/ jueves 11 de junio de 2020

Covid-19, el virus que cambió la forma de vivir las pérdidas

La muerte repentina, la imposibilidad de hacer un funeral tradicional, el miedo y la culpa son los elementos comunes en las partidas por la enfermedad

Desde que la pandemia del coronavirus (Covid-19) llegó a México, la sociedad ha presenciado, no sólo el incremento de los contagios, también se ha enfrentado a los inesperados decesos y la historia de muchos de ellos.

El país encabeza la tasa de letalidad por esta enfermedad en América Latina, pero el impacto de la muerte de miles de personas también se refleja en cada una de las familias que sufren una pérdida.

“Ante el fallecimiento de una persona por Covid-19, el duelo se tienen que vivir, de lo contrario ese dolor se vuelve crónico y a veces patológico”, compartió con El Sol de MéxicoPatricia Solís, terapeuta del Instituto Mexicano de Tanatología.

MUERTES REPENTINAS

Uno de los duelos más difíciles de elaborar, menciona Patricia, es cuando una muerte es repentina o inesperada, lo que no permite asimilar qué sucedió.

La enfermedad tiene una duración aproximada de 14 días; sin embargo, en algunos casos puede complicar el estado de salud del paciente en cuestión de horas, culminando en una muerte súbita, según datos de la Secretaría de Salud.

Foto: AFP

Otro de los factores que impiden comenzar un duelo sano son los decesos de personas jóvenes. Pese a que el virus se caracteriza en el mundo por presentar complicaciones severas en personas de la tercera edad, esta regla se rompió en México debido a los altos índices de algunas comorbilidades como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, entre otras.

Lo anterior fue señalado en el reporte vespertino por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, quien refirió que aunque la distribución de muertes entre rangos de edad “es más o menos la esperada, (…) México tiene una sobrerrepresentación de la mortalidad en edades más jóvenes”.

“La explicación más probable de esta situación es la inmensa carga de enfermedades crónicas que tiene nuestro país”.

“La partida de una persona joven tiene un impacto fuerte en la familia porque tenemos culturalmente un concepto de que la persona mayor ya vivió, independientemente de los estragos de la pandemia del coronavirus . Cuando una persona de la tercera edad fallece comienzan a surgir los consuelos tales como: ‘bueno, es que ya estaba grande’, como si fuéramos jueces y pudiéramos decidir quién sí muere y quién no”, expresó la tanatóloga.

LIDIAR CON LA CULPA

Debido al alto grado de contagio, puede ser común que dentro de una misma familia exista un brote y alguno de los casos culmine en un deceso. Solís afirma que bajo esta situación los familiares pueden comenzar a sentir culpa, que si no se atiende, puede ser peligrosa.

“Hay casos en los que es posible identificar a la persona que padeció la enfermedad antes que nadie y, que por tanto, propagó el coronavirus entre los demás integrantes de la familia afectados. Si ante un deceso esta persona tiene un sentimiento de culpabilidad y se hace responsable de la muerte del familiar, lo recomendable acudir con un terapeuta. Es de suma importancia atender la situación porque puede desembocar en depresión e incluso el suicidio”, aseguró.

Ida Nader, consejera tanatóloga del Centro de Desarrollo y Atención Tanatológicos (Cedat), detalló que ante el sentimiento de culpa anteriormente planteado “es necesario preguntarnos si realmente nosotros tuvimos la culpa de que en Wuhan, China se desencadenara el brote epidémico. La respuesta es no”.

“¿Nosotros sabíamos que teníamos Covid-19 y a pesar de eso tuvimos contacto con nuestra familia? No. No hay culpa. Teóricamente no la hay, ya en la práctica, con una terapia indicada, se debe trabajar en que la persona exprese por qué tienen culpa, poniendo atención en lo que siente y piensa, pero al mismo tiempo y al hacer estas reflexiones, por sí misma se dará cuenta que no es culpable”, expresó.

Una mujer sostiene las cenizas de un familiar que falleció a causa del padecimiento / Foto: Adrián Vázquez

SIN DESPEDIDA

Las muertes por el virus se caracterizan por limitar la despedida de los seres queridos en dos aspectos. El primero es que en casos en los que la enfermedad se agrava, el paciente ingresa a alguna instancia médica de urgencias y una vez dentro las visitas de familiares no están permitidas.

