/ jueves 21 de septiembre de 2017

[Video] Son perros y también  rescatistas,  podrían salvarle la vida en un sismo

¿Y si se repitiera otra vez el terremoto de 1985? July, Maia yDamon, perros rescatistas de la Cruz Roja en Puebla, se preparancada día para vivir una tragedia similar a la que sacudió alpaís 32 años atrás. Su olfato resulta imprescindible para elhallazgo de vidas humanas entre los escombros.

Un 19 de septiembre, pero de 1985, México tembló con unmovimiento telúrico de 8.1 grados en la escala de Richter. Milesde personas murieron y otras tantas quedaron entre los escombros.El sismo del pasado 7 de septiembre, que cobró casi un centenar devidas en los estados de Oaxaca y Chiapas, hizo a muchos recordar latragedia de hace más de tres décadas.

Para Arturo Reyes, instructor del área de Perros de Búsqueda yRescate de la Cruz Roja en Puebla, significó una lecciónaprendida. “A raíz del sismo del 85 fue que los extranjeros-franceses, italianos- trajeron perros en México; ahí se vio lautilidad de los perros de rescate”, explica.

Mientras el poblano hace memoria, July espera sentadapacientemente a unos pasos. Es un labrador negro de un año y ochomeses, pero cuenta con su propio carnet de voluntaria de Cruz Roja.Todavía en etapa de formación, July se prepara a diario, junto acuatro compañeros más, para convertirse en rescatista y descubrircon su olfato pistas inaccesibles para los sentidos humanos.“Tenemos laexperiencia del sismo, lo que se vive en Oaxaca y Chiapas. Eltrabajo del perro es fundamental; hasta ahorita el ser humano no hapodido crear una máquina que pueda reemplazar el trabajo delperro”, reivindica Juan Gutiérrez, coordinador del área dePerros de Búsqueda y Rescate de la Cruz Roja en Puebla. “Haymuchas víctimas que quedan sepultadas y enterradas, y ahí nopodemos intervenir. El trabajo conjunto con los perros detectadónde están”. Maia, de la misma raza yde dos años y seis meses, conoce bien ese trabajo. A una señal deJuan, corre veloz por el campo de entrenamiento, ubicado en LaCalera, hasta encontrar el rastro humano solicitado -Salma Herrera,una de las integrantes del cuerpo de voluntarios-, y alertar consonoros ladridos del hallazgo. ”Los perros tienen muchas máscélulas olfativas que el ser humano, podríamos hablar de unacomparación de una a mil”, explica el instructor para justificarla rapidez con la que actúa el can. “El perro es cien por cientoconfiable en su olfato”.


“NINGUNA MÁQUINA SEPUEDE COMPARAR CON EL TRABAJO DE UN PERRO”


Hasta el terremoto de 1985, nadie se había preocupado enMéxico por entrenar a perros para labores de rescate. A finales deesa década, narra Arturo, la Escuadra Mexicana de Perros deBúsqueda y Rescate, A. C., y la Universidad Nacional Autónoma deMéxico (UNAM), a través de su Programa de Manejadores de Perrosde Búsqueda y Rescate, comenzaron a explotar el olfato de loscanes para estos fines. “Han cambiado mucho los trabajos de búsqueda”, compara elespecialista, “ahora los perros se están certificando con elprograma IRO para verificar en verdad que el perro cumple con eltrabajo y hace ciertas actividades con el fin de que pueda salir alextranjero”. El examen IRO (siglas eninglés de la Organización Internacional de Perros de Rescate) haprobado que el perro mexicano es tan capaz como cualquiera deseguir con éxito los rastros. “Cuando tenemos una prenda de lapersona que vamos a buscar, le damos a oler al perro”,ejemplifica Juan. “El perro hace a un lado todos los olores de sumemoria y se va únicamente al olor que le damos. Se va a irconforme fue pasando esa víctima hasta llegar a ella”.

Las técnicas de entrenamiento han cambiado con los años hastadar mayor autonomía al can. Damon, un golden retriever de tresaños, solo espera una señal de Salma para alejarse cientos demetros hasta encontrar un olor similar al de la prenda que le haenseñado. “Antes nada más se iba caminando con el perro atrásde él; ahora el perro sale, se independiza, va solo; nosotros nadamás nos quedamos estáticos para determinar cómo va a trabajar elperro, qué marcaje hizo y verificar la víctima localizada”,señala Arturo. “Entonces, los cuerpos de rescate entran arealizar la labor de extracción”.

La falta de recursos financieros sigue siendo, sin embargo, unaconstante para los voluntarios de Cruz Roja. Son los propiosinstructores quienes se encargan de alimentar y cuidar al can, unamigo y una herramienta valiosa para la sociedad. “Ningunamáquina se va a comparar con el trabajo de un perro”, advierte.“La respuesta de reacción tiene que ser inmediata; entramos yempezamos a laborar. Si el perro empieza a marcar en ese instanteva a ser mejor, ya sean víctimas vivas o muertas, pero el perro vaa marcar rápido”, finaliza.

