“Me decían que me metiera de secretaria, pero no, no megusta”, expresa Alma Mendoza López, una mujer que desde hacesiete años trabaja en obras de construcción y que sabe de mezcla,pintura y acabados.
A la distancia, con el casco y el chaleco protectores, Almaparece uno más de los tantos hombres que construyen una plazacomercial al sur de la ciudad, pero el maquillaje y el esmalte enlas uñas revelan su verdadera identidad, la de una mujer.
Por necesidad, pero también por gusto, confiesa, comenzó atrabajar barriendo, levantando restos de material y limpiandoáreas en las obras de construcción, y aunque ha tenido laoportunidad de cambiar de empleo, no lo ha hecho.
Y es que agrega, por su personalidad activa y su carácterfuerte, prefiere un ambiente como el de la construcción, dondetodo el día hay algo qué hacer y puede aprender cosas nuevas,“además, porque siempre me ha llamado la atención esto de laconstrucción”, añade.
Desde hace años que trabajó en un restaurante en EstadosUnidos donde empezó “desde abajo” y ascendió por variospuestos hasta llegar a ser supervisora, está acostumbrada, dice,al trabajo activo, duro, donde no hay razón ni tiempo parapermanecer sentado. Por eso, continúa, cuandola vida la trajo de vuelta a Puebla y tuvo la necesidad de buscarempleo, eligió hacer labores en una obra de construcción,“me decían que me metiera de secretaria, pero no, no megusta, eso de estar sentada nada más, no, no me gusta”,completa. Ya una vez en la obra, Alma explica que fueponiendo atención al trabajo que hacían sus compañeros y poco apoco, fue aprendiendo del oficio, al grado de que ahora sabeprácticamente lo mismo que un oficial albañil. “Mi primer trabajo fue de limpieza, y es de loque más me contratan, pero también le sé a la mezcla, la pasta,la pintura y los acabados”, comparte orgullosa.Ella, asegura, no tiene reparo en llenar cubetas de agua, arena,cal y cemento, mucho menos en tomar una pala y preparar la mezcla,“sí lo sé hacer, lo he hecho”, sostiene.
Es tan capaz, presume, que una arquitecta la contrató para unaobra de la que se encargaba, como oficial albañil, teniendo a sucargo a cuatro hombres, aunque uno de ellos, no pudo aceptar queella fuera su superior. “Como estabatodo sucio (el área), le dije que agarrara la escoba y se pusieraa barrer, pues para que todo estuviera limpio y bien para queempezáramos a trabajar, pero se ofendió, se quejó con uncompañero, le dijo que se sentía sobajado de que una mujer leordenara y se fue”, completa. Y aunque laanécdota le satisface, agrega que haber trabajado en resanar elfilo de una ventana, en un cuarto piso, es su mayor motivo deorgullo como trabajadora de la construcción, pues sufre de miedo alas alturas, de modo que haber tenido que trabajar con medio cuerpode fuera, fue todo un reto, “porque sí me dio vértigo”,menciona.
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Asimismo, ha superado el ambiente dominado por hombres, puesafirma que nunca ha tenido problemas por trabajar con ellos,“pues es que cuando una se da a respetar, pues te tratan conrespeto, y así ha sido”, dice.
Para ella el trabajo es tan noble y bueno, que ya recomendó asu hijo, un joven de 19 años de edad, emplearse en la misma obraque ella, “ya le dije que venga a ver (si lo contratan), peropues a ver él si quiere”, remata.