/ martes 26 de marzo de 2024

Baños Necaxa, el infierno provocado por un rayo | Archivo Rojo

¿Qué fue lo que provocó el infierno que causó la muerte por quemaduras de nueve personas y una veintena de heridos?

El sábado 1 de septiembre de 1962, un aguacero propio de la temporada abatía la ciudad de Puebla con descargas eléctricas seguidas una tras otra.

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Los Baños Necaxa estaban llenos y todo se desarrollaba con total normalidad. Como era costumbre de antaño, un gran número de poblanos se había dado cita en el lugar para asearse y disfrutar del vapor o un baño ruso o turco, tomar masajes relajantes y socializar, porque la gente acudía en grupos o en familia.

Minutos antes de las cinco de la tarde, el viento rugió y se fue la luz. Un relámpago iluminó el interior de los baños y un ruido estruendoso desató el infierno: Se derribaron muros, paredes y techos que sepultaron a varias personas, también provocó la fuga de vapor y agua hirviendo que “cocieron” a los que se encontraban ahí.

La explosión cimbró el edificio y en medio de la oscuridad, todo fue pánico y terror. Los niños lloraban aterrados, las mujeres estaban histéricas y los hombres con los ojos desorbitados estaban en completo desconcierto y confusión.

Pánico y terror en el interior de los baños

El desconcierto fue tal que, presas de pánico y en medio de la penumbra, hombres, mujeres y niños corrieron por los pasillos para tratar de ponerse a salvo saliendo del lugar sin reparar que estaban desnudos o en paños menores.

Todos los que estábamos en el baño nos quedamos a oscuras y los bañeros comenzaron a gritar que pusieran la planta. Oíamos que estaba lloviendo fuerte, pero yo creo que nadie se imaginó lo que iba a suceder”, relató un testigo a este diario, El Sol de Puebla, que publicó la noticia en su edición dominical del 2 de septiembre.

Otra persona que se encontraba en los baños dijo: “Al sentir que me quemaba y que me asfixiaba, salí corriendo por la puerta de la estufa del ruso y cuando llegué al pasillo de los vestidores corrí hacia la calle sin darme cuenta de que iba desnudo”.

Alcancé a ver cómo el techo de la estufa del turco se venía abajo sepultando a varios niños y a unos señores que estaban adentro (…) Las regaderas comenzaron a lanzar agua hirviendo y vapor; los que estaban en ellas comenzaron a gritar que se quemaban y todos corrimos hacia la puerta. Muchos se resbalaron y otros no encontraban la salida (…) nadie sabía qué hacer, era un relajo de los diablos”, detalló otro testigo que, en propias palabras, dijo que se salvó de milagro.

En las regaderas y el ruso de hombres, algunos varones habían sido alcanzados por las piedras y vidrios que saltaron cuando bruscamente se cimbró todo el edificio por la explosión, y otros sufrieron graves quemaduras.

Las tuberías del turco se habían roto y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo hacia todos lados cociendo a todas las personas que había quedado atrapadas porque el techo se vino para abajo y los sepultó.

Todos se encontraban en total confusión al no saber lo que estaba sucediendo y el terror se acrecentaba con los gritos de auxilio y de dolor de las personas que estaban atrapadas o moribundas.

Las tuberías del turco se habían roto y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Angustiosa llamada de auxilio

Una angustiosa llamada de auxilio irrumpió las oficinas del cuerpo de bomberos justo a las cinco de la tarde, requiriendo de inmediato su presencia en los Baños Necaxa, ubicados en la 12 Poniente 109, porque había explotada una caldera y los muertos, quemados y heridos, se contaban por montones.

Un grupo de quince bomberos al mando del subcomandante J. Guadalupe Martínez abordaron la unidad “Alvarado Tamaríz” y se desplazaron de inmediato al edificio siniestrado. Al llegar se encontraron con escenas dramáticas y una multitud de curiosos que se había arremolinado en las afueras del sitio. La policía, que había llegado minutos antes, no se daba abasto para mantenerlos a distancia y así evitar una tragedia mayor.

Alumbrándose con linternas, el cuerpo de bomberos se introdujo al interior del edificio siniestrado; sus integrantes observaron al personal de la Cruz Roja que ya auxiliaba a muchos heridos que se encontraban en los pasillos, uno de ellos señaló que en la estufa del turco estaban atrapados varios niños y algunos hombres.

