A pesar de las circunstancias que implica la educación a distancia, algunos estudiantes y padres de familia tienen la fortuna y facilidad de apretar un botón para tener acceso a los contenidos educativos, en cambio Cristina Potrero Manzano, una madre soltera que, aparte de carecer de un aparato televisivo tiene que ingeniárselas diariamente para ser ama de casa, maestra de sus dos hijas y atender su negocio de venta de memelas y tortillas hechas a mano, al mismo tiempo.
Cristina, es una mujer joven que vive en la junta auxiliar de La Resurrección y que todos los días trabaja de 9 de la mañana a 9 de la noche en su pequeño puesto donde, con ayuda de un techo de lámina y lonas a los costados (que a diario quita y pone), atiende para buscar el sustento de cada día, y al mismo tiempo ve de cerca a sus dos pequeñas, de 7 y 8 años, que se cursan segundo y tercer grado de primaria, respectivamente.
Desde el ciclo escolar pasado, que se dejaron de impartir las clases presenciales debido al brote de coronavirus, Potrero Manzano se las ha ingeniado para que sus niñas no dejen de recibir sus actividades escolares a través de su celular -vía WhatsApp- único medio que la conecta con las maestras para recibir diariamente la carga de trabajo.
“El tiempo es lo único que a veces se me dificulta porque luego tengo gente y a veces no puedo enseñarles rápido. Pero cuando tengo tiempo libre, que no llegan clientes, es cuando sí puedo ayudarles y checar que hagan sus tareas”, comenta mientras coloca sus tortillas en el comal.
La labor que ha desempeñado esta madre de familia, durante estos primeros cuatro días de haber arrancado el curso escolar a distancia, no ha sido nada fácil, sin embargo, asegura darse maña para todo, pues en los lapsos que no llega gente a su comercio, revisa lo que tienen que hacer sus hijas para explicárselos, ayudar a que cumplan con sus actividades y después recopilar la mayor evidencia posible, a través de fotos o videos, para enviárselos de vuelta a las profesoras y que ellas los califiquen; eso sin dejar de mencionar que, al mismo tiempo, se las arregla para hacer sus labores domésticas.
“Aquí donde estoy, vivo en frente, cualquier cosa solo me atravieso y me doy maña para todo, para hacer el quehacer, irles enseñando y atender a mis consumidores”, comparte.
A pesar de su ánimo positivo y las ganas de que sus primogénitas salgan adelante, Cristina Gloria se enfrenta a dos limitaciones para hacer cumplir con el acto de aprendizaje de este ciclo escolar atípico: por una parte están las recargas que constantemente tiene que hacer a su móvil para tener contacto con la escuela, y por otro, sus limitados conocimientos, que a veces son un obstáculo para comprender y explicar los temas de la escuela.
“Para mi es difícil porque yo solo estudié mi primaria e igual fue hace años, entonces hay cosas que a veces no sé o no le entiendo, pero lo bueno es que las maestras al momento que yo les marco o les mando mensaje rápido me lo contestan, entonces me van explicando y por ese medio me voy guiando”, finaliza.