/ jueves 28 de julio de 2016

Vivir de la propina | Cerillitos, sentirse útiles es su mayor pago

Buen trato es lo que esperan siempre los usuarios de lossupermercados por parte de los empacadores voluntarios o“cerillitos”, en su mayoría personas de la tercera edad,quienes a cambio llegan a recibir como

solo un peso o las gracias y una sonrisa, sin que los clientes sepercaten, a conciencia, de que ésta podría ser su única fuentede ingresos.

Para ser empacadores voluntarios es necesario tener más de 60años de edad y se les ofrece un periodo de trabajo de cinco horaspor día. La mayoría de ellos cuenta con una pensión no superioral promedio nacional que es de 2 mil pesos por mes; el cual con laspropinas que reciben como empacadores voluntarios, apenas y sinnovedad, pagan los servicios básicos de vivienda yalimentación.

, todo depende del horario asignado, la ubicación de la tiendaasí como las fechas, pues en ocasiones los fines de semana y lasquincenas son los más fuertes, coindicen quienes se dedican a lalabor. Al día, según las condiciones pueden ganar hasta 250 pesoscomo máximo y 30 como mínimo, de tal forma que lasgratificaciones son entre 3 mil 250 y 390.

Aunque  a esa edad tener unos pesos más no es la únicasatisfacción de quienes decidieron buscar este trabajo. A lolejos, en una caja de las tiendas de autoservicio es posibleapreciar a don Rodolfo,

, los cuenta uno a uno y entrecierra los ojos, como pensando enqué tiene que gastarlos; a veces es poca la ganancia, perotambién está contento porque se siente útil.

El ánimo de todos los que se emplean como empacadoresvoluntarios ya sea impulsados por el Sistema Municipal DIF o elInstituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) essimilar; eso sí, su principal característica y habilidad debe serla paciencia para “tolerar” a algunos de estos usuarios quealgunas veces y solo algunas veces –aclaran- no están dehumor.

DE DANZA FOLCLÓRICA A VIVIR DEPROPINAS

Ana Aurora Herrera, con 68 años de edad, hace apenas unosveinte días comenzó a trabajar como “cerillito” en una tiendade autoservicio en Puebla, pero ya tiene experiencia pues durante10 años se ha dedicado a esta actividad, una vez que dejó de darclases de danza folclórica en Mérida, Yucatán. Su pensión comoen todos los casos es raquítica y las propinas representan unaganancia extra.

Sentada entre otros 10 empacadores en la misma tienda, con unasonrisa por demás sincera, afirma que hay veces en las que lasgracias y una mueca de amabilidad son la mejor propina, pero nosiempre, dice entre carcajadas, pues un peso o 50 –porque se hadado el caso- es indispensable para solventar algunos gastos delhogar más ahora que vive con su hijo en Puebla.

“He entendido que es un trabajo digno, no le estamos robando anadie, claro, en algunos lados se gana más y en otros menos”, dice al tiempo de explicar que trabaja cinco horas diarias, haytres turnos, pero todos tienen un rol para pasar a la caja y quetodos los “cerillitos” tengan la oportunidad.

[caption id="attachment_366145" align="aligncenter" width="400"]Foto: Javier Pérez[/caption]

En su experiencia los ingresos son muy bajos, pues en alguno deestos días de trabajo ha tenido 48 pesos de propina y aunque sonbien recibidos, también representan mínimas gratificaciones queinvierte en las necesidades básicas de su hogar y, si sobra unpoquito, busca darles unos gustitos a sus nietos.

“Hay clientes muy amables que, aunque no te den un peso, tedicen ‘muchas gracias’ y te sonríen. A mí eso me llena,claro, pero que no me lo digan todos, porque si no, no hayganancia”, comentó entre carcajadas mientras espera su turnopara empaquetar.

NO PUEDE ESTAR ESPERANZADO A SUPENSIÓN

Hace apenas dos meses que Jorge Espinal comenzó a trabajar comoempacador voluntario. Todo fue una jugada del destino, pues hacealgún tiempo después de vivir en la Ciudad de México abrió unlocal de comida corrida que no tuvo los resultados esperados y tuvoque cerrar, por lo que pensó vivir en Puebla y así iniciarse eneste nuevo oficio.

Una pensión, también, es su respaldo. Tiene 68 años de edad ylos resultados de su negocio sin éxito hicieron que su ánimodecayera, por lo que se acercó al DIF para pedir una oportunidadde trabajo, toda vez que a pesar de que tiene dos hijos, viveprácticamente solo en un departamento donde se hace cargo de losservicios.

