Unos rayones en las paredes de su casa cuando apenas era unniño fueron el primer contacto que José Lazcarro Toquero, poblanode nacimiento, tuvo con el arte sin pensar que a los 75 años deedad, que tiene ahora, sería su pasión y su estilo de vida, puesluego de todos estos años no ha perdido la alegría y laimaginación, lo que le permiten mantenerse siempre innovando.
Su pieza conocida como “El último de los justos” esreconocida como icónica del Bicentenario de la Ciudad de México ysus exposiciones han traspasado fronteras pues lo mismo se hapresentado en Nueva York, Atlanta, Alburquerque, Dallas yWashington que en Japón, Beijín, Chile e Italia.
La imaginación, la familia y las mujeres son las piezas clavepara mantener viva la pasión y se trata de elementos sin los queno podría trabajar. Eso es fácil apreciar en su forma de ser puespor fuera se trata de un hombre maduro, pero por dentro es el mismoniño que alguna vez rayó las paredes de su casa.
Hasta los cinco años de edad vivió en Puebla, pues pordecisión de sus padres tuvo que hacer su vida en la Ciudad deMéxico y toda su formación académica desde la educaciónpreescolar hasta la universidad en la Escuela Nacional de ArtesPlásticas de San Carlos, igual que Diego Rivera, recuerda conorgullo y satisfacción.
Pepe, como lo llaman sus allegados, es artista plástico,académico e investigador, quien se ha especializados en diferentestécnicas como el grabado, la pintura, escultura, arquitectura y deforma más recientes en el diseño de mobiliarios, siempre tratandode ofrecer novedades a sus seguidores.
Desde la oficina de la Galería Lazcarro, el fundador de ArtesPlásticas de la Universidad de Arte, recuerda con entusiasmo quela primera vez que se imaginó trabajando en un estudio fue cuandovio la labor de un artista plasmando el cuerpo de una mujer denudaen un lienzo, que si bien la escena lo sonrojó fue también lamotivación para luchar por un sueño, en el que vive todavía.
“Yo no tenía la intención de ser artista, para nada”, dicetodavía con incredulidad, mientras recuerda aquella anécdota quele sucedió en la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado“La Esmeralda”.