El jueves 12 de febrero de 1981, la noticia dada a conocer por este medio, El Sol De Puebla, acerca del hallazgo del cuerpo calcinado de un menor de edad despertó consternación en la sociedad poblana. Este hecho, sería solo la punta del iceberg del caso de “La Pequinesa”, un abusador infantil que en su momento, fue considerado el peor homicida de la historia de la Angelópolis.
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En distintas circunstancias y siempre bajo los efectos de la droga, desde 1978, La Pequinesa comenzó una serie de raptos, violaciones y asesinatos de niños, pero debido a que no se repitieron de manera constante, no despertaron la alarma de un psicópata sexual en la ciudad.
El hallazgo en la estación
El 11 de febrero había sido descubierto el cuerpo de un infante calcinado en los antiguos talleres del Ferrocarril, ubicados en la 18 Poniente y 15 Norte, por un vecino que vio como una jauría de perros se peleaba por ganar comida que se encontraba en el suelo; para alejarlos tomó una piedra y se las arrojó.
Al acercarse, el muchachito quedo impactado al ver el cuerpo totalmente quemado de un infante, y salió despavorido para dar aviso a las autoridades. La policía llegó al lugar de los hechos acompañada por elementos del Ministerio Público y una ambulancia de la Cruz Roja.
Por las facciones que presentaba el rostro del menor quemado, junto con un pedazo de cable de ixtle que tenía amarrado al cuello, la autoridad supuso que había sido ahorcado antes de que se le prendiera fuego. Se confirmó que el cadáver había sido mordido por perros porque lograron despojarlo de varios músculos y parte de las vísceras.
Cuando los restos fueron llevados a la morgue, los médicos legistas aseguraron que se trataba de un varón que vestía una playera blanca a rayas rojas, un pantalón de color desconocido y zapatos de gamuza. Tristemente, la autopsia reveló que el menor también había sido ultrajado.
Identifican al infante
Dos días después, el sábado 14 de febrero, este medio informó que en vida el menor era bolerito y ya había sido plenamente identificado por sus padres.
Sandro Ramos Juárez era el nombre del infante que contaba con 8 años; era el quinto hijo de un total de nueve de la señora Gregoria Juárez de Ramos, y de Crescencio Ramos Morales, quienes vivían separados (…) La madre declaró que el pasado día 9, su hijo había regresado de la escuela en donde cursaba primer año; tomó su cajón de la grasa y salió de su domicilio de la calle Xicoténcatl número 157 de San Pablo del Monte, con rumbo al mercado La Victoria, donde trabajaba
se lee en la publicación.
Como el pequeño no regresó a casa los familiares comenzaron su búsqueda sin resultado alguno. Fue por casualidad que se cruzaron con los elementos de los Servicios Especiales en el mercado La Victoria.
Después de saber el triste final de su hijo, la madre estaba inconsolable y declaró que los 8 años de su hijo fueron de constante sufrimiento, porque él y sus hermanos siempre fueron víctimas de su propio padre, quien constantemente llegaba en estado de ebriedad para golpearlos y castigarlos. Así sucedió hasta el 23 de julio de 1980, cuando ella solicitó el divorcio.
Detienen al abusador infantil
Las horas de indagaciones en las calles, en los archivos de la policía y en los laboratorios, rindieron sus frutos el viernes 8 de mayo de 1981, cuando agentes de los Servicios Especiales detuvieron a La Pequinesa después de tres meses de investigaciones en el caso del niño de oficio bolero que fue violado, ahorcado y finalmente calcinado.
En el momento de su aprehensión, La Pequinesa tenía 35 años de edad y su nombre era José de la Luz Sánchez Montiel, se lee en la publicación de este diario, del sábado 9 de mayo, que agrega:
Desde que contaba con 12 años es pájaro de cuenta (cometió todo tipo de delitos) y a la fecha tiene una ficha de ingresos por delitos como: robo, violación, asalto, vagancia, delitos contra la salud, atraco a casas habitación, secuestro y otros más que desde el 14 de julio de 1960 lo han tenido la mayor parte del tiempo tras las rejas (…) En total tuvo 47 ingresos a prisión
Al ser interrogado por el jefe de los Servicios Especiales, Roberto González, y el comandante Ricardo Mijangos, y otros agentes de la corporación, este dijo que el culpable había sido su amigo Juan Chávez Aguilar, quien llegó con el bolerito al sitio donde vivía afuera de la antigua estación del ferrocarril.