¿Y si se repitiera otra vez el terremoto de 1985? July, Maia yDamon, perros rescatistas de la Cruz Roja en Puebla, se preparancada día para vivir una tragedia similar a la que sacudió alpaís 32 años atrás. Su olfato resulta imprescindible para elhallazgo de vidas humanas entre los escombros.

Un 19 de septiembre, pero de 1985, México tembló con unmovimiento telúrico de 8.1 grados en la escala de Richter. Milesde personas murieron y otras tantas quedaron entre los escombros.El sismo del pasado 7 de septiembre, que cobró casi un centenar devidas en los estados de Oaxaca y Chiapas, hizo a muchos recordar latragedia de hace más de tres décadas.

Para Arturo Reyes, instructor del área de Perros de Búsqueda yRescate de la Cruz Roja en Puebla, significó una lecciónaprendida. “A raíz del sismo del 85 fue que los extranjeros-franceses, italianos- trajeron perros en México; ahí se vio lautilidad de los perros de rescate”, explica.

Mientras el poblano hace memoria, July espera sentadapacientemente a unos pasos. Es un labrador negro de un año y ochomeses, pero cuenta con su propio carnet de voluntaria de Cruz Roja.Todavía en etapa de formación, July se prepara a diario, junto acuatro compañeros más, para convertirse en rescatista y descubrircon su olfato pistas inaccesibles para los sentidos humanos.“Tenemos laexperiencia del sismo, lo que se vive en Oaxaca y Chiapas. Eltrabajo del perro es fundamental; hasta ahorita el ser humano no hapodido crear una máquina que pueda reemplazar el trabajo delperro”, reivindica Juan Gutiérrez, coordinador del área dePerros de Búsqueda y Rescate de la Cruz Roja en Puebla. “Haymuchas víctimas que quedan sepultadas y enterradas, y ahí nopodemos intervenir. El trabajo conjunto con los perros detectadónde están”. Maia, de la misma raza yde dos años y seis meses, conoce bien ese trabajo. A una señal deJuan, corre veloz por el campo de entrenamiento, ubicado en LaCalera, hasta encontrar el rastro humano solicitado -Salma Herrera,una de las integrantes del cuerpo de voluntarios-, y alertar consonoros ladridos del hallazgo. ”Los perros tienen muchas máscélulas olfativas que el ser humano, podríamos hablar de unacomparación de una a mil”, explica el instructor para justificarla rapidez con la que actúa el can. “El perro es cien por cientoconfiable en su olfato”.


“NINGUNA MÁQUINA SEPUEDE COMPARAR CON EL TRABAJO DE UN PERRO”


Hasta el terremoto de 1985, nadie se había preocupado enMéxico por entrenar a perros para labores de rescate. A finales deesa década, narra Arturo, la Escuadra Mexicana de Perros deBúsqueda y Rescate, A. C., y la Universidad Nacional Autónoma deMéxico (UNAM), a través de su Programa de Manejadores de Perrosde Búsqueda y Rescate, comenzaron a explotar el olfato de loscanes para estos fines. “Han cambiado mucho los trabajos de búsqueda”, compara elespecialista, “ahora los perros se están certificando con elprograma IRO para verificar en verdad que el perro cumple con eltrabajo y hace ciertas actividades con el fin de que pueda salir alextranjero”. El examen IRO (siglas eninglés de la Organización Internacional de Perros de Rescate) haprobado que el perro mexicano es tan capaz como cualquiera deseguir con éxito los rastros. “Cuando tenemos una prenda de lapersona que vamos a buscar, le damos a oler al perro”,ejemplifica Juan. “El perro hace a un lado todos los olores de sumemoria y se va únicamente al olor que le damos. Se va a irconforme fue pasando esa víctima hasta llegar a ella”.

Las técnicas de entrenamiento han cambiado con los años hastadar mayor autonomía al can. Damon, un golden retriever de tresaños, solo espera una señal de Salma para alejarse cientos demetros hasta encontrar un olor similar al de la prenda que le haenseñado. “Antes nada más se iba caminando con el perro atrásde él; ahora el perro sale, se independiza, va solo; nosotros nadamás nos quedamos estáticos para determinar cómo va a trabajar elperro, qué marcaje hizo y verificar la víctima localizada”,señala Arturo. “Entonces, los cuerpos de rescate entran arealizar la labor de extracción”.

La falta de recursos financieros sigue siendo, sin embargo, unaconstante para los voluntarios de Cruz Roja. Son los propiosinstructores quienes se encargan de alimentar y cuidar al can, unamigo y una herramienta valiosa para la sociedad. “Ningunamáquina se va a comparar con el trabajo de un perro”, advierte.“La respuesta de reacción tiene que ser inmediata; entramos yempezamos a laborar. Si el perro empieza a marcar en ese instanteva a ser mejor, ya sean víctimas vivas o muertas, pero el perro vaa marcar rápido”, finaliza.

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