“Hércules” es un pastor alemán de un mes y medio de edad, el cachorro fue llevado a bendecir por la familia Zárate, en el marco de la fiesta de San Antonio Abad, con la intención de pedir al patrono de las mascotas que crezca sano y fuerte a diferencia de su antecesor que falleció siendo muy pequeño.
La familia busca tener un compañero al cual le puedan dar a amor, por lo que el cachorrito, con un listón rojo en el cuello recibió la bendición en el Templo de San Pedro por primera vez y con la esperanza de la familia de tenerlo muchos años entre ellos.
Él no fue la única mascota que acudió a la bendición este domingo, aunque la fiesta patronal de San Antonio Abad es hasta el 17 de enero; en un pequeño desfile del templo a la explanada de San Pedro Museo de Arte caminaron los dueños con sus mascotas: perros, gatos, conejos, cuyos y aves.
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“Zeus” es un rottweiler de cuatro años de edad, que acudió por primera vez llevado por su dueño Emilio Hernández, donde el cachorro dejó en claro que no se trata de una raza agresiva y contrario a lo que piensa la gente estaba más dócil que los más pequeños, dejándose acariciar y fotografiar por quienes lo pedían.
Lo mismo estuvo “Bolillo” un conejo de ocho meses de edad que generó ternura al ser llevado por su dueña, Sara María, quien aseguró que lo único que quiere es darle amor a su mascota y por eso lo llevó por primera vez a bendecir.
Como ellos, los dueños de la french, “Canela”; el buldog, “Bruce”; el perico, “Sol”; la gatita, “Caramelo”, y otros, pidieron por la salud de sus mascotas y para que no se pierdan, pues son los principales problemas a los que se enfrentan los animalitos.
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Durante la celebración de la misa, y también en la bendición, más que la voz del sacerdote, se escuchaban ladridos y el canto de las aves, mientras los dueños intentaban que sus mascotas se comportaran dentro del templo.
“Vamos a sacarte al chamuco”, “qué bueno que te bañé”, “debes portarte bien en la iglesia” y “te quiero”, fueron algunas de las frases que sus dueños dedicaron a las mascotas mientras trataban de controlarlos, antes de la oración y bendición, pues algunos desesperados comenzaron a jalar de sus correas y hasta a llorar.