Los efectivos de los Servicios Especiales se dirigieron al sitio donde La Pequinesa les dijo que podían encontrar a su cómplice, quien también contaba con un amplio historial delictivo, lugar en el que efectivamente lo encontraron y lo capturaron. Los llevaron a ambos al lugar de los hechos y explicaron paso a paso el homicidio.
Los malosos refirieron que habían conocido a Sandro Ramos Juárez en el mercado La Victoria y lo habían convencido de que los acompañara a su domicilio para divertirse. Ahí, el infante fue embriagado y obligado a ingerir una fuerte dosis de pastillas tóxicas, con las que quedó muy drogado. Finalmente, La Pequinesa lo ultrajó.
Pese al estado en el que se encontraba, el pequeño los amenazó con decir a sus padres y a la policía lo que había pasado ahí, entonces la pareja de maleantes lo amarró por el cuello hasta asfixiarlo, para después rociarlo con gasolina y prenderle fuego con un papel periódico con la intención de que quedara irreconocible. Cosa que estuvieron a punto de lograr porque solo quedó un pedazo del pantalón y los calcetines que la madre reconoció.
Los siete niños víctimas del psicópata
“Niños y niñas fueron víctimas; los golpeaba, violaba y asesinaba”, se lee en la publicación del domingo 11 de mayo con la que El Sol de Puebla, informó que La Pequinesa había sido autor de siete crímenes de menores.
La publicación narra que siempre bajo los efectos de droga o licor, La Pequinesa encontraba niños o niñas a los que les ofrecía dinero y los llevaba a lugares solitarios, casi siempre por el canal del desagüe de la colonia Moratilla.
Ayer después de seguir varias pistas dadas por La Pequinesa, agentes de los Servicios Especiales conocidos como ´Don Gato y su Pandilla´, por la unidad que los caracteriza y su apego al trabajo que se les encomienda, lograron comprobar siete homicidios de niñas, niños y dos jovencitos de 15 y 16 años de edad, quienes en su totalidad fueron ultrajados después de recibir insuperable golpiza y antes de ser muertos se lee.
La primera víctima del abusador infantil fue su propia sobrina, hecho por el que estuvo en la cárcel 5 años por violación de la menor, sin derecho a fianza.
Sin recordar el orden cronológico, La Pequinesa, relató a los agentes de Servicios Especiales, sus crímenes:
Dijo que al salir de una pulquería vio a una nenita a quien tomó de la mano y se la llevó hasta terrenos de la colonia Moratilla, cerca de la autopista México-Puebla. Le propino una golpiza que le dislocó ambos hombros. Después la atacó, la ahorcó, yla arrojó al canal del desagüe, en donde después fue encontrada. La pequeña tenía 3 años de edad y se llamaba María del Carmen Sánchez García, según los archivos de la policía, había desaparecido el 26 de julio de 1980.
En marzo de 1978, en un tugurio de la zona de tolerancia de la 6 poniente y 9 Norte, La Pequinesa conoció a un homosexual de 16 años conocido como “El Espadas”, quien le reventó una botella en la cabeza. Meses después el psicópata lo encontró en la calle y lo invitó a pasar un rato con él. Lo llevó a terrenos de Moratilla en donde lo golpeó hasta dejarlo inconsciente. Después de abusar de él lo arrojó a las aguas del canal donde falleció ahogado.
La noche del sábado de Gloria de ese mismo año, La Pequinesa, se acercó a la casa de su compañero de presidio, Raúl Gutiérrez, para vengarse de él por varios sucesos ocurridos en el tiempo que fueron reos. Se escondió y cuando su hija de 6 años, Norma Gutiérrez Loaiza, se trasladó a casa de sus vecinos por unos objetos, fue interceptada por el abusador, quien la llevó a unos terrenos baldíos en la 28 Oriente, a la altura del 205. A pesar de que le niña forcejeó, el malandro la abusó y le propinó varios puñetazos hasta matarla.
