Hace cien años, la ciudad de Puebla delimitaba hacia el oriente con la 24 Sur, que era una superficie llena de terrenos de labor pertenecientes al Rancho Azcárate y al Rancho Alseseca. El Campo Aéreo Militar Pablo L. Sidar se instaló ahí en abril de 1926, lo que fue fundamental para el crecimiento de la ciudad.
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Para los poblanos era emocionante ver las avionetas surcar el cielo, e incluso, observar las piruetas que realizaban en las celebraciones especiales. El problema es que el campo aéreo no estaba delimitado por una barda o reja perimetral y los vecinos de la zona no tenían ningún empacho en cruzar la pista caminando para acortar su camino, hasta había quienes realizaban ahí días de campo.
Poco más de medio siglo después y tras varias muertes provocadas por las aeronaves, un aparatoso accidente provocó que la sociedad clamara a las autoridades el cambio de ubicación del campo aéreo.
Un vuelo normal de práctica
Era la mañana del lunes 17 de julio de 1978 cuando un jet de combate de propulsión a chorro T-33 de la Fuerza Aérea Mexicana, explotó y se desintegró al estrellarse contra el edificio de la escuela de la Ciudad de los Niños destruyendo varios salones. Afortunadamente, era período vacacional por lo que los alumnos no estaban en clase.
La aeronave pertenecía a la base de Santa Lucía de la Fuerza Aérea Mexicana y en ese momento, participaba junto con otra en maniobras de vuelo bajo. A bordo del jet matrícula JE-015, iban el capitán Enrique Ramos de la Vega, y el copiloto Salvador Ávila Mijares.
De acuerdo con la información dada a conocer oportunamente por el diario vespertino de esta casa editorial, La Voz de Puebla, eran las 9:55 horas del 17 julio, cuando el jet se estrelló contra la escuela de la Ciudad de los Niños que se ubicaba a un lado del Campo Aéreo Militar, en la 35 Oriente y 24 Sur, actualmente Unidad Deportiva del Colegio La Salle Benavente.
Eran dos naves iguales las que habían salido de la base aérea de Santa Lucía del Estado de México a las 7 de la mañana para realizar sus prácticas en esta ciudad y no existía razón alguna para suponer una falla mecánica en el avión accidentado.
Cuando los ejercicios aéreos se estaban realizando dentro de la zona espacial de Puebla, los pilotos de ambas naves acordaron descender en el Campo Aéreo Militar Pablo L. Sidar, y así lo hicieron, pero al comenzar otro despegue, dos jóvenes entorpecieron la maniobra que el jet accidentado realizaba para volverse a elevar al final de la pista.
El jet arrasó con las alas a los varones y el capitán de la nave perdió el control, ya no tuvo tiempo de ganar altura y se fue directo a impactar con la escuela de la Ciudad de los Niños.
En el momento del impacto, dos mujeres adultas fueron lanzadas al pavimento con la fuerza del aire del jet que volaba casi al ras de la pista, y recibieron ayuda de los vecinos de la zona.
El gerente de Aeropuebla, José Luis Rangel Patiño, fue testigo de los hechos y corroboró la versión de que el accidente, dejó tres muertos y dos heridos, fue provocado por la irresponsabilidad de los peatones.
Estela de destrucción
“La nave empezó a vibrar observándose a lo lejos como si fuera un papalote que se mece en el aire, entró en una barrena, perdiendo altura y se precipitó a tierra (…) Al tocar parte de la pista hacia el sur y dada la velocidad, una persona desconocida de sexo masculino, fue arrollada por las alas del vehículo, muriendo decapitado instantáneamente”, se lee en la publicación.
El varón que perdió la vida decapitado fue identificado como Abundio Minor Arenas, de 16 años de edad, venía procedente de la colonia Alseseca y se dirigía al centro de la ciudad. Fue reconocido por su hermano Venancio tras observar sus restos en una fotografía publicada por La Voz de Puebla. El agente del Ministerio Público, no pudo armar un rompecabezas del cadáver del otro joven, se cree que fue totalmente calcinado.
Cuando se escuchó el fuerte impacto, el jet militar arrasaba materialmente, con el tren de aterrizaje, la barda de la escuela primaria de la Ciudad de los Niños, y era frenado por las aulas de concreto de la institución, para luego estallar como bomba.
Tan fuerte fue el impacto que los cuerpos de los pilotos fueron esparcidos en un diámetro aproximado a 30 metros a la redonda, con todo y fierros retorcidos (…) Al observarse la destrucción de los salones de clases de la escuela de la Ciudad de los Niños, 4 en la planta baja, otro más en el primer piso, y la sala de conferencias de la institución, yacía a 10 metros, una masa sanguinolenta de quien presumiblemente era el piloto, en el patio de la institución detalla la publicación.
Testigos del accidente comentaron que cuando explotó el jet militar le siguieron prolongadas e intermitentes detonaciones de bala. Cuando el cuerpo de bomberos acudió al sitio para apagar el fuego informaron que encontraron 12 cajas llenas de municiones dentro de los restos de la cabina. Era una carga de 275 cartuchos calibre .50 que comenzaron a explotar tras la explosión de la turbina del bimotor, y que llevaba el jet de combate para el uso de la ametralladora aérea. La nave de guerra fue valuada en 15 millones de pesos.
El pánico y la desolación se dejaron sentir tras la fuerte explosión que cimbró a las casas de por lo menos 20 cuadras a la redonda. Un hongo de fuego y humo fue visto desde muy lejos, lo que acentuó el desconcierto entre los vecinos de San Manuel, la Unidad Guadalupe, El Mirador, y colonias circunvecinas en las que se cuartearon casas, se rompieron escaparates de tiendas y numerosas ventanas se hicieron añicos agrega la publicación.
Sobre la superficie se observaban esparcidas piezas del avión, pedazos del motor, hélices y otros materiales, pero también pedazos de piel, huesos, cabeza, manos, troncos y extremidades diseminados en un amplio radio.
El clamor popular
El comandante de la XXV Zona Militar Ricardo Aburto Valencia, declaró que la Secretaría de la Defensa Nacional había girado instrucciones para que se repararan los daños causados a la escuela. Asimismo, lamentó la muerte de los militares y de las personas que perdieron la vida en al siniestro.
Los habitantes de las colonias colindantes con el campo aéreo señalaron que era urgente el retiro de las instalaciones de la Sexta Base Aérea porque una vez más había quedado demostrada su inadecuada localización, al hallarse dentro de una zona que, en ese momento, ya estaba habitada.
Un grupo de colonos que vivía en las proximidades de la base aérea, se acercaron hasta la redacción de esta editorial para mencionar que desde hace tiempo existía un proyecto para convertir el terreno que ocupaba la pista en una zona verde que sirviera como pulmón de la ciudad.
Refirieron que diversas personas se entrevistaron con las autoridades militares correspondientes para solicitar que dicha área fuera convertida en parque público, pero nada quedó registrado en documentos. Advirtieron que el accidente ocurrido fundamentaba su petición.
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Ocho años después, el espacio que ocupó el Campo Aéreo Militar Pablo L. Sidar, fue recuperado por el gobierno del estado para convertirlo en un complejo deportivo, cultural, histórico y de esparcimiento para los poblanos. El 22 de febrero de 1986, el gobernador Guillermo Jiménez Morales, colocó la primera piedra del Parque Ecológico Revolución Mexicana.