Lo sucedido el sábado en La Corregidora de Querétaro, donde seudo aficionados de los Gallos arremetieron contra los de Atlas sin importar si éstos formaban o no parte de los grupos de animación de La Academia o habían arrancado la bronca es posible porque “la gente perdió el control de sus actos, ya sea porque alguien los mandó o simplemente por la efervescencia del propio deporte, desencadenando la locura social”, analizó el lunes la maestra en sicología social de la UPAEP, Dulce María Pérez Torres.
Para la investigadora los hechos perpetrados y el vanagloriarse de los mismos en redes sociales como exhibiéndolos como trofeos responde “al enojo social, la poca tolerancia a la frustración y a la pobreza con la que todo México está viviendo”, expuso.
Y es que “al hombre le gusta ver o hacer aquello que él no puede realizar para que las demás personas puedan gozar de la misma situación aun no estando ahí, pues al final goza del sufrimiento de otros en aras de ‘dignificarse’, manchando de sangre a todos”, pero sin hacerse responsable, “pues después de cometer todo tipo de acto dice, ‘yo no fui’”.
Esa cultura es la constante en las barras de México o en sus porras, “grupos de control e intimidación jugando todos, el mismo juego, situación posible porque la gente cae en la fácil de que por intimidar y golpear van a recibir un pago; aunque ni entiendan quiénes juegan, simplemente por sus propias necesidades, o por su sed de exhibicionismo sin importar si afecta a otros, perdiendo con esto toda la dignidad propia y la de otros”, repasó.
Según la investigadora en el futbol como en cualquier evento social existen tres niveles de afición: moderados, leves y apasionados. Los últimos pierden la dignidad o están fuera de la normalidad.
Quienes salen de la “normalidad” a menudo generan actos de “barbarie o locura social, gente incapaz de diferenciar el, ¿quién soy yo, quién es mi equipo y quién es el otro?”, remató.