En estos dos meses se ha percatado de la dificultad de vivir delas propinas, pues si bien en algunos periodos puede tener ingresoshasta de 250 pesos todos los días por cinco horas de trabajo, enotras ocasiones el pago puede ser solo de 50, de tal forma que hadebido aprender a administrase.

Mientras charlaba con El Sol de Puebla, al fondo se escuchabanlos anuncios en el perifoneo del supermercado, por lo que Jorgeinterrumpía brevemente la entrevista para enterarse de todo antesde pasar a la caja para colocar los productos en las bolsas.

“No puedo estar nada más esperanzado a mi pensión,imagínese para un mes, no es suficiente, es por eso que necesitootro trabajo”.

CON LAS PROPINAS HAY QUE SABERADMINISTRARSE

Alicia Yáñez funge como encargada de los empacadoresvoluntarios,  tiene 66 años de edad, y vive sola. Ha laborado demuchas cosas hasta llegar a “cerillito”, donde tiene un ingresodiario de entre 30 y 180 pesos como máximo, mismo dinero que haaprendido a administrar, pues de otra forma no seríasuficiente.

Mientras colocaba los productos dentro de las bolsas recordóque hace un par de años se inició en esta labor que le ha ayudadoal solventar sus gastos, eso sí, hay que tener paciencia, pues enmuchas ocasiones la gente no quiere cooperar y hasta se portagrosera, pero es mínimo.

“Yo me conformo con llevarme 50 pesos, quién me los da en micasa. Estar sola no me gusta y como sea me he aprendido aadministrar, esa es la única forma en la que puedo hacerme de miscosas y además me gusta venir porque todo es muy accesible”,expuso.

HAY QUE DARLE BUENA ATENCIÓN ALCLIENTE

A decir de don Rodolfo Ortiz, la clave para ganarse buenaspropinas es tratar bien al cliente. “No hay de otra forma”,dice con la mirada fija en las cajas esperando su turno, pues eneste trabajo no se puede desperdiciar el tiempo ni dejar pasar alos visitantes en el supermercado quienes representan, claro,dinero.

Tiene 68 años de edad y hace tres meses, apenas se anotó como“cerillito”. Más allá de la poca pensión, como en todos loscasos y la necesidad de tener ingresos adicionales, es su interésde saberse una persona útil así como tener una actividad en lacual invertir su tiempo por lo que se interesó en trabajar en lossupermercados.

“Todavía me siento útil, vivo solo y tengo una pensión. Yocreo que la clave para tener buenas propinas es darle la atenciónal cliente, eso es algo lógico. Para ganársela hay que apapacharal cliente, porque uno es el último eslabón en la cadena, hay queponerle bien sus cosas, ahorrarle el trabajo al momento de acomodarlos productos en su casa”, consideró.

[caption id="attachment_366149" align="aligncenter" width="400"]Foto: Javier Pérez[/caption]

Hay quienes, dijo, no dan gratificación pero es normal ydetrás de esas personas estarán otras que sí den una propinaconocedores de la necesidad de quienes están en este trabajo.

LA MAYORÍA DE LA GENTE ES AMABLE

Con una hija que todavía estudia y trabaja, Mercedes Martínez,de 70 años de edad, inició hace cinco meses con el trabajo dondeconsideró que la mayoría de la gente es amable, pues en suexperiencia casi siempre recibe propina que varía entre 80 y 150pesos, dependiendo del horario y fechas.

“La mayoría es amable, es muy raro el que viene grosero, perosi uno les habla bien y les da uno buen trato ellos también sonbuenos con uno”, expresó, aunque afirmó que los días dequincena y fines de semana es cuando tienen másgratificaciones.

Este sueldo, pues así lo considera, alcanza, para pagar losgastos del hogar pues ella coopera con los pagos de los serviciosbásicos y los alimentos.

HA TRABAJADO EN MÁS DE UNSUPERMERCADO

Estar pendiente de las cajas para tener la propina es la clavede este trabajo, considera Juan Villalobos, quien a sus 60 años deedad, ha trabajado en más de un súper mercado con propinas quevan de los 50 a los 130 pesos diarios.

Él vive solo y con estos ingresos tiene que solventar todos susgastos como los pagos de servicios y alimentos, pero se apreciaconforme con las gratificaciones que obtiene día a día; además,ha conseguido amistades agradables y sobre todo se siente útil enel trabajo.

“Los clientes son buenos muchas veces, claro, como en todo,hay quienes solo dan las gracias y otros que ni eso, pero qué levamos a hacer. Además yo siempre trato de estar contento y de seramable”, expresa mientras espera que algún cliente llegue a lacaja de la cual es responsable y continuar con las labores de suturno.

