/ martes 27 de febrero de 2024

Tala ilegal en La Malinche ha sido suspendida, ahora pobladores temen represalias

Hace 13 días, un grupo de artesanas descubrió a al menos 10 talamontes trabajando en el paradero Ameyalco

“Tiraron árboles que nunca volveremos a ver, que no volverán a crecer de esa magnitud en lo que nos queda de vida”, lamentó Pilar García, artesana de Tepatlaxco de Hidalgo, al observar el resultado de la tala desmedida, disfrazada de saneamiento de ejemplares enfermos, en el Parque Nacional La Malinche.

A 13 días de que el grupo de artesanas que conforman la empresa comunitaria ArtemalI Ocoxal descubrieran al menos a 10 talamontes trabajando en el paradero Ameyalco, cuando subieron a recoger basura, el sitio se encuentra solitario y con decenas de troncos en el suelo.


Este día la comunidad de artesanas, acompañada por habitantes del municipio e integrantes de esta casa editorial, hizo un recorrido por la zona afectada para cerciorar que la tala de los árboles ha sido pausada y que los troncos no han sido levantados, toda vez que este parque está protegido de la extracción de madera.

En la zona también descubrieron que diversas herramientas, como poleas y cuerdas de acero (utilizadas para arrastrar los troncos una vez fueron cotados), estaban escondidas debajo de bultos de tierra y hojas secas.


“Esto tal vez con la intención de regresar cuando no nos demos cuenta y vuelvan a intentar llevarse los troncos en las camionetas”, agregó Adrián Rosas, otro de los habitantes que se unió a este recorrido, sentado en un pedazo de lena mientras observa un tronco que quedó atrapado entre otros ejemplares.

Los árboles no están enfermos: bióloga

En tanto la investigación por la presunta tala ilegal de la zona sigue en manos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), los habitantes buscan una explicación al porqué se talaron alrededor de tres hectáreas de árboles sanos, sin signos de plagas del escarabajo descortezador.

A este recorrido se sumó Libertad Ramírez, bióloga y maestra en Ciencias de la Sostenibilidad por la Universidad Nacional Autónoma de México.

“No hay signos de que estos árboles estén enfermos, es claramente preocupante que derribaran sin una razón lógica”, sostuvo.

En la visita de la comunidad, la bióloga explicó que del total de troncos (los que aún quedan en la zona), solo uno mostró signos de plaga por este escarabajo, los demás lucían sanos y pelados de su corteza, lo que puede representar que, en realidad, esta tala no fue un ‘error’ al sanear, sino que fue un pretexto para abastecerse de madera de forma ilícita, acusa.

Incluso, los árboles que cuentan con marcas en sus troncos (colocadas para que los talamontes identifiquen cuáles deben retirar), están sanos. No muestran cambios de color en sus hojas a amarillo o rojizo, uno de los signos más evidentes de esta plaga.

Tampoco tienen galerías horizontales debajo de la corteza, sin embargo, de no concluir la investigación a favor de esta comunidad, estos también serán eliminados.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

A la exigencia de una explicación por este hecho al que señalan de ecocidio, las artesanas y los habitantes que respaldan el cese de esta tala, hicieron un llamado a la Conafor para emitir autorizaciones de saneamiento en aquellos ejemplares que realmente representen un riesgo para los demás árboles, y a no priorizar la deforestación por encima de las acciones de los guardabosques.

La pérdida del bosque

Andrea Francisca se unió a esta agrupación en compañía de su hijo mejor. Ella, junto a su familia, vivía hasta hace cinco años en este paradero, pues uno de los terrenos de cultivo que se encuentra ahí cerca pertenece a su abuelo.

“El bosque estaba tan lleno de árboles que era oscuro, no pasaba ni el rayo del Sol por aquí”, narra al percatarse que la luz rodea esta zona que quedó al descubierto. Lastimaron al bosque, le duele esta pérdida, afirmó.

Para los talamontes el bosque tiene un precio, pero para lo pueblos originarios no. No es la misma conexión que tiene una persona de la ciudad con el bosque que aquella que ha vivido cerca de este durante toda su vida, compartió.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

La pérdida de árboles representa no solo un daño ambiental, sino una afectación a la comunidad que ahí habita. Proteger el bosque es arriesgarse incluso a la muerte, pero vale la pena, sentenció.

Temen por represalias

Tras evidenciar la tala que fue autorizada por la Conafor, las artesanas han sido víctimas de diversas amenazas por vía telefónica y de acechanza por parte del comisario ejidal que presuntamente consintió el paso de los talamontes sin consultarlo con la comunidad.

Media hora más tarde de su arribo a la zona afectada, y después de desenterrar las herramientas que sirvieron para derribar alrededor de 40 oyameles, acudió el ejidatario, quien las siguió a bordo de una camioneta hasta que estas abandonaron el parque.

No quiso hablar con ellas, presuntamente por órdenes de la regidora de Ecología y Medio Ambiente del municipio, Gabriela Hernández. Se limitó a observarlas cómo pegaban en los árboles dañados que aún resisten de pie un cartel con la frase “No me lastimes, quiero vivir”.

En su regreso al centro del municipio, las personas que conducían los cuatro vehículos que las transportaban realizaron diversas paradas por el camino para colocar más carteles en aquellos ejemplares que mostraban evidentes daños en su corteza. También para colocarles una venda como símbolo de que estos arboles habían sido lastimados.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


En cada una de estas paradas, el ejidatario las esperó y las vigiló.

“Tenemos miedo, claro que lo tenemos, somos humanos y sabemos que proteger el medio ambiente nos puede costar la vida, pero lo vale, porque de aquí nosotros vivimos, de aquí tomamos agua, de aquí tenemos aire puro”, señaló otra de las artesanas, Amalia Díaz.

