/ martes 23 de julio de 2024

1951: Cuando el Atoyac arrastró un camión de pasajeros | Archivo Rojo

Un camión con 61 pasajeros a bordo fue arrastrado por la corriente, hecho que provocó un accidente que quedó en la memoria de los poblanos

Eran las 9 de la noche del domingo 8 de julio de 1951, cuando un individuo con la angustia reflejada en el rostro, se presentó en la redacción de este diario, El Sol de Puebla, para preguntar detalles acerca de la tragedia ocurrida con el camión de pasajeros que se había llevado el río Atoyac en el lugar conocido como Barranca Honda, ubicado a unos 400 metros de la fábrica textil La Covandonga que se encontraba en el corredor industrial, en los límites de Puebla y Tlaxcala.

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Los compañeros de la redacción estaban asombrados y un poco incrédulos de la veracidad de la información que estaban recibiendo, pero la persona comenzó a entrar en detalles que los hizo convencerse de que estaba diciendo la verdad. Trataron de verificar la información con distintas fuentes pero nadie sabía de lo ocurrido, entonces continuaron escuchando.

El hombre dijo que se enteró de lo sucedido porque venía procedente de Tlaxcala en otro autobús de la misma línea de camiones, Flecha Azul, y al pasar por las fábricas había mucha gente en el lugar y pararon a preguntar, así se enteraron de lo que ocurrido y de que habían rescatado el cuerpo de una pequeña de 7 años de edad. Señaló que al llegar a la estación, él solicitó informes porque sabía que unos familiares suyos habían viajado antes que él, pero en la línea de pasajeros no tenían información para darle.

El equipo de El Sol de Puebla se dirigió al lugar indicado por el hombre, pero por la carretera a Tlaxcala. Al acercarse no observaron nada que les pareciera anormal hasta que llegaron a la fábrica La María y encontraron un jeep del Departamento de Tránsito ocupado por el oficial Rodríguez, quien les hizo saber que ellos también habían recibido la información. Cuando estaban en el intercambio de palabras se acercaron tres jovencitos que les confirmaron la información. La tragedia había sucedido a unos cuantos metros del lugar en donde se encontraban.

Camión repleto de pasajeros arrastrado por el río

Catástrofe en el Atoyac: 50 muertos”, se ve en el encabezado del lunes 9 de julio de 1951 de la edición de El Sol de Puebla, con la que este diario informó los hechos de forma veraz y oportuna, a la sociedad.

Cerca de cincuenta muertos y once heridos, parecía ser en el primer minuto del presente día, el macabro saldo registrado en espeluznante accidente automovilístico, cuando un camión con cupo máximo de sesenta personas, totalmente lleno, fue arrastrado por el impetuoso caudal del ayer tarde crecido río Atoyac, llevando en su interior, prisioneros a una muerte segura, cincuenta personas entre mujeres y niños, en tanto en desesperado esfuerzo, once hombres luchaban contra la furia de la corriente tratando de alcanzar la orilla para salvar la vida”, se lee.

La tragedia había ocurrido en la conocida Barranca Honda ubicada entre las fábricas textiles La María y la Covadonga, a 7 kilómetros de Puebla, en un sitio en el que la carretera Puebla-Tlaxcala, cruza un vado.

En el vado se había formado una corriente de cerca de dos metros de profundidad, con no menos de 15 metros de ancho. El camión número 24 de Flecha Azul, se había quedado en medio del cauce cuando el río comenzó a crecer.

El itinerario del autobús comenzaba en la Ciudad de México, después Calpulalpan, Zacatlán, Apizaco, Tlaxcala y terminaba en Puebla, pero venía haciendo paradas en diferentes poblaciones.

Hasta ese momento, esta había sido la tragedia más horrible registrada en el Estado.

Graficas de la catástrofe del río Atoyac, obras de salvamento. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


Irresponsabilidad del conductor

Cosme Mora y Apolinar Barranco abordaron el camión de pasajeros número 24 en Zacatelco, no pudieron dar una hora exacta, pero dijeron que pudo ser alrededor de las 17:30 horas. Por eso se calculó que la tragedia sucedió entre las 17:00 y 18:00 horas.

Narraron que la unidad venía abarrotada porque había sido día de plaza en varias poblaciones por lo que era normal que llevara sobrecupo. Contaba con 40 asientos, pero llevaba pasaje en los pasillos, eran poco más de sesenta personas. Samuel García era el propietario del autobús y del conductor sólo se sabía que le apodaban “El Conejo”.

