BOGOTÁ. A cinco años de la firma de los acuerdos de paz en Colombia, exguerrilleros viven con terror en las mismas montañas donde combatieron por la ola de asesinatos selectivos: 293 excombatientes han sido asesinados desde el desarme que vigiló la ONU.
En sus casas prefabricadas, confiesan sentirse cazados como “conejos”.
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A comienzos de 2017 unos 300 guerrilleros de las FARC se concentraron en un pequeño predio rural del municipio de Miranda, en el departamento de Cauca, para entregar las armas. En la zona abundan los cultivos ilegales de mariguana.
En esa época todo era fiesta, pero luego la mayoría huyó. La ola de asesinatos selectivos y la falta de tierras para proyectos agrícolas -”incumplimiento de lo acordado”, alegan- rompió la vida colectiva.
Sólo quedan 35 hombres y mujeres que no tuvieron a dónde ir. A veces, cuentan, se oyen los disparos de los grupos que llegaron primero que el Estado para llenar el vacío dejado por las FARC.
Paradójicamente, la paz ha sido letal: cuando enfrentaban la ofensiva militar, entre 2006 y 2009, el ejército abatía a unos 640 guerrilleros al año. Ya sin armas, fueron asesinados 59 por año, indica el centro de estudios independiente sobre el conflicto CERAC.
En este contexto, el gobierno de Estados Unidos decidió retirar a las FARC de su lista de organizaciones terroristas.
“El proceso y firma del acuerdo de paz hace cinco años fue un punto de inflexión fundamental en el largo conflicto... puso fin a cinco décadas de conflicto y ha encaminado a Colombia hacia una paz justa y duradera”, recordó el portavoz de la diplomacia de EU, Ned Price.
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