Al llegar al sitio que había indicado la persona que estaba siendo atendida en el pasillo, los bomberos tuvieron que romper los vidrios de las regaderas para que por ahí se saliera el vapor que inundaba el cuarto e impedía la visibilidad. Después comenzaron el rescate de las personas que habían quedado atrapadas bajo los escombros y el techo.

La versión generalizada fue que un rayo hizo blanco en la chimenea de los baños públicos y se albergó en la cámara de combustión de la caldera, con toda su furia la desplazó de su armazón y arrastró sus 10 o 15 toneladas de peso, derrumbando muros, paredes y techos.

Pena y dolor por los fallecidos

Cinco chiquillos y cuatro adultos espeluznantemente quemados, una veintena de heridos y contusionados y cerca de 200 mil pesos en pérdidas materiales, fue el saldo funesto de la terrífica tragedia registrada ayer en la tarde en los Baños Necaxa”, se lee en la publicación.

“¿Qué he hecho?, ¿qué he hecho para que me ocurra esto?”, exclamaba María Juárez, con los ojos inundados por el llanto y alma destrozada. La mujer había perdido a cuatro de sus cinco hijos en la explosión. Sin saber que la muerte los sorprendería, los cuatro niños se habían adelantado a los baños con la promesa de que su padre, León Trejo, los alcanzaría más tarde. Pero el destino le jugó una mala pasada al matrimonio porque nunca más volvieron a ver con vida a sus hijos Roberto de 17 años, Guillermo de 13, Alfonso de 11 y Salvador de 9, quienes fallecieron en el suceso.

Entre cuadros de pena y dolor de amigos y familiares de las víctimas, incluso de gente desconocida que se unió a su sufrimiento, los restos de las personas fallecidas recibieron cristiana sepultura en los cementerios Municipal y La Piedad.

Además de los cuatro niños Trejo Juárez, entre las víctimas de la explosión se encontraban: Josué Romero Martínez de 17 años, Francisco Villegas Hernández de 16, Abel Salazar Aguilera de 14, Miguel y Juan de la Rosa Hernández de 10 y 13 años, respectivamente.

Una víctima más se cobró el siniestro, tres días después, cuando una señora murió del susto por la impresión que le causó enterarse de la tragedia que había ocurrido en el sitio a donde habían ido su esposo e hijo. Esto le ocasionó una complicación en su estado de salud y la arrastró hasta la tumba.

Los restos de las personas fallecidas recibieron cristiana sepultura en los cementerios Municipal y La Piedad. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Peritaje: la caldera no explotó

La primera hipótesis que se formuló, fue que un rayo había provocado una explosión en la caldera; se llegó a pensar que esta no contaba con el mantenimiento adecuado, e incluso se dijo que al construir el edificio no se habían seguido los requerimientos de protección.

Pero el peritaje que se realizó, arrojó que la causa principal del derrumbamiento de la caldera era el mal estado del muro principal que lo sostenía. Los peritos aseguraron que el muro se debilitó por el calor, por consiguiente, dedujeron que la construcción cumplió con los requisitos de seguridad al momento de edificarse, así que era muy difícil señalar culpables.

El cuarto de calderas fue el sitio principal en el que se enfocó la investigación. Después, el cuarto de vapor turco, que fue el lugar en donde se cayó la caldera lo que provocó la caída del techo y de la pared, así como en los tubos que con el impacto se quebraron, lo que provocó que, el vapor de alta temperatura que conducía, saliera disparado por infinidad de agujeros.

Francisco Castro Rayón, quien era el procurador en ese momento, dijo que se investigaría si la construcción contaba con los requerimientos de protección y mantenimiento requeridos, para que, en caso contrario, el propietario y el constructor fueran procesados por homicidio imprudencial.

Después de una exhaustiva investigación realizada en el edificio siniestrado, los peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado determinaron que la caldera estaba en buen estado y había sido revisada 10 meses atrás, su potencia era de 6 kilos de vapor y se encontraba calibrada para 3. Por sus características se dedujo que esta no hizo explosión ni recibió ninguna descarga eléctrica. Por otra parte, las instalaciones eléctricas no tenían ningún desperfecto salvo los causados por el derrumbamiento.

El propietario es eximido de toda culpa

En aquella época, el propietario de los Baños Necaxa era Jorge Jiménez Hernández, quien para deliberar si un rayo fue el causante de la tragedia, presentó un estudio del físico e ingeniero químico industrial Alfonso E. Fabre.

