¿Vale la pena pagar más por un producto orgánico que por un producto convencional? Este es uno de los cuestionamientos que han surgido tras el auge de estos alimentos provenientes de la agricultura y la ganadería que emplean prácticas no contaminantes. Por un lado, los productores, consumidores y especialistas en la salud destacan ampliamente los beneficios sociales y ambientales, pero también reconocen que su consumo se convirtió en una tendencia, lo que provocó que las grandes tiendas encarecieran lo saludable.
Aunado a esto, la falta de legislación, supervisión y el desconocimiento del consumidor, ha dado pie a que algunos productos que se ostentan como orgánicos no lo sean, y a la inversa, aquellos que sí lo son, no sean considerados como tales.
De acuerdo al informe del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), actualmente muy pocos productores apuestan por esta metodología, muestra de ello es que la entidad poblana se encuentra entre los últimos estados que realizan operaciones orgánicas: Chiapas, que se ubica en el primer lugar, registra 5 mil 484 productores certificados, mientras que Puebla solo cuenta con 10.
Los motivos por los que muy pocos productores apuestan por esta metodología es que se incrementa la mano de obra en el proceso productivo, no se valora el trabajo manual ni los ciclos naturales de crecimiento, además de que hay muy pocos espacios para que el productor pueda comercializar sus productos donde se le pague de manera justa, ya que en muchos casos, el intermediario incrementa el precio y este quien se lleva la mayor ganancia.
¿QUÉ ES UN PRODUCTO ORGÁNICO?
Bajo este escenario, el Senasica detalla que los alimentos orgánicos son productos de origen animal y vegetal elaborados y procesados de manera amigable, es decir, que evitan el uso de productos sintéticos como pesticidas, herbicidas o fertilizantes artificiales. Para esta actividad, el sistema nacional reconoce a organismos denominados como SCOP (Sistema de Certificación Orgánica Participativa) que, como su nombre lo dice, es un sistema de certificación dirigido a pequeños productores o familias organizadas que producen y comercializan sus productos directamente al consumidor final a través de tianguis o mercados establecidos.
Para ahondar en el tema, Lorena H. Cabrera, colaboradora del Sistema de Certificación Orgánica Participativa (SCOP) del Tianguis Alternativo de Puebla, agregó que, en el caso de la agricultura, no se utilizan químicos o aguas residuales, mientras que en la ganadería no se administran hormonas de crecimiento, anabólicos o antibióticos, ni se les alimenta a los animales con comida sintética.
“Una de las características principales (de los alimentos orgánicos) es que los procesos productivos (que los generan) son limpios y además cumplen con las regulaciones de la Ley de Productos Orgánicos (LPO) de México. Estos no deben tener agro-tóxicos en ninguno de los procesos, no se debe nutrir el suelo o al animal con químicos y esto debe ser desde la germinación o crecimiento hasta que llega al plato”, compartió para El Sol de Puebla.
Lorena H. Cabrera agregó que otra característica es el hecho de que los frutos orgánicos suelen tener algunas “imperfecciones” causadas por el clima, en comparación de aquellos que tienen una estética impecable. Incluso mencionó que muchas veces se compite contra “la belleza que está llena de químicos”, sin embargo, los propios consumidores ya empiezan a distinguir entre aquellos que tuvieron un proceso con químicos y aquellos que son naturales.
Por su parte, Daniela Rativa Gaona, integrante del Tianguis Alternativo de Puebla (lugar donde se ofertan productos orgánicos, naturales, agroecológicos y alternativos, ubicado en la colonia Bugambilias, y que se caracteriza por ser el único en la entidad que cuenta con un Sistema Participativo de Garantía y un SCOP) mencionó que la ausencia de químicos es fundamental para que un producto pueda ser considerado como orgánico, ya que estos dañan la fertilidad de la tierra y los ecosistemas; y, en segundo lugar, enfatizó los modelos de crianza de los animales de granja.
“Por poner un ejemplo, en la producción en suelo de gallinas ponedoras, en cada metro cuadrado puede haber 12 gallinas, hacinadas, sin conocer la luz del sol, no salen a pastorear, no tienen pico para evitar que se lastimen entre ellas, en un suelo lleno de excretas, alimentadas con estimulantes de crecimiento, hormonas y alimentos en fórmula para obtener un máximo rendimiento a costa del sufrimiento del ave", dijo.