Los sobrevivientes dijeron que el camión venía corriendo en medio de tremendo aguacero. Su última parada fue en La Covadonga en donde bajaron la esposa y la hermana de un señor Reyes González que iba en el camión junto con su suegro, que fue una de las víctimas, pero él sobrevivió.

El camión comenzó su marcha, pero se detuvo un kilómetro adelante de la fábrica porque se podía apreciar que por el vado Barranca Honda corría una furiosa corriente. Los sobrevivientes aseguraron que los pasajeros le pidieron al conductor que dejara detenido el vehículo, pero de forma imprudente el chofer piso el acelerador para intentar cruzar entre las aguas. El camión se paró cuando el agua se infiltró en el motor y la unidad estaba a la mitad de la corriente, justo cuando esta acrecentaba su volumen.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Escenas de dolor vistas por los sobrevivientes

Los sobrevivientes narraron que la tragedia duró alrededor de diez minutos y que cuando el camión se encontraba varado entre las aguas, buscaron salida rompiendo los cristales de las ventanillas. Un grupo de ocho hombres logró salir y subirse al capacete del camión, ahí aguardaron con la esperanza de que pasara algún vehículo que los ayudara a salir del caudal. Ninguno intentó cruzar y llegar a la orilla porque el caudal estaba tempestuoso.

Del interior del carro salían gritos y sollozos y algunas manos enseñaban por la ventanilla a los niños condenados a morir (…) Paulatinamente la corriente se fue acrecentando y el nivel del agua se acercó a las ventanillas provocando la más espantosa escena de terror que recuerden los supervivientes; mujeres gritando y estrujando contra sus pechos a sus hijos, seres aterrorizados mirando el correr de las aguas”, se lee.

De pronto, una corriente invencible llegó a las ventanillas ahogando a los quejidos, la jaula humana se tambaleó y dio una primera voltereta estrepitosamente, y los que arriesgadamente habían logrado trepar a la canastilla, fueron arrojados contra el agua agrega la publicación.

El artesano Cosme Mora, logró llegar a la orilla, desde donde pudo observar cómo el autobús daba dos volteretas más, y unos metros adelante, alcanzó a ver al chofer del camión que flotaba sin sentido y boca arriba, hasta que lo perdió de vista.

Apolinar Barranco, quien era trabajador de La Covadonga, aseguró que estuvo cerca de treinta minutos luchando contra la corriente que lo había dejado desnudo, pero pudo alcanzar la orilla a pesar de que iba borracho. Mencionó que se escuchaban muchos ruidos que tronaban y logró ver al camión convertido en un juguete dando vuelcos rápidos por las aguas.

José García, ambulante de 51 años de edad, había sido trasladado al Hospital General del Estado en estado de shock, pero entre sollozos y gritos de locura, dio a entender que mientras luchaba contra la corriente, vio pasar ante sus ojos cuerpecitos de niños que ya estaba lejos de sus madres.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Intento de rescate de cuerpos

Al auxilio acudió primero la Cruz Roja que trasladó al José García al hospital, y después llegaron los bomberos, la policía y una ambulancia del seguro social. De los once sobrevivientes, ocho fueron atendidos en el edificio del sindicato de la fábrica La María, fueron inyectados y se les obsequio ropa.

Los restos del camión se hallaron cuando se pudo apreciar, a 200 metros de la Barranca Honda, una rueda y parte de la salpicadura del camión salían del agua; era la señal del sitio en donde se encontraba la tumba colectiva.

Los intentos de rescate de los cuerpos se realizaron por parte de los bomberos hasta las primeras tres horas del lunes 9, pero no tenían el equipo necesario para una obra de tal magnitud. Entonces, el director de este diario, Mario Álvarez, solicitó zapadores y otros cuerpos del Ejército para que prestaran su servicio en la labor.

De igual forma, El Sol de Puebla, hizo un llamado humanitario a todas las personas que de alguna manera pudieran prestar su colaboración a las autoridades civiles y militares para el rescate de víctimas:

Toda ayuda ya sea personal o mediante equipos que pongan a disposición de las autoridades, es en estos momentos, es sumamente valiosa”. Asimismo, puso los teléfonos de la dirección y la redacción de esta casa editorial, a disposición de la sociedad para quien necesitara orientación y consultas sobre el particular.

