América Latina llega a la Cumbre de las Américas en un momento de incertidumbre política a causa de la erosión de sus instituciones y el desgaste económico y social por la pandemia, situación que se ve agravada por las divisiones y el desinterés de Estados Unidos, más preocupado de sus problemas domésticos y el desafío de Rusia y China que de colaborar con los países de la región.
El anfitrión sigue sin revelar la lista de gobernantes invitados, que se ha convertido en la lista de los desencuentros.
Cuando EU dijo el año pasado que sería el anfitrión de la Cumbre, el gobierno tenía esperanzas de que el evento ayudaría a reparar el daño de la era Trump y reafirmaría la primacía de Estados Unidos sobre China en América Latina.
Pero el presidente Joe Biden enfrenta problemas para lograr que la cumbre sea un éxito incluso antes de que comience.
La discordia ideológica sobre los invitados, el escepticismo sobre el compromiso de EU con la región y las bajas expectativas de acuerdos importantes en temas como migración y cooperación económica pesan, dicen funcionarios y analistas.
“EU malinterpretó la situación al no haber previsto que habría un alboroto sobre quién asistiría”, dijo Andrés Rozental, exvicecanciller mexicano.
Un funcionario estadounidense admitió que los preparativos fueron “más complicados de lo que imaginamos”.
Los eventos de nivel inferior comienzan hoy. Biden llegará el miércoles a Los Ángeles para inaugurar formalmente la cumbre.
Con Biden bajo presión por el número récord de migrantes en la frontera sur de EU, se espera que busque compromisos, especialmente de México y América Central, para frenar esos flujos, pero un gran avance parece poco probable.
Algunos líderes centroamericanos se han irritado por las demandas de que aborden la corrupción gubernamental, vista como impulsor de la migración desde Honduras, Guatemala y El Salvador.
Un funcionario de alto rango trató de restar importancia a la migración en la cumbre, diciendo que las relaciones de EU con América Latina eran mucho más amplias, citando la economía, la política climática y la recuperación de la pandemia.
Pero la pandemia también ha servido de pretexto para que algunos gobernantes acaparen más poder y apliquen indebidamente el estado de excepción, régimen previsto para situaciones especiales y que permite adoptar medidas excepcionales.
“Nuevos autoritarismos emergieron en sociedades impacientes, desconfiadas y fuertemente golpeadas por la emergencia sanitaria”, señala el índice Riesgo Político en América Latina, que elabora el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica (CEIUC) de Chile.
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América Latina se enfrenta a otro año complejo para la gobernanza, señala el documento. “Los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos” y seguirán presentes “el populismo, el sentimiento antiélite y el nativismo xenofóbico”.
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