¿Alguna vez, al entrar a una plaza o restaurante, te has sentido rechazado por los trabajadores por tu forma de vestir o por tu tono de piel, o has notado que tratan mejor a quien luce como una persona adinerada o con blanquitud en la piel? Esta es otra cara de la discriminación, que parte de la subjetividad de las personas, y en Puebla es más común de lo que parece.
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A decir de especialistas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y la Universidad Iberoamericana Puebla, estos actos no siempre son ejecutados por personas adineradas o de grupos de poder, sino por aquellos que, aunque no cumplan con dichos estándares, aceptan, adoptan y reproducen esta estructura discriminatoria, en la que se cree que “las personas con tonos de piel más claro o con dinero son superiores a quienes no tienen estas características”.
“Este fenómeno es interesante porque nos habla de una discriminación que se encuentra en la subjetividad de cada ser humano, en donde, quizá una persona, aunque no tenga dinero o sea de tez clara, aceptan el tipo de jerarquización que se establece a partir de lo socioeconómico o físico y agrede a una persona a la que ve como igual”, sostiene Anayuri Güemez Cruz, doctora en Ciencias Antropológicas y académica de la BUAP.
Plazas comerciales como Angelópolis y Sonata, así como antros, bares y restaurantes de las mismas zonas, son los espacios más señalados por este tipo de conductas, donde quienes cometen estos rechazos, en su mayoría, son los cadeneros, guardias de seguridad, empleados de tiendas de ropa, o meseros, coincide un grupo de personas entrevistadas por esta casa editorial.
Cabe mencionar que, de acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre Discriminación (ENADIS), que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), entre julio del 2021 y septiembre de 2022, la segunda entidad del país con mayor porcentaje de población de 18 años y más que manifestó haber sido víctima de discriminación fue Puebla con el 30.6 por ciento.
Es transformación de identidad
Rafael García Vázquez, coordinador de la maestría en Derechos Humanos de la Ibero Puebla, describe este fenómeno como una transformación de identidad, en la que, quienes están al servicio de los grupos de poder no solo replican estas prácticas, sino que las aumentan.
“Son reacciones corregidas y aumentadas de los procesos de discriminación, es un fenómeno interesante y trágico al mismo tiempo de transformación de identidad, hay autores que dicen que el mayor triunfo de estas dinámicas de exclusión es que la persona colonizada asuma la defensa del colonizador”, señala.
Estas conductas también se entienden como una forma en la que estas personas buscan ‘congraciarse con el poder’, aliándose con los grupos que, de manera histórica, han calificado como inferiores a quienes no poseen dinero o tienen un tono de piel oscuro. “Es un elogio, tratan de recuperar las migajas de poder de sus opresores, esa es la realidad”, define el académico.
Incluso, estas prácticas son aún más violentas que las cometidas por los grupos de poder, ya que tiene en sí mismas un proceso de adoctrinamiento. Sin embargo, esta violencia en el fondo refleja vergüenza y miedo a la no aceptación, tratando de encajar a través del medio que sea, sin importar que esta sea una dinámica profundamente excluyente, alerta García.
Historias de rechazo se replican diariamente
Para ir a una tienda de ropa o subirse a un taxi, Israel Ángeles debe pensar en qué ropa ponerse, para quitarse la apariencia de estar ‘sucio’. Él trabaja como jardinero en el Centro Histórico y, aunque afirma no ser víctima de discriminación, sí ha cambiado cosas en sí mismo para no ser mal visto.
“Me pasa en las tiendas de ropa, a veces por mi trabajo llevo la playera o el pantalón sucio y como que me da pena porque te ven medio raro, hasta he pensado mejor en buscar un trabajo más limpio para no estarme cambiando”, comparte.
Algo similar ocurre con Marieli García y su esposo Martín Méndez, ambos docentes, quienes afirman que ir de compras a Angelópolis ya no es una opción, desde hace varios años. Ser perseguidos por los guardias de seguridad en las tiendas para asegurarse que no se roben nada y recibir gestos de desagrado por parte de quienes atienden los establecimientos de estos sitios, son los actos de discriminación más comunes en esta plaza.
“El trato que recibes al ser morena o de piel oscura es distinta y se nota desde que entras y saludas, recibes caras y te quitan el ánimo de regresar, ya no es lo mismo, y me ha tocado mucho ver una diferencia en las tiendas entre como tratan a las personas por cómo se ven”, lamenta Marieli.
Ser moreno se tradujo en que eres un delincuente o en que no tienes dinero para comprar algo de la plaza, agrega Martín, quien señala que estos actos parten desde la ignorancia de la gente.
Historias como esta se replican diariamente, añade Laura Teutli, quien es empleada doméstica. “Una vez fui con mi esposo al Cinépolis VIP de Angelópolis, quisimos vivir la experiencia y pedimos comida, vimos como a otras personas las atendieron muy rápido, la sala no estaba tan llena, pero, aunque insistimos, nunca recibimos la atención, no quisimos relacionarlo con nuestro tono de piel o por cómo nos veíamos, pero ahora que lo veo diferente es triste”, señala.
Es necesario señalar y corregir conductas
Estas acciones lastiman y marcan una diferencia en las personas que sufren esta discriminación, los obliga a cambiar actitudes, formas de vestir, o bien, los separa de otros grupos por el temor de ser señalados o excluidos de forma agresiva.
En este sentido, Güemez Cruz explica que la conducta de dichos trabajadores puede tratarse de un medio para garantizar su permanencia en un empleo, no obstante, esto no lo justifica. Por el contrario, es necesario revisar dónde aprendió esta discriminación y a partir de cuándo la normalizó y la reprodujo.
“Si esta conducta se reprodujo en la familia será más difícil identificarlo en otros espacios”, agrega. El ser conscientes de lo negativo de este rechazo, señalarlo y corregirlo, es la forma idónea de, poco a poco, revertir la normalización de esta violencia que privilegia a las élites.
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También es necesario que, desde la niñez, las personas no sean expuestas a contenidos mediáticos que reproduzcan estos mensajes, sostiene. La educación también juega un papel importante, pues es la etapa de aprendizaje en donde también se pueden corregir estas acciones que pueden tener un gran impacto en el futuro, concluye.