"Mientras que para la producción orgánica, cada gallina necesita 40 m2 para su libre pastoreo, 20 cm de percha donde puedan descansar, un nido por cada 8 gallinas para poner huevos y un área cubierta para dormir y protegerse del mal clima y de depredadores. No se puede utilizar hormonas, ya que se respeta el ciclo natural del ave, su alimentación es diversa y balanceada para conservar su salud. Obviamente, no van a poner la misma cantidad de huevos que las otras y esto nos va a costar un poco más, pero vamos a tener un mejor aporte nutricional, mejor sabor, con una producción más sostenible y cuidando al ave”, aseguró.
De manera paralela, Lucila Tam Contreras, representante del Encuentro Comercial Sustentable Tameme –punto de venta de productos orgánicos, naturales y artesanales localizado en la zona de La Noria- coincidió sobre las diferencias físicas que hay entre un producto procesado con químicos y aquel que se hace bajo técnicas agroecológicas.
“En Tameme, por ejemplo, no vas a encontrar manzanas que brillan, ¿por qué? Porque las manzanas que brillan en los supermercados les ponen derivados del petróleo, como las ceras, para que brillen y se conserven más tiempo. Aquí, lo que sí vas a encontrar es que en algunas ocasiones las hortalizas llevan un gusanito o catarinas, y es un indicio que no hay nada que le está haciendo daño a la naturaleza. En el caso de la fruta vas a ver que está picoteada porque ahí estuvo un pajarito, o vas a ver rastros de granizada, porque respetamos los procesos de la naturaleza. No nos importa que estén brillantes o del mismo tamaño, lo que nos importa es que sean bajo procesos saludables”, aseguró.
DAÑOS Y BENEFICIOS
La doctora Alejandra Figueroa, Nutrióloga y Healt Coach Certificada por el Institute for Integrative Nutrition, asentada en la Ciudad de México, destacó que, debido al aumento poblacional, los procesos productivos se aceleran para tener una mayor cantidad de alimentos en menor tiempo.
“Para producir más cantidad y producirla más rápidamente, se ha tenido que recurrir a estas prácticas, que impactan y afectan nuestra salud enormemente, causando muchas enfermedades”, aseguró.
Por tal motivo, consideró que los productos orgánicos, al ser libres de pesticidas, fertilizantes químicos, hormonas y antibióticos, no perjudican nuestra salud; en segundo lugar, no afectan al medio ambiente, ya que se protege el aire, agua y el suelo; y, en tercer lugar, los alimentos orgánicos conservan mejor sus nutrimentos.
Bajo este escenario, Lucila Tam refirió que, de primera mano, ha sabido de algunos casos del daño provocado por la ingesta de pesticidas a través de los alimentos convencionales. “Los herbicidas son un tóxico horrible que inclusive causan mutación genética, empiezan a nacer niños sin un ojo o con el estómago abierto y es una triste realidad; además son cancerígenos en grado superlativo, sin dejar de lado que dañan la fertilidad de la tierra”, indicó.
Explicó que el herbicida se utiliza en muchos campos para matar la hierba que crece debajo de las plantas, principalmente en el maíz, para que esta no ahogue la milpa y la deje crecer, no obstante, refirió que la limpieza de la flora invasiva se debe hacer a mano y no con químicos.
En este sentido, Karla Cortés, Nutriólogo Clínico en Puebla, recordó que en 2012 Científicos de la Universidad de Stanford publicaron un estudio que, de acuerdo a la comparativa que hicieron sobre los productos convencionales y orgánicos, llegaron a la conclusión de que estos últimos no eran más saludables y no presentaban más nutrientes, sin embargo, el trabajo de investigación sí reveló que el consumo de carnes no orgánicas presentaba un 33% de riesgo más de ser resistentes a los antibióticos.
No obstante, desde su experiencia profesional, la doctora Cortés detalló que las frutas orgánicas registran mayor cantidad de antioxidantes y flavonoides que favorecen a la salud, además tienen menos residuos de pesticidas, ya que en estos cultivos se elimina el uso de pesticidas artificiales.
