/ viernes 6 de agosto de 2021

He visto a migrantes luchar entre sí por comida: comerciante de Puebla

En entrevista, Jesús Salvador, un vendedor de costillas, narra cómo ha sido testigo del calvario que viven quienes buscan el sueño americano

Jesús Salvador Macías González es un vendedor de costillas ahumadas, instalado en el mercado Zaragoza de la ciudad de Puebla, durante varios años ha regalado comida a decenas de migrantes en su paso por Puebla; durante ese tiempo, el comerciante también ha escuchado y visto cómo las personas en tránsito, luchan entre sí, por la comida, pero, además, ha sido testigo de la manera en la que, decepcionados del llamado “sueño americano”, algunos buscan entregarse a las autoridades poblanas, a fin de acabar con su martirio y ser repatriados a su país de origen.

Desde su local ubicado sobre la calle Ferrocarril entre la Calzada Ignacio Zaragoza y calle Venustiano Carranza, Jesús Salvador, de 48 años, cuenta que lleva al menos 15 años vendiendo en el sitio.

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Jesús Salvador ha visto como migrantes pelean por la comida. Foto: Paulina Gómez | El Sol de Puebla

En todo ese tiempo le ha tocado interactuar con personas migrantes de diversos países, principalmente de Centroamérica, entre ellos adultos, niños y mujeres embarazadas que le han pedido un poco comida. Desde sus posibilidades, y con el pensamiento de que nadie sabe en qué momento va a necesitar de otra persona, Salvador, en todos estos años como comerciante, ha decidido compartir un poco de la comida que vende.

Su acto de humanidad, incluso, muchas veces ha sido replicado por sus clientes u otras personas que se encuentran en el mercado, y que al ver las condiciones de los migrantes, deciden sacar dinero de su bolsa, acercarse a un puesto de fruta y comprar un poco para obsequiarla a los indocumentados.

“Últimamente no he visto muchos, pero sí llegan, se acercan y te piden un taquito, entonces les ponemos medio kilito de tortillas, un poco de costilla ahumada y a veces se lo comen aquí o se lo llevan, incluso he tenido clientes que los ven, identifican que no son del país y les invitan algo, me han dicho ponles su comida y su refresco y yo te los pago, otros se levantan y les compran manzanas o plátanos y se los ponen para el camino. Los muchachos se van contentos”, narra el entrevistado.

Jesús Salvador también cuenta que la vida del migrante es dura, cruel, incluso algunos deciden quedarse por meses, pedir dinero en los cruceros y con ello comprar un poco de alimento.

“Algunos hondureños del tipo afro, pasaban mucho por aquí, ya hasta se habían quedado a vivir en Puebla, salían a los cruceros a pedir dinero, y luego entraban a la tienda, pero iban con mucha morralla (monedas), llevaban como dos meses y no avanzaban, creo que estaban mejor aquí que en el camino”, relata el vendedor de costillas.

Otros más, cuenta el entrevistado, bajos sus propias reglas en grupo, se reparten la comida y siguen su camino, pero también hay quienes en el camino “agarran maña” y en cierto grado, pelean por la comida, pues señala que, en una ocasión, le dio de comer a dos jóvenes, uno de 30 y otro de 15, quienes, aunque no se conocían y solo eran compañeros de viaje, andaban juntos; sin embargo, al momento de darles comida, el de mayor edad procuraba que el adolescente no lo viera para que no le pidiera comida.

Por lo anterior, incluso Jesús Salvador, dice, optó por preparar más costillas y darle su propia ración al menor de 15 años, quien a diferencia de los demás, confesó que regresaba de Estados Unidos, cansado y decepcionado del “sueño americano”, por lo que lo único que quería, era entregarse a las autoridades poblanas y ser deportado a su país de origen.