Durante la madrugada, el presidente municipal de la ciudad, Nicolás Vázquez, acompañado por Mario Álvarez, y el gerente de la editorial, Alberto Peniche, se trasladaron al sitio de la tragedia, en donde el alcalde ordenó personalmente las maniobras necesarias para el rescate, quien, además, se mostró profundamente conmovido.

A esas horas, bomberos, policías y campesinos de la región, un total de ochenta hombres, intentaban desesperadamente encontrar por el río Atoyac, en los márgenes, recodos y lugares cercanos al vado, cadáveres para rescatarlos. Pero la labor se dificultó por la fuerte creciente del río.

Pascuala Romero de Cortés, esposa del chofer, se desvaneció al reconocer el cadáver de su esposo. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

La corriente de la muerte

El drama por el rescate de los cincuenta cadáveres, se desenvolvió sobre la ribera del río Atayoc, los subsecuentes días. Las puertas del Panteón Municipal se cerraron para impedir que la multitud de curiosos, invadieran el anfiteatro en donde fueron depositados los cuerpos de las Víctimas.


Diecisiete cuerpos sin vida entre hombre, mujeres y niños, desprovistos todos de ropa alguna, ensangrentados, con sus carnes abotagadas y heridas que a simple vista aún parecen vivas, han sido hallados hasta estos momentos en las compuertas de la fábrica “El Patriotismo”, “puente de México" y las plantas de luz “La Carmela” y “Carmelita se lee en la publicación.

La furia de las aguas, había arrojado a la orilla asientos retorcidos, zapatos, pedazos de ropa, y una parte del armazón del camión, en donde se apreciaba el nombre del autobús, “Luz María”, cuyos colores vivos remitían a un momento de poesía en lugar de terror.

Para el miércoles 11 de julio, ya se habían rescatado 22 cuerpos, cuatro de ellos se habían encontrado en el lago de Valsequillo, y los rescatistas estuvieron a punto de perder la vida por los recubrimientos de lirio acuático de la zona, otra persona más fue rescatada ahí mismo el siguiente día.

También en la presa de Valsequillo, el jueves 12 de julio, había sido rescatado el cadáver, en completo estado de descomposición, del chofer, conocido como “El Conejo”, que en vida llevó el nombre de Aurelio Cortés Herrera.

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Con el hallazgo del cadáver del conductor del camión 24 de Flecha Azul, se comenzó a escribir el final de esta tragedia, porque poco a poco, al pasar de los días, fueron apareciendo los cadáveres a en diferentes puntos de la presa de Valsequillo.

Eran las 9 de la noche del domingo 8 de julio de 1951, cuando un individuo con la angustia reflejada en el rostro, se presentó en la redacción de este diario, El Sol de Puebla, para preguntar detalles acerca de la tragedia ocurrida con el camión de pasajeros que se había llevado el río Atoyac en el lugar conocido como Barranca Honda, ubicado a unos 400 metros de la fábrica textil La Covandonga que se encontraba en el corredor industrial, en los límites de Puebla y Tlaxcala.

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Los compañeros de la redacción estaban asombrados y un poco incrédulos de la veracidad de la información que estaban recibiendo, pero la persona comenzó a entrar en detalles que los hizo convencerse de que estaba diciendo la verdad. Trataron de verificar la información con distintas fuentes pero nadie sabía de lo ocurrido, entonces continuaron escuchando.

El hombre dijo que se enteró de lo sucedido porque venía procedente de Tlaxcala en otro autobús de la misma línea de camiones, Flecha Azul, y al pasar por las fábricas había mucha gente en el lugar y pararon a preguntar, así se enteraron de lo que ocurrido y de que habían rescatado el cuerpo de una pequeña de 7 años de edad. Señaló que al llegar a la estación, él solicitó informes porque sabía que unos familiares suyos habían viajado antes que él, pero en la línea de pasajeros no tenían información para darle.

El equipo de El Sol de Puebla se dirigió al lugar indicado por el hombre, pero por la carretera a Tlaxcala. Al acercarse no observaron nada que les pareciera anormal hasta que llegaron a la fábrica La María y encontraron un jeep del Departamento de Tránsito ocupado por el oficial Rodríguez, quien les hizo saber que ellos también habían recibido la información. Cuando estaban en el intercambio de palabras se acercaron tres jovencitos que les confirmaron la información. La tragedia había sucedido a unos cuantos metros del lugar en donde se encontraban.

Camión repleto de pasajeros arrastrado por el río

Catástrofe en el Atoyac: 50 muertos”, se ve en el encabezado del lunes 9 de julio de 1951 de la edición de El Sol de Puebla, con la que este diario informó los hechos de forma veraz y oportuna, a la sociedad.

