“La Policía y el Presidente auxiliar de Manantiales Inodados (involucrados) en el Asesinato del Alemán Martin Hohbeim”, se lee en la nota periodística de este diario, El Sol de Puebla, del sábado 15 de enero de 1983, cuando se dio a conocer la detención del presunto homicida que terminó con la vida del alemán durante las primera horas del día 24 de diciembre de 1982.
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¿Qué fue lo que paso?
La noche del 23 de diciembre de 1982 un alemán de nombre, Wolfgang Martin Hohbeim, disfrutaba la velada en el club nocturno El Zafiro que se ubicaba sobre la carretera federal México-Puebla, frente a la colonia Manantiales.
Una copa llevó a la otra y al paso de la noche, aturdido por el alcohol que había ingerido, Wolfgang se comenzó a mostrar agresivo y provocó desmanes en el lugar. Para evitar que siguiera bebiendo y haciendo de las suyas, el mesero que lo atendía le acercó la cuenta, que además de los tragos que había bebido, incluía un extra por los daños provocados en el antro. Pero la respuesta del alemán fue aún más agresiva y comenzó a discutir con el camarero.
Al percatarse, sus compañeros meseros solicitaron de inmediato al velador su apoyo para que este tratara de calmar los ánimos porque el físico del alemán intimidaba a cualquiera, era un hombre corpulento que medía 1.93 centímetros de estatura.
Justo en el momento que solicitaron su apoyo al velador una patrulla estaba haciendo su rondín. La unidad era tripulada por el comandante de la policía de la colonia Manantiales, Eustacio Loranca González, quien iba acompañado por los oficiales, Hilario Flores Santos y Arnulfo Guzmán Gutiérrez.
Un hombre corpulento que logran someter
Los trabajadores de El Zafiro pidieron ayuda a los oficiales para, entre todos, tranquilizar al corpulento hombre. Pero Wolfgang se negó a pagar los cargos, por lo que el comandante de la policía decidió trasladarlo a la cárcel municipal de Manantiales.
Cuando el extranjero iba a ser conducido por los oficiales, se les fugó, salió corriendo, siendo perseguido por los policías y los meseros del antro, quienes lograron capturarlo.
Al ser recapturado, el alemán intentó disuadir a los oficiales explicándoles que su actitud se debía a que uno de los empleados de El Zafiro le había robado su reloj y un anillo de brillantes.
Pese a ello, iba a ser reconducido a la cárcel, pero el extranjero seguía resistiéndose a ser detenido, entonces el comandante le propinó un culetazo con una escopeta de retrocarga calibre 12, la que se rompió debido al fuerte impacto. Como respuesta a la agresión, Wolfgang se mostró más agresivo y comenzó a lanzarle puntapiés a los policías, quienes finalmente lograron someterlo con ayuda de siete meseros.
Pero una vez en la patrulla, el extranjero no fue llevado a la cárcel municipal como lo habían referido los oficiales, en su lugar fue dirigido a la casa del doctor Francisco Herrera Luna, quien era el dueño de la escopeta de retrocarga con la que el comandante había sometido al alemán.
Difícil de someter y la fuga
Al ver la dificultad que tuvieron para detener al alemán, un empleado del centro nocturno, solicitó auxilio a la patrulla número 12, con jurisdicción en Puebla capital. La unidad se dirigió de inmediato al domicilio del médico Herrera Luna, a donde había sido conducido el detenido.
Al arribar a la casa del médico, los oficiales de la patrulla número 12 que tripulaban la unidad, le exigieron al comandante de policía de la colonia Manantiales que les entregara al detenido, pero éste se negó, argumentando que el aprehendido se encontraba en jurisdicción del municipio de Manantiales por lo que sería conducido a la cárcel de dicho lugar.
Al tratar de conducir nuevamente al extranjero a la cárcel municipal de Manantiales, este se volvió a escapar de los policías corriendo hacia la carretera federal. Fue alcanzado en el paraje de la fábrica Europ Control Eléctrico por el policía Hilario Flores Santos, pero al ser un hombre corpulento, derribó al oficial intentándolo ahorcar, según la versión de sus compañeros policías, quienes le gritaban que lo soltará.