De manera paralela, la señora Nora Santamaría Grande, originaria del municipio de Neltican, se dedica a la ganadería de traspatio (principalmente de cerdos, gallinas, guajolotes y patos) destacó que aquello que anteriormente se conocía como "criollito" o "criollo", ahora se conoce como orgánico, y consideró que después de tantos años de que la población empezó a consumir productos a base de pesticidas, ahora están buscando aquellos alimentos que los campesinos
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"En esta zona de Puebla nunca hemos regado con aguas negras, pero en otras regiones sí. Por ejemplo, estos nopalitos, el aguacate, el limón y el árbol de ciruelas que tengo, lo sembramos para nuestro propio consumo y ¿con qué lo vamos a sembrar? con agua limpia. En el caso del huevo; el que compramos el la tienda, su color y su sabor es diferente, en cambio, los que ponen mis gallinas sabe mejor. Con el pollo que criamos sucede lo mismo; su carne es más sabrosa, no tiene tanta grasa; y de los cerdos, aquí no se le pone nada, más que su alimento (…) Este árbol de limón es criollo, es más chiquito, pero tiene más jugo y no tiene ningún fertilizante", compartió.
En ese sentido, refirió que debido a que la gente de la ciudad no tiene la facilidad de viajar constantemente al campo y comprarle directamente a los pequeños productores, deciden hacerlo a través de intermediarios o en los supermercados; sin embargo, en este último caso les piden un tamaño estándar, un empaque especial, el pago del sello orgánico y el proceso de mercadotecnia, lo que provoca que el producto sea muy caro en comparación cuando visita a las comunidades o mercados donde ofertan esta
“Comprar lo criollo, lo que viene del campo, es mil veces mejor, así ayudamos al campesino y la economía local”, aseguró.
POCOS PRODUCTORES POBLANOS APUESTAN POR LO ORGÁNICO
De acuerdo con el reporte del Senasica, México es el cuarto productor de alimentos orgánicos en el mundo, siendo los estados de Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Chihuahua y Nuevo León los líderes en superficie destinada a esta actividad, mientras que Puebla se encuentra muy por debajo de estas entidades.
Según el informe, México cuenta con un total de 7 mil 996 productores certificados y 69 mil hectáreas destinadas para esta actividad, los cuales se desagregan a continuación:
Elaboración propia con datos del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).
Los datos del Servicio de Calidad Agroalimentaria revelan que Puebla se ubica entre las entidades con menor número de productores certificados, además de que en el estado únicamente se destinan 142 hectáreas para la siembra de alimentos orgánicos, mientras que Chiapas registra una superficie de 12 mil 551 hectáreas.
¿POR QUÉ SE ENCARECEN LOS PRODUCTOS ORGÁNICOS?
Los procesos y tiempos de producción, aunado a la falta de productores que se involucren en las técnicas orgánicas, son factores que provocan que los alimentos tengan un precio más elevado en comparación con los convencionales, sin embargo, las expertas en la materia señalan que en los mercados alternativos el incremento puede ser en un rango del 25 al 50 por ciento, y en algunos casos hasta del 100 por ciento, mientras que en los supermercados el incremento es del 200 o incluso del 300 por ciento.
Lorena H. Cabrera, representante del SCOP, aseguró que las grandes cadenas comerciales fueron las que exponenciaron los precios debido a que estas deben pagar envío, transportación, exhibición, empaquetado, marketing y pago de certificaciones de aquellos productos orgánicos que reciben de otros países o estados, de ahí que la ciudadanía tenga la idea de que los productos son sumamente caros y de difícil acceso.
“Desafortunadamente hay quienes tienen la idea de que el producto orgánico necesariamente debe venir de otro país, de China, de Estados Unidos o América del Sur, cuando no es así. En el caso de los productos orgánicos que sí vienen del extranjero, tienen que pagarle a las certificadoras, pagan el espacio, la exhibición y todo eso es lo que encarece el producto”, expuso.
Daniela Rativa, del Tianguis Alternativo, coincidió en que estos puntos de venta surgieron con la intención de que el pequeño productor haga la venta directa con los consumidores, por lo que los costos que se ofertan en estos mercados son mucho más accesibles que los centros comerciales.
