Por otra parte, el académico de la UPAEP considera que el gobierno de Tlaxcala es responsable de la ocurrencia de varias omisiones relacionadas a la operación y vigilancia de las descargas residuales y plantas de tratamiento.
Según el especialista, la entidad vecina cuenta con una ley estatal en materia hídrica, la cual establece varios preceptos que se contraponen al estatuto nacional, mismo que corresponde a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
El experto detalla que la ley de la entidad tlaxcalteca no se encuentra alineada al mecanismo federal, lo cual provoca que las industrias y usuarios de las descargas residuales cumplan esencialmente la normativa local, que es considerablemente más permisiva que la nacional. Dicho de otra manera, al existir dos reglamentos, las empresas eligen cumplir con mayor rigor el de índole local, pese a que este no es necesariamente exigente. Esto sin contar que el gobierno de ese estado no cuenta con la infraestructura necesaria para vigilar todas las descargas.
De acuerdo con Sánchez Ruiz, la falta de un mecanismo legal coordinado con Tlaxcala agudiza buena parte del rezago en ese sentido. Por ello, asegura que es necesario que la Federación obligue a los dos estados involucrados en el Atoyac a trabajar con base a un solo instrumento normativo que sea eficiente y regule las responsabilidades de cada autoridad.
Contaminación agudiza rezago
La contaminación del Atoyac no sólo tiene implicaciones ecológicas para las comunidades cercanas, sino que también agudiza el rezago económico.
Juan Oropeza, presidente de la comunidad de San Miguel Analco, Tlaxcala, que comparte lazos cotidianos con Puebla, asegura que los pueblos de la región han sido gravemente afectados por la situación del afluente.
Aquí teníamos pescaditos. Mi papá veía hasta ajolotes (...) Aquí teníamos un parque, Ameyal, y llegaba mucha gente a nadar, pescar, había patos, teníamos un paisaje bonito. Luego metieron las descargas desde Xoxtla y se empezaron a secar. Ahorita ya no hay nada relata.
Si bien en la región se han asentado varias empresas transnacionales, ello no ha significado necesariamente prosperidad económica para todos los pobladores originarios. Según Oropeza, con la degradación del afluente se mermó buena parte de la vocación turística de la zona, además de que se restringió a la población de acceder a zonas limpias.
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Si hay un río limpio, hay turismo, días de campo, se empieza a generar economía. Esto ocasiona el rezago finaliza.