El saneamiento del Río Atoyac en Puebla ha sido uno de los temas que diversas autoridades han intentado concretar a lo largo del tiempo, pero que hasta ahora, después de años y millones de pesos de presupuesto público invertidos en ello, no ha logrado.
Mientras se elaboran nuevos planes y se aterrizan ideas para tratar de hacerlo, las autoridades locales ubican cuatro principales puntos de contaminación del afluente en su paso por el estado: Cuautlancingo, Barranca honda, los alrededores del rastro municipal de Puebla y la presa de Valsequillo.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Medio Ambiente del ayuntamiento de Puebla, se trata de zonas industriales, drenajes y hasta negocios irregulares que vierten aguas negras en el río.
Pero no son solo esos cuatro focos de contaminación los que deben corregirse.
Especialistas en temas de medio ambiente y conocedores de la problemática del Atoyac aseguran que, del lado de Puebla (porque el problema también le compete al estado de Tlaxcala, desde donde baja el río), deben incorporarse a las tareas de saneamiento las autoridades de 22 municipios que integran la cuenca.
Para que el agua del Atoyac mejore no solo se deben firmar convenios entre gobiernos estatales, Puebla y Tlaxcala, sino también accionar entre los municipios por donde cruza, puesto que de lo contrario nunca se logrará nada, asevera Verónica Mastretta Guzmán, ambientalista y presidenta de la asociación civil “Dale la cara al Atoyac”.
Los municipios que tendrían que ser involucrados son los siguientes:
Puebla, Tlahuapan, Huejotzingo, San Salvador el Verde, San Martín Texmelucan, Chiautzingo, San Pedro Cholula, San Andrés Cholula, Amozoc, Ocoyucan y San Matías Tlalancaleca
También, San Felipe Teotlalcingo, Cuautlancingo, Coronango, Juan C. Bonilla, Tlaltenango, Domingo Arenas, Cuautinchán, San Jerónimo Tecuanipan, San Gregorio Atzompa, San Miguel Xoxtla y Chignahuapan tendrían que coordinarse.
En entrevista con este diario, Mastretta Guzmán resalta que muchos gobernantes le han apostado a limpiar el río, pero debido a la gravedad de la contaminación del agua no han podido hacerlo, porque no ha habido una auténtica suma de esfuerzos en cada uno de los programas emprendidos.
Si bien sostiene que es muy grande el problema, por lo que que nadie quiere dar los primeros pasos, resalta que debe “sentarse” a los responsables de los 22 ayuntamientos para que se homologuen reglamentos y se verifiquen quién contamina a quién, pues de lo contrario las aguas se pasan de un lado a otro sin saber de dónde vienen y eso impide frenar la suciedad.
“Todos (los gobiernos) ven tan grande el problema, que dicen, ‘mejor veo a otro lado’. Sienten a los 22 ayuntamientos y chequen qué tienen, si no están todos en la mesa no va a pasar nada, por eso es tan grave problema”, declaró.
Subraya que una sola demarcación, un solo nivel de gobierno, no podría cargar con este objetivo, ya que por más que se tengan muy buenas intenciones el trabajo es muy pesado, por lo que no sería justo ni viable hacer lo que le corresponde a los demás implicados.
SUSTANCIAS CANCERÍGENAS EN EL RÍO ATOYAC
En 2015 la ambientalista y su equipo de colaboradores realizaron un estudio de la cuenca del río, que arrojó la existencia de bacterias, como la Daphnia, conocida como pulga de agua, la cual transmite enfermedades gastrointestinales a los seres humanos.
Incluso también se encontraron sustancias como Zinc, Vanadio, Níquel, Manganeso, Plomo, Cobalto, Cadmio y hasta Cromo, lo que en conjunto es un potente emisor de enfermedades para quienes se encuentren cerca de la cuenca, aunque no beban del agua ni se metan en ella.
En el documento elaborado aquella vez citó que, de acuerdo con el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estas sustancias pueden ocasionar enfermedades cancerígenas, lesiones renales, anemia, esterilidad y neumonía, entre otros padecimientos graves.
A la par detectó que las fuentes principales de contaminación son talleres automotrices, la industria del petróleo, rastros, procesadoras de carnes y embutidos cercanos a la zona de la Central de Abasto, así como la industria cosmética y farmacéutica.
LA PUERTA PARA CONTAMINAR
Las licencias de funcionamiento que se otorgan desde los gobiernos municipales son la puerta que abre paso a la contaminación, por lo que es obligado que el saneamiento sea atendido de manera conjunta e incluya la actualización de herramientas jurídicas en torno a los permisos que se otorga a fábricas y rastros, pues se otorgan sin verificar realmente el tema de las descargas de aguas residuales.
Por tanto, aquellas industrias, inmobiliarias, negocios y demás fuentes de contaminación sacan sus aguas de manera ilegal, pero a través del drenaje del municipio al que pertenecen.
Esto pareciera no ser una conducta indebida, sin embargo, al llevarse a cabo de ese modo, no se percatan de lo que lleva el líquido y al estar dentro de un colector municipal, el Sistema Operador de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de Puebla no puede verificar si hay contaminantes o no.