“Nosotros hemos hecho el seguimiento, desde hace unos siete años, de cómo es la comparativa de precios con los supermercados, y hemos observado que las empresas grandes tienen que pagar refrigeración, empleados, publicidad, transporte, empaquetado y el sello de certificación, y por eso ellos ponen ese precio tan costoso. Nosotros aquí mantenemos la garantía de los procesos limpios, de una producción local, no viaja tantos kilómetros y por eso los precios son accesible y permanecen estables”, indicó.
Tan solo en el último reporte realizado por la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) (2018), al comparar productos convencionales con productos orgánicos de diferentes supermercados de la Ciudad de México, principalmente Chedraui y Walmart, se observó que hubo productos en los que el rango de diferencia alcanzó hasta el 337%.
EXISTEN LAGUNAS LEGALES QUE ENTORPECEN LA CERTIFICACIÓN PARA LOS PEQUEÑOS PRODUCTORES
De acuerdo al padrón del Senasica, a la fecha, solo existen cuatro Sistemas de Certificación Orgánica Participativa (SCOP) en la república: uno en la Ciudad de México, otro en el Estado de México, uno más en San Luis Potosí, y uno en Puebla; de este última Lorena H. Cabrera es representante junto con otros académicos, productores y voluntariados en el Tianguis Alternativo de Puebla.
Cabrera reconoce que la falta de organismos de certificación en el país, impide que haya evaluaciones constantes de los procedimientos de muestreo, pruebas y verificación de los productos que se ofertan, hecho que vulnera al consumidor.
“Desafortunadamente, la ley no tiene tantos dientes, y a pesar de que la ley marca ciertas sanciones, no es muy usual que pase esto, y ¿qué sucede?, que el desconocimiento por parte del consumidor de las características que deben tener los productos orgánicos, los hace vulnerables”, indicó.
Agregó que, aunque actualmente existe un sello distintivo nacional de identificación, el Senasica no da apertura para que los SCOPS lo utilicen, pues únicamente les da la facultad de verificar que se cumplan los procesos, lo que impide que los pequeños productores cuenten con esta distinción pese a contar con todos los requerimientos.
“Esa es una laguna que nosotros tenemos porque no podemos usar el sello, aunque estamos reconocidos por el Sistema de Certificación, no obstante, hacemos el acompañamiento para que alcancen”, comentó.
“COMER SALUDABLE ES UN ESTILO DE VIDA”
Bryan Flores es cliente frecuente de la cadena de restaurantes Ojo de Agua. Este lugar se caracteriza por vender alimentos saludables y para ello integra en sus platillos algunos insumos orgánicos, frescos y con un estándar de calidad especial.
La misión principal del lugar, es ofrecer platillos saludables y balanceados, con el fin de mejorar la calidad de vida de quienes lo consumen, hecho que, asegura Bryan, lo logran.
“Lo importante de comer platillos saludables es justamente eso, saber que beneficia a tu salud; segundo, te da seguridad de saber que vas a comer un producto de calidad, libre de pesticidas y que lo están preparando al momento. Para mí, lo vale. También es cierto que comer saludable incrementa el precio debido a la calidad del insumo que llega a tu mesa”, añadió.
“Sabemos que hoy en día muchos huertos son regados con aguas tratadas, que los animales son alimentados con productos que traen químicos o anabolizante para aumentar el crecimiento, musculatura y hacer que el animal esté más grande. Pero en este tipo de sitios sabes que te van a vegetales libres de pesticidas, o que el animal fue criado de manera más natural y evidentemente aumenta el costo”, continuó.
Agregó que a la fecha hay un nicho muy específico y a la vez muy mínimo que busca alimentos saludables: “uno, el que se cuida, porque ya es un estilo de vida; y dos, el que ya está muy mal, porque desgraciadamente ya tiene obesidad o diabetes, y le dicen `come sano´ y es ahí donde le cuesta trabajo”.
Del mismo modo, señaló que todos tenemos accesibilidad a comer sano, sin embargo, regularmente se priorizan los productos dañinos, como el refresco, en lugar de comprar agua natural.
Ante este panorama es que los productores y representante de mercados alternativos apelan a una producción más sostenible para el progreso de la soberanía agroalimentaria, con el objetivo de que cada estado sea autosuficiente en la producción de alimentos mediante técnicas amigables con el medio ambiente, que no afecten el trato de los animales, ni la salud de los consumidores.