Buen trato es lo que esperan siempre los usuarios de lossupermercados por parte de los empacadores voluntarios o“cerillitos”, en su mayoría personas de la tercera edad,quienes a cambio llegan a recibir como

solo un peso o las gracias y una sonrisa, sin que los clientes sepercaten, a conciencia, de que ésta podría ser su única fuentede ingresos.

Para ser empacadores voluntarios es necesario tener más de 60años de edad y se les ofrece un periodo de trabajo de cinco horaspor día. La mayoría de ellos cuenta con una pensión no superioral promedio nacional que es de 2 mil pesos por mes; el cual con laspropinas que reciben como empacadores voluntarios, apenas y sinnovedad, pagan los servicios básicos de vivienda yalimentación.

, todo depende del horario asignado, la ubicación de la tiendaasí como las fechas, pues en ocasiones los fines de semana y lasquincenas son los más fuertes, coindicen quienes se dedican a lalabor. Al día, según las condiciones pueden ganar hasta 250 pesoscomo máximo y 30 como mínimo, de tal forma que lasgratificaciones son entre 3 mil 250 y 390.

Aunque  a esa edad tener unos pesos más no es la únicasatisfacción de quienes decidieron buscar este trabajo. A lolejos, en una caja de las tiendas de autoservicio es posibleapreciar a don Rodolfo,

, los cuenta uno a uno y entrecierra los ojos, como pensando enqué tiene que gastarlos; a veces es poca la ganancia, perotambién está contento porque se siente útil.

El ánimo de todos los que se emplean como empacadoresvoluntarios ya sea impulsados por el Sistema Municipal DIF o elInstituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) essimilar; eso sí, su principal característica y habilidad debe serla paciencia para “tolerar” a algunos de estos usuarios quealgunas veces y solo algunas veces –aclaran- no están dehumor.

DE DANZA FOLCLÓRICA A VIVIR DEPROPINAS

Ana Aurora Herrera, con 68 años de edad, hace apenas unosveinte días comenzó a trabajar como “cerillito” en una tiendade autoservicio en Puebla, pero ya tiene experiencia pues durante10 años se ha dedicado a esta actividad, una vez que dejó de darclases de danza folclórica en Mérida, Yucatán. Su pensión comoen todos los casos es raquítica y las propinas representan unaganancia extra.

Sentada entre otros 10 empacadores en la misma tienda, con unasonrisa por demás sincera, afirma que hay veces en las que lasgracias y una mueca de amabilidad son la mejor propina, pero nosiempre, dice entre carcajadas, pues un peso o 50 –porque se hadado el caso- es indispensable para solventar algunos gastos delhogar más ahora que vive con su hijo en Puebla.

“He entendido que es un trabajo digno, no le estamos robando anadie, claro, en algunos lados se gana más y en otros menos”, dice al tiempo de explicar que trabaja cinco horas diarias, haytres turnos, pero todos tienen un rol para pasar a la caja y quetodos los “cerillitos” tengan la oportunidad.

[caption id="attachment_366145" align="aligncenter" width="400"]Foto: Javier Pérez[/caption]

En su experiencia los ingresos son muy bajos, pues en alguno deestos días de trabajo ha tenido 48 pesos de propina y aunque sonbien recibidos, también representan mínimas gratificaciones queinvierte en las necesidades básicas de su hogar y, si sobra unpoquito, busca darles unos gustitos a sus nietos.

“Hay clientes muy amables que, aunque no te den un peso, tedicen ‘muchas gracias’ y te sonríen. A mí eso me llena,claro, pero que no me lo digan todos, porque si no, no hayganancia”, comentó entre carcajadas mientras espera su turnopara empaquetar.

NO PUEDE ESTAR ESPERANZADO A SUPENSIÓN

Hace apenas dos meses que Jorge Espinal comenzó a trabajar comoempacador voluntario. Todo fue una jugada del destino, pues hacealgún tiempo después de vivir en la Ciudad de México abrió unlocal de comida corrida que no tuvo los resultados esperados y tuvoque cerrar, por lo que pensó vivir en Puebla y así iniciarse eneste nuevo oficio.

Una pensión, también, es su respaldo. Tiene 68 años de edad ylos resultados de su negocio sin éxito hicieron que su ánimodecayera, por lo que se acercó al DIF para pedir una oportunidadde trabajo, toda vez que a pesar de que tiene dos hijos, viveprácticamente solo en un departamento donde se hace cargo de losservicios.