“El muchacho se quedó por aquí toda la tarde, vio a una patrulla municipal y se entregó, pero no sé si por el papeleo y porque llegaron a atender un accidente, no le hicieron caso. Después ya no supe qué pasó, pero es muy cruel y duro, a otros todavía les faltaba mucho, y luego si los regresaban; he visto cosas feas como el accidentado aquí en las vías”, explica el padre de familia, de 48 años.

En este sentido, el entrevistado recuerda aquel 3 de mayo de 2019, en el que el sueño americano terminó para un migrante de origen hondureño, tras morir arrollado por el tren en el que viajaba, luego de que cayera de la locomotora a la altura de la calzada Ignacio Zaragoza, precisamente, a un costado del mercado Ignacio Zaragoza.


Más noticias: Pandemia y trata frenan el "sueño americano" en Puebla


“Ese día yo iba llegando, y a la par, también llegó una ambulancia, se ve que los chicos iban agarrados del tren, pero con el cansancio, el sueño, uno de ellos se soltó, cayó y el tren lo partió, ahí quedó el cuerpo; no se pudo hacer nada, sus compañeros nos pidieron llamadas telefónicas porque sí traían algunos números y solo avisaron a Honduras que se había muerto su compañero, eran cinco, los otros cuatro siguieron su camino”, recuerda Jesús Salvador.

Incluso, en el lugar aún es visible la cruz de manera que fue colocada en memoria del migrante fallecido y cuyos compañeros de viaje, en medio del dolor por la pérdida y lo sucedido, se hincaron para rezar y seguir su trayecto.

El 3 de mayo de 2019, un migrante de origen hondureño murió tras ser arrollado por el tren frente al mercado Zaragoza. Foto: Paulina Gómez | El Sol de Puebla


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Aunque el vendedor de costillas sabe que a veces mucha gente no quiere ayudar a los migrantes porque piensan que son delincuentes, hace un llamado a la sociedad para ver la situación y no juzgar antes de tiempo, y en la medida de lo posible, brindarles ayuda, pues recalca, “uno no sabe cuándo también va a necesitar de alguien más, y el mejor agradecimiento de esas personas que están de paso, son las bendiciones que te dan”, recalca el comerciante poblano, quien no solo ha ayudado a migrantes sino también a gente del propio país que se dice perdida o simplemente, necesitada.

Jesús Salvador Macías González es un vendedor de costillas ahumadas, instalado en el mercado Zaragoza de la ciudad de Puebla, durante varios años ha regalado comida a decenas de migrantes en su paso por Puebla; durante ese tiempo, el comerciante también ha escuchado y visto cómo las personas en tránsito, luchan entre sí, por la comida, pero, además, ha sido testigo de la manera en la que, decepcionados del llamado “sueño americano”, algunos buscan entregarse a las autoridades poblanas, a fin de acabar con su martirio y ser repatriados a su país de origen.

Desde su local ubicado sobre la calle Ferrocarril entre la Calzada Ignacio Zaragoza y calle Venustiano Carranza, Jesús Salvador, de 48 años, cuenta que lleva al menos 15 años vendiendo en el sitio.

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Jesús Salvador ha visto como migrantes pelean por la comida. Foto: Paulina Gómez | El Sol de Puebla

En todo ese tiempo le ha tocado interactuar con personas migrantes de diversos países, principalmente de Centroamérica, entre ellos adultos, niños y mujeres embarazadas que le han pedido un poco comida. Desde sus posibilidades, y con el pensamiento de que nadie sabe en qué momento va a necesitar de otra persona, Salvador, en todos estos años como comerciante, ha decidido compartir un poco de la comida que vende.

Su acto de humanidad, incluso, muchas veces ha sido replicado por sus clientes u otras personas que se encuentran en el mercado, y que al ver las condiciones de los migrantes, deciden sacar dinero de su bolsa, acercarse a un puesto de fruta y comprar un poco para obsequiarla a los indocumentados.