De igual forma, Jiménez entregó un reporte del Observatorio Astronómico de la Universidad Autónoma de Puebla, que certificó el estado del tiempo y las condiciones atmosféricas que prevalecieron en la capital el sábado 1 de septiembre, cuando sucedió la explosión, entre las 16:30 y 17:30 horas, es decir, media hora antes y media hora después del suceso.

La teoría sustentada por el físico E. Fabre estableció que una centella o rayo globular fue la causante de la tragedia de los Baños Necaxa:

Hizo blanco en la chimenea y descendiendo por el tiro al llegar a tierra su terrible fuerza magnética desplazó la caldera de su enorme armazón y al hacerla caer de su base, sus 16 toneladas de peso, arrastrando todo lo que encontró en el trayecto de su caída hicieron cimbrar vigorosamente el edificio, derrumbando muros, techos y paredes”.

Al rendir su dictamen pericial, el cuartel de bomberos aceptó que una descarga eléctrica provocó una explosión clásica de gases acumulados, y precisó que en las calderas no se encontraba ninguna falla. Por su parte, el observatorio meteorológico de la UAP coincidió en la teoría de Fabre acerca de meteoros producidos por electricidad atmosférica.

En la conclusión del peritaje rendido ante el Ministerio Público por el físico e ingeniero químico, Alfonso E. Fabre, se lee:

El origen del siniestro ocurrido en los Baños Necaxa fue causado por la caída de un rayo globular –centella– que al penetrar por la chimenea de la caldera en la que actuó el hollín como un preferente conductor, siguiendo su curso llegando a la primera parte metálica, en este caso la masa de la caldera por su parte trasera y superior, vino el impacto con desplazamiento horizontal y perpendicular hacia abajo, producido por lo tanto por una causa externa y extraña a la construcción e instalación de dicha caldera, siendo la única causa física admisible como determinante del accidente”.

El físico calculó que la centella alcanzó un grado de potencia que sobrepasó a 20 mil amperios y descartó toda posibilidad de que el desastre haya sido provocado por el estallamiento en la caldera o el derrumbamiento por reblandecimiento del muro que soporta la misma.

El propietario de los baños fue eximido de toda culpa. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

El propietario de los Baños Necaxa fue eximido de toda culpa después de que los tres peritajes coincidieran en la teoría de la centella, rechazando toda posibilidad de una explosión directa en la caldera por alguna falla.



El sábado 1 de septiembre de 1962, un aguacero propio de la temporada abatía la ciudad de Puebla con descargas eléctricas seguidas una tras otra.

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Los Baños Necaxa estaban llenos y todo se desarrollaba con total normalidad. Como era costumbre de antaño, un gran número de poblanos se había dado cita en el lugar para asearse y disfrutar del vapor o un baño ruso o turco, tomar masajes relajantes y socializar, porque la gente acudía en grupos o en familia.

Minutos antes de las cinco de la tarde, el viento rugió y se fue la luz. Un relámpago iluminó el interior de los baños y un ruido estruendoso desató el infierno: Se derribaron muros, paredes y techos que sepultaron a varias personas, también provocó la fuga de vapor y agua hirviendo que “cocieron” a los que se encontraban ahí.

La explosión cimbró el edificio y en medio de la oscuridad, todo fue pánico y terror. Los niños lloraban aterrados, las mujeres estaban histéricas y los hombres con los ojos desorbitados estaban en completo desconcierto y confusión.

Pánico y terror en el interior de los baños

El desconcierto fue tal que, presas de pánico y en medio de la penumbra, hombres, mujeres y niños corrieron por los pasillos para tratar de ponerse a salvo saliendo del lugar sin reparar que estaban desnudos o en paños menores.

Todos los que estábamos en el baño nos quedamos a oscuras y los bañeros comenzaron a gritar que pusieran la planta. Oíamos que estaba lloviendo fuerte, pero yo creo que nadie se imaginó lo que iba a suceder”, relató un testigo a este diario, El Sol de Puebla, que publicó la noticia en su edición dominical del 2 de septiembre.

Otra persona que se encontraba en los baños dijo: “Al sentir que me quemaba y que me asfixiaba, salí corriendo por la puerta de la estufa del ruso y cuando llegué al pasillo de los vestidores corrí hacia la calle sin darme cuenta de que iba desnudo”.