En estos dos meses se ha percatado de la dificultad de vivir delas propinas, pues si bien en algunos periodos puede tener ingresoshasta de 250 pesos todos los días por cinco horas de trabajo, enotras ocasiones el pago puede ser solo de 50, de tal forma que hadebido aprender a administrase.

Mientras charlaba con El Sol de Puebla, al fondo se escuchabanlos anuncios en el perifoneo del supermercado, por lo que Jorgeinterrumpía brevemente la entrevista para enterarse de todo antesde pasar a la caja para colocar los productos en las bolsas.

“No puedo estar nada más esperanzado a mi pensión,imagínese para un mes, no es suficiente, es por eso que necesitootro trabajo”.

CON LAS PROPINAS HAY QUE SABERADMINISTRARSE

Alicia Yáñez funge como encargada de los empacadoresvoluntarios,  tiene 66 años de edad, y vive sola. Ha laborado demuchas cosas hasta llegar a “cerillito”, donde tiene un ingresodiario de entre 30 y 180 pesos como máximo, mismo dinero que haaprendido a administrar, pues de otra forma no seríasuficiente.

Mientras colocaba los productos dentro de las bolsas recordóque hace un par de años se inició en esta labor que le ha ayudadoal solventar sus gastos, eso sí, hay que tener paciencia, pues enmuchas ocasiones la gente no quiere cooperar y hasta se portagrosera, pero es mínimo.

“Yo me conformo con llevarme 50 pesos, quién me los da en micasa. Estar sola no me gusta y como sea me he aprendido aadministrar, esa es la única forma en la que puedo hacerme de miscosas y además me gusta venir porque todo es muy accesible”,expuso.

HAY QUE DARLE BUENA ATENCIÓN ALCLIENTE

A decir de don Rodolfo Ortiz, la clave para ganarse buenaspropinas es tratar bien al cliente. “No hay de otra forma”,dice con la mirada fija en las cajas esperando su turno, pues eneste trabajo no se puede desperdiciar el tiempo ni dejar pasar alos visitantes en el supermercado quienes representan, claro,dinero.

Tiene 68 años de edad y hace tres meses, apenas se anotó como“cerillito”. Más allá de la poca pensión, como en todos loscasos y la necesidad de tener ingresos adicionales, es su interésde saberse una persona útil así como tener una actividad en lacual invertir su tiempo por lo que se interesó en trabajar en lossupermercados.

“Todavía me siento útil, vivo solo y tengo una pensión. Yocreo que la clave para tener buenas propinas es darle la atenciónal cliente, eso es algo lógico. Para ganársela hay que apapacharal cliente, porque uno es el último eslabón en la cadena, hay queponerle bien sus cosas, ahorrarle el trabajo al momento de acomodarlos productos en su casa”, consideró.

[caption id="attachment_366149" align="aligncenter" width="400"]Foto: Javier Pérez[/caption]

Hay quienes, dijo, no dan gratificación pero es normal ydetrás de esas personas estarán otras que sí den una propinaconocedores de la necesidad de quienes están en este trabajo.

LA MAYORÍA DE LA GENTE ES AMABLE

Con una hija que todavía estudia y trabaja, Mercedes Martínez,de 70 años de edad, inició hace cinco meses con el trabajo dondeconsideró que la mayoría de la gente es amable, pues en suexperiencia casi siempre recibe propina que varía entre 80 y 150pesos, dependiendo del horario y fechas.

“La mayoría es amable, es muy raro el que viene grosero, perosi uno les habla bien y les da uno buen trato ellos también sonbuenos con uno”, expresó, aunque afirmó que los días dequincena y fines de semana es cuando tienen másgratificaciones.

Este sueldo, pues así lo considera, alcanza, para pagar losgastos del hogar pues ella coopera con los pagos de los serviciosbásicos y los alimentos.

HA TRABAJADO EN MÁS DE UNSUPERMERCADO

Estar pendiente de las cajas para tener la propina es la clavede este trabajo, considera Juan Villalobos, quien a sus 60 años deedad, ha trabajado en más de un súper mercado con propinas quevan de los 50 a los 130 pesos diarios.

Él vive solo y con estos ingresos tiene que solventar todos susgastos como los pagos de servicios y alimentos, pero se apreciaconforme con las gratificaciones que obtiene día a día; además,ha conseguido amistades agradables y sobre todo se siente útil enel trabajo.

“Los clientes son buenos muchas veces, claro, como en todo,hay quienes solo dan las gracias y otros que ni eso, pero qué levamos a hacer. Además yo siempre trato de estar contento y de seramable”, expresa mientras espera que algún cliente llegue a lacaja de la cual es responsable y continuar con las labores de suturno.

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