La violencia escolar es un tema que traspasa fronteras, en todo el mundo, niños, niñas y adolescentes se ven afectados en su salud y bienestar por el acoso que reciben por parte de sus compañeros.
Para invitar a prevenir todas las formas de violencia en las escuelas y fomentar entornos de aprendizaje seguros, la UNESCO declaró como Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, el primer jueves de noviembre.
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Entendemos la violencia escolar como todo tipo de agresión que se lleva a cabo dentro de las instituciones educativas, pero ¿de qué manera se puede presentar?
“La violencia escolar puede presentarse en distintas formas, pueden ser agresiones físicas, verbales, psicológicas o digitales, entre estudiantes y hacia un solo estudiante dentro de la escuela. Puede ser o no, que el docente no se percate porque entre el mismo grupo los compañeros se protegen”, expone Ivonne Martínez Hernández, docente de la facultad de Psicología de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Refiere que la violencia escolar puede ser también social porque los alumnos que observan, aunque no sean agresores, ejercen violencia con su silencio al no denunciar el acoso hacia sus compañeros, ya sea por miedo o por indiferencia.
Hay centros escolares con grandes poblaciones en los que los grupos son numerosos y para un solo profesor se hace más difícil la tarea de observar todos los actos que se viven a lo largo del día entre sus alumnos.
“Lo ideal es que en las escuelas tuviéramos grupos de 20 alumnos, pero no es así, en las escuelas públicas los grupos exceden a los 30 alumnos, hemos llegado a ver en un solo salón de clases hasta 60 alumnos para un solo maestro, en kínder, primaria, secundaria, bachillerato y universidades”, detalló la doctora.
Ante una mayor cantidad de alumnos en un salón de clases se vuelve más difícil detectar situaciones de violencia psicológica porque se puede invisibilizar por el grupo, los amigos o los cómplices. La más difícil de identificar es la violencia digital, porque se hace en chat privados y redes sociales, etcétera.
“El profesor tiene que estar más pendiente de las conductas escolares. No se trata de ser solamente un fiscal del comportamiento, como profesor tienes que integrarte con ellos, hacerte parte de ellos para saber cómo se relacionan, poder observar cómo son sus niveles de relaciones sociales”, señaló.
Martínez Hernández asegura que el problema de violencia escolar es muy fuerte porque no es suficiente un docente en el salón para terminar con ella, pero no es suficiente porque si el docente no está capacitado, si no está entrenado adecuadamente para poder integrar al grupo, la violencia escolar puede continuar y la desintegración grupal también.
“El docente tiene que poseer estrategias para mejorar la integración grupal de los alumnos, la relaciones entre ellos, y cuando los grupos sobrepasan los 30 alumnos, se vuelve una dinámica muy complicada porque el profesor también puede padecer este agotamiento enfrentando situaciones en donde se salen de sus manos estos comportamientos”, advirtió.
¿Cómo se manifiesta la violencia en el estudiante agredido?
Sabemos que existe la violencia escolar, pero muchas veces no entendemos el impacto que tiene en quienes la sufren.
El alumno que sufre violencia escolar puede comenzar a manifestarlo cuando no quiere ir a la escuela, o baja su rendimiento académico, o no quiere integrarse al grupo, está siempre aislado en el patio, relegado, excluido, sin amigos.
“Cuando el profesor observa eso tiene que intervenir inmediatamente con una entrevista individual y con estrategias que favorezcan la integración entre los alumnos”, dice la doctora.
El alumno que está pasando por violencia escolar difícilmente va a denunciar el maltrato porque puede tener baja autoestima debido al maltrato que ha sufrido.
“También puede ser que no tenga habilidades de diálogo, de acercarse a otros para integrarse, quizás no las aprendió, a partir de que él no lo hace, sus compañeros se burlan, lo rechazan, lo agreden. Lo identifican como un alumno débil, entonces está más desprotegido, porque los agresores buscan personas débiles para poder encubrir también sus propias debilidades con actos agresivos”, detalló.
Dentro del ámbito familiar este alumno puede cambiar su forma de actuar, puede pasar más tiempo aislado en su cuarto, escuchando música, mostrarse inapetente a la hora de comer, dormir menos y presentar ansiedad. Cuando son pequeños, su miedo a enfrentar la situación escolar puede hacer que moje la cama, que no quiera comer o que se levante tarde para no ir a la escuela.
“Esto puede ser un conjunto de evidencia que me están diciendo a mí como papá o mamá, que hay algo difícil en la escuela con mi hijo que no quiere enfrentar. Entonces es importante abrir el diálogo con confianza, con amor y con respeto, valorando siempre a nuestro hijo y no porque no se sabe defender, sino porque simplemente está siendo violentado en su persona”, sentencia.
Lo ideal, dice la maestra, es que cuando los padres identifiquen que el niño sufre violencia escolar busquen un diálogo con las autoridades escolares para trabajar en equipo con los maestros, y con un psicólogo o pedagogo escolar. Pero en caso de que la violencia sea recurrente, lo mejor es cambiar de escuela al menor.
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“La escuela tendría que estar preparada en aplicar un sociograma, es una encuesta de tres preguntas con la que puedes identificar quienes son los líderes positivos o negativos, quienes son los alumnos aislados o rechazados, quienes son las bolitas de amigos o grupos, subgrupos que desintegran o aíslan al salón”, concluyó.
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Una vez que el profesor tiene el sociograma puede diseñar estrategias para mejorar la convivencia escolar. El sociograma es una herramienta psicológica que el docente puede aprender a aplicar, y también aprender a diseñar estrategias individuales y grupales para mejorar la convivencia escolar.