Alcancé a ver cómo el techo de la estufa del turco se venía abajo sepultando a varios niños y a unos señores que estaban adentro (…) Las regaderas comenzaron a lanzar agua hirviendo y vapor; los que estaban en ellas comenzaron a gritar que se quemaban y todos corrimos hacia la puerta. Muchos se resbalaron y otros no encontraban la salida (…) nadie sabía qué hacer, era un relajo de los diablos”, detalló otro testigo que, en propias palabras, dijo que se salvó de milagro.

En las regaderas y el ruso de hombres, algunos varones habían sido alcanzados por las piedras y vidrios que saltaron cuando bruscamente se cimbró todo el edificio por la explosión, y otros sufrieron graves quemaduras.

Las tuberías del turco se habían roto y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo hacia todos lados cociendo a todas las personas que había quedado atrapadas porque el techo se vino para abajo y los sepultó.

Todos se encontraban en total confusión al no saber lo que estaba sucediendo y el terror se acrecentaba con los gritos de auxilio y de dolor de las personas que estaban atrapadas o moribundas.

Las tuberías del turco se habían roto y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Angustiosa llamada de auxilio

Una angustiosa llamada de auxilio irrumpió las oficinas del cuerpo de bomberos justo a las cinco de la tarde, requiriendo de inmediato su presencia en los Baños Necaxa, ubicados en la 12 Poniente 109, porque había explotada una caldera y los muertos, quemados y heridos, se contaban por montones.

Un grupo de quince bomberos al mando del subcomandante J. Guadalupe Martínez abordaron la unidad “Alvarado Tamaríz” y se desplazaron de inmediato al edificio siniestrado. Al llegar se encontraron con escenas dramáticas y una multitud de curiosos que se había arremolinado en las afueras del sitio. La policía, que había llegado minutos antes, no se daba abasto para mantenerlos a distancia y así evitar una tragedia mayor.

Alumbrándose con linternas, el cuerpo de bomberos se introdujo al interior del edificio siniestrado; sus integrantes observaron al personal de la Cruz Roja que ya auxiliaba a muchos heridos que se encontraban en los pasillos, uno de ellos señaló que en la estufa del turco estaban atrapados varios niños y algunos hombres.

Al llegar al sitio que había indicado la persona que estaba siendo atendida en el pasillo, los bomberos tuvieron que romper los vidrios de las regaderas para que por ahí se saliera el vapor que inundaba el cuarto e impedía la visibilidad. Después comenzaron el rescate de las personas que habían quedado atrapadas bajo los escombros y el techo.

La versión generalizada fue que un rayo hizo blanco en la chimenea de los baños públicos y se albergó en la cámara de combustión de la caldera, con toda su furia la desplazó de su armazón y arrastró sus 10 o 15 toneladas de peso, derrumbando muros, paredes y techos.

Pena y dolor por los fallecidos

Cinco chiquillos y cuatro adultos espeluznantemente quemados, una veintena de heridos y contusionados y cerca de 200 mil pesos en pérdidas materiales, fue el saldo funesto de la terrífica tragedia registrada ayer en la tarde en los Baños Necaxa”, se lee en la publicación.

“¿Qué he hecho?, ¿qué he hecho para que me ocurra esto?”, exclamaba María Juárez, con los ojos inundados por el llanto y alma destrozada. La mujer había perdido a cuatro de sus cinco hijos en la explosión. Sin saber que la muerte los sorprendería, los cuatro niños se habían adelantado a los baños con la promesa de que su padre, León Trejo, los alcanzaría más tarde. Pero el destino le jugó una mala pasada al matrimonio porque nunca más volvieron a ver con vida a sus hijos Roberto de 17 años, Guillermo de 13, Alfonso de 11 y Salvador de 9, quienes fallecieron en el suceso.

Entre cuadros de pena y dolor de amigos y familiares de las víctimas, incluso de gente desconocida que se unió a su sufrimiento, los restos de las personas fallecidas recibieron cristiana sepultura en los cementerios Municipal y La Piedad.

Además de los cuatro niños Trejo Juárez, entre las víctimas de la explosión se encontraban: Josué Romero Martínez de 17 años, Francisco Villegas Hernández de 16, Abel Salazar Aguilera de 14, Miguel y Juan de la Rosa Hernández de 10 y 13 años, respectivamente.

Una víctima más se cobró el siniestro, tres días después, cuando una señora murió del susto por la impresión que le causó enterarse de la tragedia que había ocurrido en el sitio a donde habían ido su esposo e hijo. Esto le ocasionó una complicación en su estado de salud y la arrastró hasta la tumba.