“Tiraron árboles que nunca volveremos a ver, que no volverán a crecer de esa magnitud en lo que nos queda de vida”, lamentó Pilar García, artesana de Tepatlaxco de Hidalgo, al observar el resultado de la tala desmedida, disfrazada de saneamiento de ejemplares enfermos, en el Parque Nacional La Malinche.

A 13 días de que el grupo de artesanas que conforman la empresa comunitaria ArtemalI Ocoxal descubrieran al menos a 10 talamontes trabajando en el paradero Ameyalco, cuando subieron a recoger basura, el sitio se encuentra solitario y con decenas de troncos en el suelo.


Este día la comunidad de artesanas, acompañada por habitantes del municipio e integrantes de esta casa editorial, hizo un recorrido por la zona afectada para cerciorar que la tala de los árboles ha sido pausada y que los troncos no han sido levantados, toda vez que este parque está protegido de la extracción de madera.

En la zona también descubrieron que diversas herramientas, como poleas y cuerdas de acero (utilizadas para arrastrar los troncos una vez fueron cotados), estaban escondidas debajo de bultos de tierra y hojas secas.


“Esto tal vez con la intención de regresar cuando no nos demos cuenta y vuelvan a intentar llevarse los troncos en las camionetas”, agregó Adrián Rosas, otro de los habitantes que se unió a este recorrido, sentado en un pedazo de lena mientras observa un tronco que quedó atrapado entre otros ejemplares.

Los árboles no están enfermos: bióloga

En tanto la investigación por la presunta tala ilegal de la zona sigue en manos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), los habitantes buscan una explicación al porqué se talaron alrededor de tres hectáreas de árboles sanos, sin signos de plagas del escarabajo descortezador.

A este recorrido se sumó Libertad Ramírez, bióloga y maestra en Ciencias de la Sostenibilidad por la Universidad Nacional Autónoma de México.

“No hay signos de que estos árboles estén enfermos, es claramente preocupante que derribaran sin una razón lógica”, sostuvo.

En la visita de la comunidad, la bióloga explicó que del total de troncos (los que aún quedan en la zona), solo uno mostró signos de plaga por este escarabajo, los demás lucían sanos y pelados de su corteza, lo que puede representar que, en realidad, esta tala no fue un ‘error’ al sanear, sino que fue un pretexto para abastecerse de madera de forma ilícita, acusa.

Incluso, los árboles que cuentan con marcas en sus troncos (colocadas para que los talamontes identifiquen cuáles deben retirar), están sanos. No muestran cambios de color en sus hojas a amarillo o rojizo, uno de los signos más evidentes de esta plaga.

Tampoco tienen galerías horizontales debajo de la corteza, sin embargo, de no concluir la investigación a favor de esta comunidad, estos también serán eliminados.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

A la exigencia de una explicación por este hecho al que señalan de ecocidio, las artesanas y los habitantes que respaldan el cese de esta tala, hicieron un llamado a la Conafor para emitir autorizaciones de saneamiento en aquellos ejemplares que realmente representen un riesgo para los demás árboles, y a no priorizar la deforestación por encima de las acciones de los guardabosques.

La pérdida del bosque

Andrea Francisca se unió a esta agrupación en compañía de su hijo mejor. Ella, junto a su familia, vivía hasta hace cinco años en este paradero, pues uno de los terrenos de cultivo que se encuentra ahí cerca pertenece a su abuelo.

“El bosque estaba tan lleno de árboles que era oscuro, no pasaba ni el rayo del Sol por aquí”, narra al percatarse que la luz rodea esta zona que quedó al descubierto. Lastimaron al bosque, le duele esta pérdida, afirmó.

Para los talamontes el bosque tiene un precio, pero para lo pueblos originarios no. No es la misma conexión que tiene una persona de la ciudad con el bosque que aquella que ha vivido cerca de este durante toda su vida, compartió.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

La pérdida de árboles representa no solo un daño ambiental, sino una afectación a la comunidad que ahí habita. Proteger el bosque es arriesgarse incluso a la muerte, pero vale la pena, sentenció.

Temen por represalias

Tras evidenciar la tala que fue autorizada por la Conafor, las artesanas han sido víctimas de diversas amenazas por vía telefónica y de acechanza por parte del comisario ejidal que presuntamente consintió el paso de los talamontes sin consultarlo con la comunidad.

Media hora más tarde de su arribo a la zona afectada, y después de desenterrar las herramientas que sirvieron para derribar alrededor de 40 oyameles, acudió el ejidatario, quien las siguió a bordo de una camioneta hasta que estas abandonaron el parque.

No quiso hablar con ellas, presuntamente por órdenes de la regidora de Ecología y Medio Ambiente del municipio, Gabriela Hernández. Se limitó a observarlas cómo pegaban en los árboles dañados que aún resisten de pie un cartel con la frase “No me lastimes, quiero vivir”.

En su regreso al centro del municipio, las personas que conducían los cuatro vehículos que las transportaban realizaron diversas paradas por el camino para colocar más carteles en aquellos ejemplares que mostraban evidentes daños en su corteza. También para colocarles una venda como símbolo de que estos arboles habían sido lastimados.

Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


En cada una de estas paradas, el ejidatario las esperó y las vigiló.

“Tenemos miedo, claro que lo tenemos, somos humanos y sabemos que proteger el medio ambiente nos puede costar la vida, pero lo vale, porque de aquí nosotros vivimos, de aquí tomamos agua, de aquí tenemos aire puro”, señaló otra de las artesanas, Amalia Díaz.

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