La Secretaría de Salud, a través de los Lineamientos de Manejo General y Masivo de Cadáveres por Covid-19 en México, menciona que “en la situación de emergencia sanitaria la potencial restricción de acceso a hospitales y acompañamiento de familiares con el paciente grave que fallece, puede incrementar la pena por falta de cierre del proceso de duelo”.

Relacionado a lo anterior, la tanatóloga Patricia dice que “la falta de despedida es un impacto muy fuerte que también causa culpa, pues cuesta creer que la persona murió y comienzan los remordimientos de qué no se hizo o se le dijo cuánto se le quería, de que no se despidió”.

Aunado a ello, los lineamientos precisan que “es importante respetar la decisión de los familiares de ver el cuerpo si así lo solicitan, después de su extracción de la sala de aislamiento o de urgencias”.

Sin embargo, hay casos como el de la familia de Pedro Hernández, de 61 años, de quien se sospecha murió por el virus. Las autoridades del hospital del Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) en el que se encontraba impidieron a la familia ver el cadáver hasta su reconocimiento, y para su sorpresa, Pedro no estaba en la morgue del hospital. Hoy en día, sus hijos siguen en busca de los restos de su padre.

Cuando el paciente muere, los protocolos de bioseguridad recomiendan hacer una cremación o inhumación inmediata. Además, para que se entregue el cuerpo, la familia debe contar ya con los servicios funerarios contratados.

Las autoridades también informaron que “la velación del cuerpo debe evitarse siempre que sea posible; sin embargo, en caso de realizarse, durará menos de cuatro horas, y con no más de 20 personas”.

De acuerdo con Solís, los velatorios son un ritual de despedida que más que funcionar para la persona fallecida, funciona para los familiares.

“Este momento no se pueden hacer estos rituales. Yo siempre digo que un ritual no es para el que se va, sino para que él se queda. Cuando se hace un velatorio la familia se siente acompañada por los seres queridos, amigos, familia, todo está lleno de flores y recuerdos. Los familiares se sienten acompañados en su dolor”, mencionó la terapeuta Patricia.

Todos estos rituales tienen una función, y es ayudar a asimilar la pérdida. Además, es necesario para poder comenzar con el duelo, que en promedio debe durar alrededor de uno a dos años.

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Desde que la pandemia del coronavirus (Covid-19) llegó a México, la sociedad ha presenciado, no sólo el incremento de los contagios, también se ha enfrentado a los inesperados decesos y la historia de muchos de ellos.

El país encabeza la tasa de letalidad por esta enfermedad en América Latina, pero el impacto de la muerte de miles de personas también se refleja en cada una de las familias que sufren una pérdida.

“Ante el fallecimiento de una persona por Covid-19, el duelo se tienen que vivir, de lo contrario ese dolor se vuelve crónico y a veces patológico”, compartió con El Sol de MéxicoPatricia Solís, terapeuta del Instituto Mexicano de Tanatología.

MUERTES REPENTINAS

Uno de los duelos más difíciles de elaborar, menciona Patricia, es cuando una muerte es repentina o inesperada, lo que no permite asimilar qué sucedió.

La enfermedad tiene una duración aproximada de 14 días; sin embargo, en algunos casos puede complicar el estado de salud del paciente en cuestión de horas, culminando en una muerte súbita, según datos de la Secretaría de Salud.

Foto: AFP

Otro de los factores que impiden comenzar un duelo sano son los decesos de personas jóvenes. Pese a que el virus se caracteriza en el mundo por presentar complicaciones severas en personas de la tercera edad, esta regla se rompió en México debido a los altos índices de algunas comorbilidades como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, entre otras.

Lo anterior fue señalado en el reporte vespertino por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, quien refirió que aunque la distribución de muertes entre rangos de edad “es más o menos la esperada, (…) México tiene una sobrerrepresentación de la mortalidad en edades más jóvenes”.

“La explicación más probable de esta situación es la inmensa carga de enfermedades crónicas que tiene nuestro país”.

“La partida de una persona joven tiene un impacto fuerte en la familia porque tenemos culturalmente un concepto de que la persona mayor ya vivió, independientemente de los estragos de la pandemia del coronavirus . Cuando una persona de la tercera edad fallece comienzan a surgir los consuelos tales como: ‘bueno, es que ya estaba grande’, como si fuéramos jueces y pudiéramos decidir quién sí muere y quién no”, expresó la tanatóloga.