Los restos de las personas fallecidas recibieron cristiana sepultura en los cementerios Municipal y La Piedad. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Peritaje: la caldera no explotó

La primera hipótesis que se formuló, fue que un rayo había provocado una explosión en la caldera; se llegó a pensar que esta no contaba con el mantenimiento adecuado, e incluso se dijo que al construir el edificio no se habían seguido los requerimientos de protección.

Pero el peritaje que se realizó, arrojó que la causa principal del derrumbamiento de la caldera era el mal estado del muro principal que lo sostenía. Los peritos aseguraron que el muro se debilitó por el calor, por consiguiente, dedujeron que la construcción cumplió con los requisitos de seguridad al momento de edificarse, así que era muy difícil señalar culpables.

El cuarto de calderas fue el sitio principal en el que se enfocó la investigación. Después, el cuarto de vapor turco, que fue el lugar en donde se cayó la caldera lo que provocó la caída del techo y de la pared, así como en los tubos que con el impacto se quebraron, lo que provocó que, el vapor de alta temperatura que conducía, saliera disparado por infinidad de agujeros.

Francisco Castro Rayón, quien era el procurador en ese momento, dijo que se investigaría si la construcción contaba con los requerimientos de protección y mantenimiento requeridos, para que, en caso contrario, el propietario y el constructor fueran procesados por homicidio imprudencial.

Después de una exhaustiva investigación realizada en el edificio siniestrado, los peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado determinaron que la caldera estaba en buen estado y había sido revisada 10 meses atrás, su potencia era de 6 kilos de vapor y se encontraba calibrada para 3. Por sus características se dedujo que esta no hizo explosión ni recibió ninguna descarga eléctrica. Por otra parte, las instalaciones eléctricas no tenían ningún desperfecto salvo los causados por el derrumbamiento.

El propietario es eximido de toda culpa

En aquella época, el propietario de los Baños Necaxa era Jorge Jiménez Hernández, quien para deliberar si un rayo fue el causante de la tragedia, presentó un estudio del físico e ingeniero químico industrial Alfonso E. Fabre.

De igual forma, Jiménez entregó un reporte del Observatorio Astronómico de la Universidad Autónoma de Puebla, que certificó el estado del tiempo y las condiciones atmosféricas que prevalecieron en la capital el sábado 1 de septiembre, cuando sucedió la explosión, entre las 16:30 y 17:30 horas, es decir, media hora antes y media hora después del suceso.

La teoría sustentada por el físico E. Fabre estableció que una centella o rayo globular fue la causante de la tragedia de los Baños Necaxa:

Hizo blanco en la chimenea y descendiendo por el tiro al llegar a tierra su terrible fuerza magnética desplazó la caldera de su enorme armazón y al hacerla caer de su base, sus 16 toneladas de peso, arrastrando todo lo que encontró en el trayecto de su caída hicieron cimbrar vigorosamente el edificio, derrumbando muros, techos y paredes”.

Al rendir su dictamen pericial, el cuartel de bomberos aceptó que una descarga eléctrica provocó una explosión clásica de gases acumulados, y precisó que en las calderas no se encontraba ninguna falla. Por su parte, el observatorio meteorológico de la UAP coincidió en la teoría de Fabre acerca de meteoros producidos por electricidad atmosférica.

En la conclusión del peritaje rendido ante el Ministerio Público por el físico e ingeniero químico, Alfonso E. Fabre, se lee:

El origen del siniestro ocurrido en los Baños Necaxa fue causado por la caída de un rayo globular –centella– que al penetrar por la chimenea de la caldera en la que actuó el hollín como un preferente conductor, siguiendo su curso llegando a la primera parte metálica, en este caso la masa de la caldera por su parte trasera y superior, vino el impacto con desplazamiento horizontal y perpendicular hacia abajo, producido por lo tanto por una causa externa y extraña a la construcción e instalación de dicha caldera, siendo la única causa física admisible como determinante del accidente”.

El físico calculó que la centella alcanzó un grado de potencia que sobrepasó a 20 mil amperios y descartó toda posibilidad de que el desastre haya sido provocado por el estallamiento en la caldera o el derrumbamiento por reblandecimiento del muro que soporta la misma.

El propietario de los baños fue eximido de toda culpa. | Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

El propietario de los Baños Necaxa fue eximido de toda culpa después de que los tres peritajes coincidieran en la teoría de la centella, rechazando toda posibilidad de una explosión directa en la caldera por alguna falla.



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