De acuerdo con la versión elaborada por los policías, Wolfgang cedió ante las suplicas de los oficiales, pero se abalanzó sobre el comandante a quien tomó por el cañón de la escopeta con la intención de desarmarlo, pero en el forcejeo se disparó el arma. El extranjero resultó herido en el pecho por el estallido cayendo aparatosamente al suelo.
Al ver lo sucedido, el comandante Loranca se asustó y regresó a la casa del doctor Herrera Luna para ponerlo al tanto de lo ocurrido. Entonces, acudieron de inmediato con el presidente auxiliar de Manantiales, Rogelio García Rodríguez, quien les dijo que entregaran la escopeta, las credenciales y las macanas que traían, aconsejándoles que se fugaran para no comprometerlos.
Su fuga era inminente, así que el comandante le pidió al presidente auxiliar que solicitara una ambulancia para atender al detenido porque aún vivía.
Un crimen salvaje y la traición
Los oficiales, el doctor y el presidente auxiliar regresaron a ver al herido. Cuando llegaron al sitio en el que se encontraba el alemán malherido, el médico tomó unas pinzas para sacar las postas incrustadas de su cuerpo.
Sin utilizar anestesia alguna, el doctor Herrera Luna, procedió a retirar las postas del cuerpo del alemán. Dicen que Wolfgang gritaba de dolor, pero el médico ni se inmutó y solo volteó a ver a los oficiales diciéndoles que lo hacía para que él no se viera inmiscuido, ya que el arma era de su propiedad.
Inmediatamente después, les ordenó a los oficiales Eustacio Loranca González, Hilario Flores Santos y Arnulfo Guzmán Gutiérrez, que se fugaran, que él y el presidente Rogelio García, arreglarían lo ocurrido. Para apoyar al médico, el presidente auxiliar de Manantiales, dijo que él era abogado de profesión y que no se preocuparan porque conseguiría un amparo para ellos.
El caso de homicidio fue turnado al agente del Ministerio Público de San Pedro Cholula e inmediatamente se giraron órdenes de acción al comandante del quinto grupo de la Policía Judicial, Pedro Reyes Vivanco, quien con tenacidad aguardó el regresó a la población de alguno de los presuntos homicidas fugados. Así logró capturar al ex comandante de la policía Eustacio Loranca Gutiérrez, quien luego de huir rumbo a Oaxaca, retornó a su domicilio, localizado en la avenida Morelos de Cholula, lugar en el que fue aprehendido se lee en la publicación.
La confesión del comandante y el amparo
En su declaración ante el Ministerio Público, Eustacio Loranca aseguró que cuando el doctor Herrera sacó las postas del cuerpo del alemán, éste aún vivía, por lo que nuevamente insistió que pidieran una ambulancia para que lo atendieran, pero ante la petición, el médico y el presidente auxiliar le dijeron que no fastidiara y desapareciera del lugar.
Loranca Gutiérrez, también denunció al doctor Francisco Herrera Luna, y al presidente auxiliar de Manantiales, Rogelio García Rodríguez, como vendedores y distribuidores de mariguana, porque él había visto cómo les ofrecían la droga a los norteamericanos.
De igual forma, señaló que Herrera Luna era adicto a la droga, la cual le surtía una señorita con domicilio en la 8 Oriente y 4 Norte, cosa que respaldaba y conocía perfectamente el presidente auxiliar de Manantiales.
Por otra parte, el ex comandante Loranca, fue conducido al lugar de los hechos por el médico legista, doctor Francisco Calderón, y el comandante del quinto grupo de la Policía Judicial, Reyes Vivanco. A pesar de que habían pasado más de veinte días de los hechos, en el lugar encontraron 7 postas calibre 12 de retrocarga esparcidas por el suelo.
De los otros dos policías que participaron en el homicidio no se volvió a saber nada, y a pesar de que la confesión de Eustacio Loranca González, fue contundente al mencionar como cómplices al doctor Francisco Herrera, y al presidente auxiliar de Manantiales, Rogelio García, estos se ampararon ante la acción de la justicia.
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