Cerca de cincuenta muertos y once heridos, parecía ser en el primer minuto del presente día, el macabro saldo registrado en espeluznante accidente automovilístico, cuando un camión con cupo máximo de sesenta personas, totalmente lleno, fue arrastrado por el impetuoso caudal del ayer tarde crecido río Atoyac, llevando en su interior, prisioneros a una muerte segura, cincuenta personas entre mujeres y niños, en tanto en desesperado esfuerzo, once hombres luchaban contra la furia de la corriente tratando de alcanzar la orilla para salvar la vida”, se lee.

La tragedia había ocurrido en la conocida Barranca Honda ubicada entre las fábricas textiles La María y la Covadonga, a 7 kilómetros de Puebla, en un sitio en el que la carretera Puebla-Tlaxcala, cruza un vado.

En el vado se había formado una corriente de cerca de dos metros de profundidad, con no menos de 15 metros de ancho. El camión número 24 de Flecha Azul, se había quedado en medio del cauce cuando el río comenzó a crecer.

El itinerario del autobús comenzaba en la Ciudad de México, después Calpulalpan, Zacatlán, Apizaco, Tlaxcala y terminaba en Puebla, pero venía haciendo paradas en diferentes poblaciones.

Hasta ese momento, esta había sido la tragedia más horrible registrada en el Estado.

Graficas de la catástrofe del río Atoyac, obras de salvamento. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


Irresponsabilidad del conductor

Cosme Mora y Apolinar Barranco abordaron el camión de pasajeros número 24 en Zacatelco, no pudieron dar una hora exacta, pero dijeron que pudo ser alrededor de las 17:30 horas. Por eso se calculó que la tragedia sucedió entre las 17:00 y 18:00 horas.

Narraron que la unidad venía abarrotada porque había sido día de plaza en varias poblaciones por lo que era normal que llevara sobrecupo. Contaba con 40 asientos, pero llevaba pasaje en los pasillos, eran poco más de sesenta personas. Samuel García era el propietario del autobús y del conductor sólo se sabía que le apodaban “El Conejo”.

Los sobrevivientes dijeron que el camión venía corriendo en medio de tremendo aguacero. Su última parada fue en La Covadonga en donde bajaron la esposa y la hermana de un señor Reyes González que iba en el camión junto con su suegro, que fue una de las víctimas, pero él sobrevivió.

El camión comenzó su marcha, pero se detuvo un kilómetro adelante de la fábrica porque se podía apreciar que por el vado Barranca Honda corría una furiosa corriente. Los sobrevivientes aseguraron que los pasajeros le pidieron al conductor que dejara detenido el vehículo, pero de forma imprudente el chofer piso el acelerador para intentar cruzar entre las aguas. El camión se paró cuando el agua se infiltró en el motor y la unidad estaba a la mitad de la corriente, justo cuando esta acrecentaba su volumen.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Escenas de dolor vistas por los sobrevivientes

Los sobrevivientes narraron que la tragedia duró alrededor de diez minutos y que cuando el camión se encontraba varado entre las aguas, buscaron salida rompiendo los cristales de las ventanillas. Un grupo de ocho hombres logró salir y subirse al capacete del camión, ahí aguardaron con la esperanza de que pasara algún vehículo que los ayudara a salir del caudal. Ninguno intentó cruzar y llegar a la orilla porque el caudal estaba tempestuoso.

Del interior del carro salían gritos y sollozos y algunas manos enseñaban por la ventanilla a los niños condenados a morir (…) Paulatinamente la corriente se fue acrecentando y el nivel del agua se acercó a las ventanillas provocando la más espantosa escena de terror que recuerden los supervivientes; mujeres gritando y estrujando contra sus pechos a sus hijos, seres aterrorizados mirando el correr de las aguas”, se lee.

De pronto, una corriente invencible llegó a las ventanillas ahogando a los quejidos, la jaula humana se tambaleó y dio una primera voltereta estrepitosamente, y los que arriesgadamente habían logrado trepar a la canastilla, fueron arrojados contra el agua agrega la publicación.

El artesano Cosme Mora, logró llegar a la orilla, desde donde pudo observar cómo el autobús daba dos volteretas más, y unos metros adelante, alcanzó a ver al chofer del camión que flotaba sin sentido y boca arriba, hasta que lo perdió de vista.