Eso significa que no sanciona o clausura a quienes contaminan y el problema persiste de manera habitual, lo que se ve reflejado en el olor, color y los desechos que se observan en el barrancas o canales del río Atoyac en su paso por la ciudad.
La idea, asienta Mastretta, es que los reglamentos de los municipios sean homologados, pues así existiría mayor interacción para saber cómo actuar en el tema y poco a poco poder poner orden en el mismo.
26 AÑOS DE INTENTOS INFRUCTUOSOS PARA SANEAR EL ATOYAC
Los esfuerzos publicitados para limpiar el Atoyac comenzaron en 1996 con el entonces gobernador Manuel Bartlett Díaz. Un sexenio después, con Melquiades Morales Flores se creó el corredor industrial Morelos con la instalación de plantas tratadoras para reducir los daños.
A su vez, Mario Marín Torres destinó 5 mil millones de pesos para una propuesta de rescate denominada “La Carta de la Tierra”, misma que también giraba en torno a limpiar la cuenca.
Rafael Moreno Valle aportó alrededor de 40 millones de pesos para rehabilitar 11 plantas de tratamiento de agua y con la llegada al poder del también panista José Antonio Gali Fayad se utilizaron (o eso se dijo) 210 millones de pesos para la compra de tres barcos que limpiarían el río.
Mientras que, en un tiempo no muy lejano, en septiembre de 2020, después de más de tres años de la recomendación por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para atender el río, se firmó el convenio “Marco para el Saneamiento del Río Atoyac, Puebla y Tlaxcala”, con el actual gobernador Miguel Barbosa Huerta y con quien era su homólogo en esa entidad, Marco Antonio Mena Rodríguez.
Pese a la erogación de miles de millones de pesos, hoy el afluente sigue contaminado a niveles de gravedad, por lo que no solo organizaciones civiles piden que se sanee, sino colonos que habitan decenas de fraccionamientos a lo largo del cauce también urgen que ya no se haga caso omiso a un problema latente que día con día cobra mayor fuerza.
Una buena parte de los residentes de La Vista y Lomas de Angelópolis, dos de los fraccionamientos más exclusivos del estado, también sufren las consecuencias de contar con un río contaminado. Los que viven cerca del cauce no pueden evitar que el olor de las aguas negras entre en todos los rincones de sus residencias.
HABITANTES URGEN ATENCIÓN AL RÍO
Las voces de los ciudadanos también salen a relucir, pues durante un recorrido realizado por EL SOL DE PUEBLA los habitantes señalan que la problemática los aqueja en su manera de vivir.
Roja, verde, azul y hasta morada es como se ha observado el agua del Atoyac en Barranca Honda, una zona popular del norte de la ciudad de Pueblas, colindante con Tlaxcala. Los vecinos exponen que son varios los desechos que flotan sobre el agua, que al combinarse generan varios tintes.
Aquí el olor no es tan fuerte, pero los animales mueren al tomar el líquido, por ello los habitantes vigilan de manera cuidadosa a su ganado, pues en cualquier momento un descuido podría dejarlos sin uno de ellos.
José Antonio y Roberto, quienes viven en la zona, reconocen que el drenaje de las casas va directo al río y por si esto fuera poco también los desechos del hospital de San Pablo del Monte, Tlaxcala, lo que se suma a las fuentes de contaminación.
Ellos han solicitado a las autoridades que se atienda la situación, pero sus peticiones han sido en vano, ya que han hecho caso omiso y la historia de la cuenca sigue siendo la misma.
En Cuautlancingo, en la calle 16 de Septiembre de la cabecera municipal, los colonos urgen una verdadera atención. Recuerdan que desde años atrás las autoridades les han mencionado que se intervendrá el afluente, pero acusan que solo se ha tratado de promesas al aire.
Indican con pesar que ya se han acostumbrado al olor y a la vista, pero no pierden la fe en que un día esto cambie y puedan conocer un poco de ese lugar en el que hace décadas el agua lucía transparente.
Por ahora, en temporada de calor y como parte de las secuelas de un río negro, no abren las ventanas o puertas de sus casas más que para lo necesario, ya que con los rayos del sol el olor se convierte en su peor pesadilla.
En la presa de Valsequillo, del otro lado del municipio poblano, el panorama es similar, los recuerdos son lo único que queda de un río lleno de vida, en el que años atrás lavaban su ropa, usaban el agua para limpiar su casa, cocinar e incluso se metían a nadar.
Doña Lupita es testigo de ello. A sus más de 60 años de edad asegura que todavía pudo encontrar el agua cristalina, tiempo después se volvió tóxica y ahora ni los perros beben de ahí.
Mientras el tiempo pasa y las autoridades prometen hacer algo al respecto, solo una coordinación de los dos estados y todos los municipios involucrados (22 de Puebla) será lo único que podrá dar resultados, remata Verónica Mastretta. Por ahora, el futuro se muestra incierto.