/ lunes 5 de noviembre de 2018

Ricardo, el camarógrafo migrante que fue secuestrado

A su compañero lo mataron

Semanas cruzando el país a pie o en autobuses y tomando decisiones siempre de último momento es como avanza la Caravana Migrante, en la que los estragos del viaje ya se hicieron presentes, toda vez que sus integrantes -principalmente niños- llegaron al albergue de San Juan de los Lagos en Puebla con infecciones respiratorias, gastrointestinales, sarampión y hasta varicela.

Las lluvias y las bajas temperaturas no han sido los únicos enemigos de los migrantes, también lo son el cansancio y la falta de solidaridad de las poblaciones en algunos puntos, donde no recibieron lo básico: alimento.

Los miles de centroamericanos huyen de la inseguridad, escasez de trabajo y bajos salarios. Algunos, como Ricardo Rodríguez, de profesión camarógrafo de un canal de televisión en Honduras y quien fue secuestrado, o Nallely, de 16 años de edad, quien era extorsionada en el colegio por las guerrillas, prefieren enfrentarse al sufrimiento del camino que permanecer en su hogar.

A Ricardo lo secuestraron las guerrillas suponiendo que tenía información sobre la ubicación de algunas armas, a su compañero lo mataron y días después pidió asilo político en Guatemala, donde lo recibieron; sin embargo, su condición de vida no mejoró, pues fue señalado tras la privación de su libertad, por lo que al ver pasar la caravana este año decidió seguirla, aunque su familia continúa en Centroamérica.

Con un dejo de tristeza dibujado en el rostro, se dice reconfortado al recibir en México la ayuda que en su país natal no tiene, ya que compartió que en la mayoría de los lugares a los que ha llegado siempre le dan a él y el contingente con el que viaja alimento, ropa y hasta una palabra de aliento; en otros lugares ni siquiera comida ha tenido.

La situación de Karen y sus cuatro hijos no es diferente. Ella trabajaba en Nicaragua en una maquiladora, pero el salario era insuficiente y la inseguridad no les permitía vivir, por lo que al saber del paso de la caravana tomó la decisión de unírsele. La idea no es llegar a Estados Unidos, sino encontrar algún trabajo en Tijuana y ahí poder brindarles educación a sus hijos, quienes se paraban detrás de ella, protegiéndola, a pesar de ser unos niños.

Karen es una adolescente de sonrisa y voz tímidas, viaja con su hermano desde Honduras, el cual la protege, pero también la reprendía al pedirle que guardara todas sus pertenencias, pues quería limpiar la colchoneta donde iban a dormir. Ellos escaparon de las guerrillas que los extorsionaban en el colegio y, a su corta edad, todavía no saben qué quieren hacer al llegar al país vecino, si es que tienen la suerte de cruzar la frontera.

También estaba Wendy Sánchez, quien se nota cansada de repetir una y otra vez su historia a los medios de comunicación en los estados por los que ha pasado, por lo que se limitó a decir que los salarios son muy bajos y la inseguridad no les permite una vida digna, por lo que emprendió el viaje, pero decidió no exponer a sus tres hijos a este calvario.

Todos viajan con miedo, pero también con esperanza de poder encontrar un mejor futuro; tienen temor de las amenazas en la frontera con Estados Unidos, pero quieren tomar el riesgo antes que seguir sometidos en sus países, donde, aseguran, no hay futuro.

Ayer por la mañana en San Juan de los Lagos tuvieron que hacer un doble esfuerzo para atender a la caravana porque llegó un amplio contingente de migrantes a desayunar, toda vez que en el Polideportivo de Xonaca, que se dispuso como albergue, no tuvieron los insumos para alimentarlos.

Semanas cruzando el país a pie o en autobuses y tomando decisiones siempre de último momento es como avanza la Caravana Migrante, en la que los estragos del viaje ya se hicieron presentes, toda vez que sus integrantes -principalmente niños- llegaron al albergue de San Juan de los Lagos en Puebla con infecciones respiratorias, gastrointestinales, sarampión y hasta varicela.

Las lluvias y las bajas temperaturas no han sido los únicos enemigos de los migrantes, también lo son el cansancio y la falta de solidaridad de las poblaciones en algunos puntos, donde no recibieron lo básico: alimento.

Los miles de centroamericanos huyen de la inseguridad, escasez de trabajo y bajos salarios. Algunos, como Ricardo Rodríguez, de profesión camarógrafo de un canal de televisión en Honduras y quien fue secuestrado, o Nallely, de 16 años de edad, quien era extorsionada en el colegio por las guerrillas, prefieren enfrentarse al sufrimiento del camino que permanecer en su hogar.

A Ricardo lo secuestraron las guerrillas suponiendo que tenía información sobre la ubicación de algunas armas, a su compañero lo mataron y días después pidió asilo político en Guatemala, donde lo recibieron; sin embargo, su condición de vida no mejoró, pues fue señalado tras la privación de su libertad, por lo que al ver pasar la caravana este año decidió seguirla, aunque su familia continúa en Centroamérica.

Con un dejo de tristeza dibujado en el rostro, se dice reconfortado al recibir en México la ayuda que en su país natal no tiene, ya que compartió que en la mayoría de los lugares a los que ha llegado siempre le dan a él y el contingente con el que viaja alimento, ropa y hasta una palabra de aliento; en otros lugares ni siquiera comida ha tenido.

La situación de Karen y sus cuatro hijos no es diferente. Ella trabajaba en Nicaragua en una maquiladora, pero el salario era insuficiente y la inseguridad no les permitía vivir, por lo que al saber del paso de la caravana tomó la decisión de unírsele. La idea no es llegar a Estados Unidos, sino encontrar algún trabajo en Tijuana y ahí poder brindarles educación a sus hijos, quienes se paraban detrás de ella, protegiéndola, a pesar de ser unos niños.

Karen es una adolescente de sonrisa y voz tímidas, viaja con su hermano desde Honduras, el cual la protege, pero también la reprendía al pedirle que guardara todas sus pertenencias, pues quería limpiar la colchoneta donde iban a dormir. Ellos escaparon de las guerrillas que los extorsionaban en el colegio y, a su corta edad, todavía no saben qué quieren hacer al llegar al país vecino, si es que tienen la suerte de cruzar la frontera.

También estaba Wendy Sánchez, quien se nota cansada de repetir una y otra vez su historia a los medios de comunicación en los estados por los que ha pasado, por lo que se limitó a decir que los salarios son muy bajos y la inseguridad no les permite una vida digna, por lo que emprendió el viaje, pero decidió no exponer a sus tres hijos a este calvario.

Todos viajan con miedo, pero también con esperanza de poder encontrar un mejor futuro; tienen temor de las amenazas en la frontera con Estados Unidos, pero quieren tomar el riesgo antes que seguir sometidos en sus países, donde, aseguran, no hay futuro.

Ayer por la mañana en San Juan de los Lagos tuvieron que hacer un doble esfuerzo para atender a la caravana porque llegó un amplio contingente de migrantes a desayunar, toda vez que en el Polideportivo de Xonaca, que se dispuso como albergue, no tuvieron los insumos para alimentarlos.

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