Arriesgándose entre el tráfico controlado por dos voluntariosy rozando autos y microbuses, así caminan cientos de peatonessobre el puente de San Antonio Abad, para cruzar la autopistaMéxico-Puebla al oriente de la ciudad.
Lejos de la seguridad que debía proveerles caminar en el puenteubicado en el kilómetro 131+907 es un auténtico peligro paraquien tiene la necesidad de ir o venir entre las colonias MiguelHidalgo y San Diego Manzanilla.
Por sus características vehiculares y contar con un solo carrilen el puente se ocasiona gran embotellamiento en ambos extremos, loque en “horas pico” provoca una fila de autos que se prolongahasta 12 calles poniendo en riesgo a quienes van a pie.
Aspirar los gases recién combustionados de los autos es lo demenos porque al subir y bajar del puente se camina sobre elasfalto, a la par de ellos, a una distancia peligrosamente cercana,de menos de un metro y a veces incluso, de pocos centímetros.
Por eso, a no más de dos pasos bajando del asfalto, entre lahierba y para distanciarse de los autos, algunos se atreven acaminar en una vereda.
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El camino se extiende paralelamente al muro de contención, poralgunos cuantos metros, 15 máximo, entre la hierba y copas deárboles crecidas.
Sin embargo, cuando se ha llegado a la cresta del cerro y no haymás camino por delante, la única alternativa para no volver sobresus pasos es brincar el muro de contención.
Pero la parte superior del puente no es mejor, porque labanqueta disponible para caminar es de no más de 30 centímetrosde ancho, de manera que los autos pasan a una distancia todavíamenor.
Y si se tiene la suerte de que alguien se dirija sobre la mismaacera pero en el sentido contrario, se tiene que elegir entreintentar permanecer en la banqueta y forzar a la otra persona atratar de continuar su camino también sobre la misma banqueta o deplano, que alguno bajo al arroyo vehicular.
El reto es mayor si algún escolar o trabajador trae la mochilaa la espalda, si las amas de casa traen las bolsas del mandado enlas manos, que significan una ampliación a su espacio vital, ypeor aún, si van acompañadas de su hijo o algún menor.
Por eso cuando se acercan al puente, padres de familia comoFélix y Jonathan, levantan a sus hijos sobre sus propios cuerpos yaceleran el paso.
“La verdad es que para cruzar sí está muy peligroso, por esolo cargo”, confesó Félix.
Otro caso es el de Erika Parra, una jovencita quien no sueltade la mano a su hermano menor que camina delante de ella mientrasvan sobre el puente.
“Si la banqueta estuviera más amplia podríamos caminarmejor, sería más seguro”, añadió.
En estas condiciones, un leve movimiento del volante puedeproducir el atropellamiento de una persona y a decir de algunosvecinos de la zona, no pocas veces ha estado a punto deocurrir.
“La semana pasada una camioneta se me vino encima, el chofervenía chuleando a una muchacha y se le fue de lado la camioneta,me quedó como a 20 centímetros o menos de distancia y yo veníacon la carriola con mi niño, la verdad es que sí me espanté, poreso ahorita ya prefiero no traerlo”, explicó Laura López.
UN RIESGO MÁS
Las condiciones del puente y la prisa de algunos, es la razónpor la que vecinos eligen ascensos y descensos que implican unsegundo riesgo, en accidentadas y enyerbadas veredas o en laangulada bajada de agua hecha de concreto.
Para los pequeños es un divertido reto escalar y deslizarse enellas, para las mujeres y hombres adultos es un atajo, pero conalgo en común: el riesgo.
Entre las hierbas y piedras de la vereda y la empinada base deconcreto del puente, algunos evitan caminar hasta el nivel de calley ahorran algunos minutos en su traslado para llegar a la partemás alta y una vez ahí, brincar el muro de contención paraseguir su trayecto.