LIDIAR CON LA CULPA

Debido al alto grado de contagio, puede ser común que dentro de una misma familia exista un brote y alguno de los casos culmine en un deceso. Solís afirma que bajo esta situación los familiares pueden comenzar a sentir culpa, que si no se atiende, puede ser peligrosa.

“Hay casos en los que es posible identificar a la persona que padeció la enfermedad antes que nadie y, que por tanto, propagó el coronavirus entre los demás integrantes de la familia afectados. Si ante un deceso esta persona tiene un sentimiento de culpabilidad y se hace responsable de la muerte del familiar, lo recomendable acudir con un terapeuta. Es de suma importancia atender la situación porque puede desembocar en depresión e incluso el suicidio”, aseguró.

Ida Nader, consejera tanatóloga del Centro de Desarrollo y Atención Tanatológicos (Cedat), detalló que ante el sentimiento de culpa anteriormente planteado “es necesario preguntarnos si realmente nosotros tuvimos la culpa de que en Wuhan, China se desencadenara el brote epidémico. La respuesta es no”.

“¿Nosotros sabíamos que teníamos Covid-19 y a pesar de eso tuvimos contacto con nuestra familia? No. No hay culpa. Teóricamente no la hay, ya en la práctica, con una terapia indicada, se debe trabajar en que la persona exprese por qué tienen culpa, poniendo atención en lo que siente y piensa, pero al mismo tiempo y al hacer estas reflexiones, por sí misma se dará cuenta que no es culpable”, expresó.

Una mujer sostiene las cenizas de un familiar que falleció a causa del padecimiento / Foto: Adrián Vázquez

SIN DESPEDIDA

Las muertes por el virus se caracterizan por limitar la despedida de los seres queridos en dos aspectos. El primero es que en casos en los que la enfermedad se agrava, el paciente ingresa a alguna instancia médica de urgencias y una vez dentro las visitas de familiares no están permitidas.

La Secretaría de Salud, a través de los Lineamientos de Manejo General y Masivo de Cadáveres por Covid-19 en México, menciona que “en la situación de emergencia sanitaria la potencial restricción de acceso a hospitales y acompañamiento de familiares con el paciente grave que fallece, puede incrementar la pena por falta de cierre del proceso de duelo”.

Relacionado a lo anterior, la tanatóloga Patricia dice que “la falta de despedida es un impacto muy fuerte que también causa culpa, pues cuesta creer que la persona murió y comienzan los remordimientos de qué no se hizo o se le dijo cuánto se le quería, de que no se despidió”.

Aunado a ello, los lineamientos precisan que “es importante respetar la decisión de los familiares de ver el cuerpo si así lo solicitan, después de su extracción de la sala de aislamiento o de urgencias”.

Sin embargo, hay casos como el de la familia de Pedro Hernández, de 61 años, de quien se sospecha murió por el virus. Las autoridades del hospital del Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS) en el que se encontraba impidieron a la familia ver el cadáver hasta su reconocimiento, y para su sorpresa, Pedro no estaba en la morgue del hospital. Hoy en día, sus hijos siguen en busca de los restos de su padre.

Cuando el paciente muere, los protocolos de bioseguridad recomiendan hacer una cremación o inhumación inmediata. Además, para que se entregue el cuerpo, la familia debe contar ya con los servicios funerarios contratados.

Las autoridades también informaron que “la velación del cuerpo debe evitarse siempre que sea posible; sin embargo, en caso de realizarse, durará menos de cuatro horas, y con no más de 20 personas”.

De acuerdo con Solís, los velatorios son un ritual de despedida que más que funcionar para la persona fallecida, funciona para los familiares.

“Este momento no se pueden hacer estos rituales. Yo siempre digo que un ritual no es para el que se va, sino para que él se queda. Cuando se hace un velatorio la familia se siente acompañada por los seres queridos, amigos, familia, todo está lleno de flores y recuerdos. Los familiares se sienten acompañados en su dolor”, mencionó la terapeuta Patricia.

Todos estos rituales tienen una función, y es ayudar a asimilar la pérdida. Además, es necesario para poder comenzar con el duelo, que en promedio debe durar alrededor de uno a dos años.

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