Apolinar Barranco, quien era trabajador de La Covadonga, aseguró que estuvo cerca de treinta minutos luchando contra la corriente que lo había dejado desnudo, pero pudo alcanzar la orilla a pesar de que iba borracho. Mencionó que se escuchaban muchos ruidos que tronaban y logró ver al camión convertido en un juguete dando vuelcos rápidos por las aguas.

José García, ambulante de 51 años de edad, había sido trasladado al Hospital General del Estado en estado de shock, pero entre sollozos y gritos de locura, dio a entender que mientras luchaba contra la corriente, vio pasar ante sus ojos cuerpecitos de niños que ya estaba lejos de sus madres.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Intento de rescate de cuerpos

Al auxilio acudió primero la Cruz Roja que trasladó al José García al hospital, y después llegaron los bomberos, la policía y una ambulancia del seguro social. De los once sobrevivientes, ocho fueron atendidos en el edificio del sindicato de la fábrica La María, fueron inyectados y se les obsequio ropa.

Los restos del camión se hallaron cuando se pudo apreciar, a 200 metros de la Barranca Honda, una rueda y parte de la salpicadura del camión salían del agua; era la señal del sitio en donde se encontraba la tumba colectiva.

Los intentos de rescate de los cuerpos se realizaron por parte de los bomberos hasta las primeras tres horas del lunes 9, pero no tenían el equipo necesario para una obra de tal magnitud. Entonces, el director de este diario, Mario Álvarez, solicitó zapadores y otros cuerpos del Ejército para que prestaran su servicio en la labor.

De igual forma, El Sol de Puebla, hizo un llamado humanitario a todas las personas que de alguna manera pudieran prestar su colaboración a las autoridades civiles y militares para el rescate de víctimas:

Toda ayuda ya sea personal o mediante equipos que pongan a disposición de las autoridades, es en estos momentos, es sumamente valiosa”. Asimismo, puso los teléfonos de la dirección y la redacción de esta casa editorial, a disposición de la sociedad para quien necesitara orientación y consultas sobre el particular.

Durante la madrugada, el presidente municipal de la ciudad, Nicolás Vázquez, acompañado por Mario Álvarez, y el gerente de la editorial, Alberto Peniche, se trasladaron al sitio de la tragedia, en donde el alcalde ordenó personalmente las maniobras necesarias para el rescate, quien, además, se mostró profundamente conmovido.

A esas horas, bomberos, policías y campesinos de la región, un total de ochenta hombres, intentaban desesperadamente encontrar por el río Atoyac, en los márgenes, recodos y lugares cercanos al vado, cadáveres para rescatarlos. Pero la labor se dificultó por la fuerte creciente del río.

Pascuala Romero de Cortés, esposa del chofer, se desvaneció al reconocer el cadáver de su esposo. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

La corriente de la muerte

El drama por el rescate de los cincuenta cadáveres, se desenvolvió sobre la ribera del río Atayoc, los subsecuentes días. Las puertas del Panteón Municipal se cerraron para impedir que la multitud de curiosos, invadieran el anfiteatro en donde fueron depositados los cuerpos de las Víctimas.


Diecisiete cuerpos sin vida entre hombre, mujeres y niños, desprovistos todos de ropa alguna, ensangrentados, con sus carnes abotagadas y heridas que a simple vista aún parecen vivas, han sido hallados hasta estos momentos en las compuertas de la fábrica “El Patriotismo”, “puente de México" y las plantas de luz “La Carmela” y “Carmelita se lee en la publicación.

La furia de las aguas, había arrojado a la orilla asientos retorcidos, zapatos, pedazos de ropa, y una parte del armazón del camión, en donde se apreciaba el nombre del autobús, “Luz María”, cuyos colores vivos remitían a un momento de poesía en lugar de terror.

Para el miércoles 11 de julio, ya se habían rescatado 22 cuerpos, cuatro de ellos se habían encontrado en el lago de Valsequillo, y los rescatistas estuvieron a punto de perder la vida por los recubrimientos de lirio acuático de la zona, otra persona más fue rescatada ahí mismo el siguiente día.

También en la presa de Valsequillo, el jueves 12 de julio, había sido rescatado el cadáver, en completo estado de descomposición, del chofer, conocido como “El Conejo”, que en vida llevó el nombre de Aurelio Cortés Herrera.

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Con el hallazgo del cadáver del conductor del camión 24 de Flecha Azul, se comenzó a escribir el final de esta tragedia, porque poco a poco, al pasar de los días, fueron apareciendo los cadáveres a en diferentes puntos de la presa de Valsequillo.

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