“Últimamente no he visto muchos, pero sí llegan, se acercan y te piden un taquito, entonces les ponemos medio kilito de tortillas, un poco de costilla ahumada y a veces se lo comen aquí o se lo llevan, incluso he tenido clientes que los ven, identifican que no son del país y les invitan algo, me han dicho ponles su comida y su refresco y yo te los pago, otros se levantan y les compran manzanas o plátanos y se los ponen para el camino. Los muchachos se van contentos”, narra el entrevistado.

Jesús Salvador también cuenta que la vida del migrante es dura, cruel, incluso algunos deciden quedarse por meses, pedir dinero en los cruceros y con ello comprar un poco de alimento.

“Algunos hondureños del tipo afro, pasaban mucho por aquí, ya hasta se habían quedado a vivir en Puebla, salían a los cruceros a pedir dinero, y luego entraban a la tienda, pero iban con mucha morralla (monedas), llevaban como dos meses y no avanzaban, creo que estaban mejor aquí que en el camino”, relata el vendedor de costillas.

Otros más, cuenta el entrevistado, bajos sus propias reglas en grupo, se reparten la comida y siguen su camino, pero también hay quienes en el camino “agarran maña” y en cierto grado, pelean por la comida, pues señala que, en una ocasión, le dio de comer a dos jóvenes, uno de 30 y otro de 15, quienes, aunque no se conocían y solo eran compañeros de viaje, andaban juntos; sin embargo, al momento de darles comida, el de mayor edad procuraba que el adolescente no lo viera para que no le pidiera comida.

Por lo anterior, incluso Jesús Salvador, dice, optó por preparar más costillas y darle su propia ración al menor de 15 años, quien a diferencia de los demás, confesó que regresaba de Estados Unidos, cansado y decepcionado del “sueño americano”, por lo que lo único que quería, era entregarse a las autoridades poblanas y ser deportado a su país de origen.

“El muchacho se quedó por aquí toda la tarde, vio a una patrulla municipal y se entregó, pero no sé si por el papeleo y porque llegaron a atender un accidente, no le hicieron caso. Después ya no supe qué pasó, pero es muy cruel y duro, a otros todavía les faltaba mucho, y luego si los regresaban; he visto cosas feas como el accidentado aquí en las vías”, explica el padre de familia, de 48 años.

En este sentido, el entrevistado recuerda aquel 3 de mayo de 2019, en el que el sueño americano terminó para un migrante de origen hondureño, tras morir arrollado por el tren en el que viajaba, luego de que cayera de la locomotora a la altura de la calzada Ignacio Zaragoza, precisamente, a un costado del mercado Ignacio Zaragoza.


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“Ese día yo iba llegando, y a la par, también llegó una ambulancia, se ve que los chicos iban agarrados del tren, pero con el cansancio, el sueño, uno de ellos se soltó, cayó y el tren lo partió, ahí quedó el cuerpo; no se pudo hacer nada, sus compañeros nos pidieron llamadas telefónicas porque sí traían algunos números y solo avisaron a Honduras que se había muerto su compañero, eran cinco, los otros cuatro siguieron su camino”, recuerda Jesús Salvador.

Incluso, en el lugar aún es visible la cruz de manera que fue colocada en memoria del migrante fallecido y cuyos compañeros de viaje, en medio del dolor por la pérdida y lo sucedido, se hincaron para rezar y seguir su trayecto.

El 3 de mayo de 2019, un migrante de origen hondureño murió tras ser arrollado por el tren frente al mercado Zaragoza. Foto: Paulina Gómez | El Sol de Puebla


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Aunque el vendedor de costillas sabe que a veces mucha gente no quiere ayudar a los migrantes porque piensan que son delincuentes, hace un llamado a la sociedad para ver la situación y no juzgar antes de tiempo, y en la medida de lo posible, brindarles ayuda, pues recalca, “uno no sabe cuándo también va a necesitar de alguien más, y el mejor agradecimiento de esas personas que están de paso, son las bendiciones que te dan”, recalca el comerciante poblano, quien no solo ha ayudado a migrantes sino también a gente del propio país que se dice perdida o simplemente, necesitada.

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