También en 1979, el sujeto encontró a un niño de 12 años en la línea de autobuses La Normal. Le ofreció 20 pesos y le dijo que lo acompañara a su casa por ellos, lugar donde lo violó, lo ahorcó y lo abandonó en la Avenida Hermanos Serdán a la altura del número 686. Se llamaba Aurelio Aguilar Rosas.
Otro pequeño de 9 años llamado Miguel Hernández Rodríguez, fue observado por La Pequinesa viendo las carteleras del Cine Guerrero, a quien también le ofreció dinero y lo llevo a los mismos terrenos de Moratilla, donde le dio muerte de la misma manera que al anterior.
Otro bolerito encontró la misma muerte que los niños anteriores, el 8 de abril de 1978. Se llamaba Carlos Martínez Sánchez de 15 años de edad, a quien el hombre encontró en un mercado y lo llevó a terrenos de la colonia Luz Obrera. Con el mismo método ahí, lo violó y con el trapo con el que el niño boleaba los zapatos, lo ahorcó y lo dejó abandonado.
El pánico de un violador
En repetidas ocasiones, José de la Luz Sánchez Montiel, alias La Pequinesa, solicitó a las autoridades y a los medios de comunicación, que se le transfiriera a la cárcel de otra ciudad porque temía por su vida. Él sabía perfectamente que los delitos que cometió no eran perdonados por el código de honor de los internos.
Los agentes de los Servicios Especiales tuvieron que montar guardia para evitar que La Pequinesa atentara contra su vida. Sus brazos estaban llenos de cicatrices porque en repetidas ocasiones intentó suicidarse por el remordimiento de conciencia.
Lo retuvieron en el primer piso de la Inspección de Policía, en donde, en un descuido de la vigilancia, trató de arrojarse de una altura de 7 metros. En otro momento, se incorporó y se propino un duro golpe contra la pared para provocarse una fractura de cráneo y así evitar ir a la cárcel.
Orfandad y drogas indujeron a La Pequinesa a delinquir
En exclusiva, La Pequinesa, explicó a El Sol de Puebla, los motivos que lo llevaron a delinquir desde los 7 años de edad. Dijo que cuando su padre y su madre fallecieron en un accidente vial quedó en orfandad y en la miseria junto con su hermano Jorge y sus hermanas María del Carmen y Guadalupe.
Vivieron con su padrino Ismael Salgado en la colonia Xonaca y cuando este murió tuvo que pasar las noches en los dormitorios públicos hasta la edad de 12 años, cuando se fue a vivir ahí por la estación del ferrocarril. Ahí vivió con sujetos más grandes que él quienes lo obligaron a probar pastillas toxicas a las cuales se aficionó.
La droga lo perdió porque gastaba hasta el último centavo del dinero que ganaba como bolero. Así fue hasta el 14 de julio de 1960 cuando la policía lo detuvo acusado de robo y fue enviado a la correccional de menores, en donde estuvo hasta el mes de octubre.
En la correccional aprendió a boxear y se convirtió en el terror de los lugares que frecuentaba cuando estaba libre, en la calle. Pero su afición a las drogas y al medio que se desenvolvió lo empujaron a entrarle a drogas más fuertes.
El malandro suplicó por su vida
Durante los cinco años que pasó en la cárcel por violar a su sobrina y otros cuatro por robo a una casa habitación, La Pequinesa se convirtió en campeón de boxeo, pero se volvió adicto a las drogas que fue lo que lo perdió. Así comenzó con la serie de raptos, violaciones y asesinatos de niños que despertaron el repudio de la sociedad poblana.
Al empezar a golpear a un niño y ver la sangre que manaba de sus heridas, no podía detenerme hasta verlo muerto, no podía contener el impulso de matar, temía que me fueran a denunciar y volver a la cárcel (…) Creo en Dios y aunque no le he pedido perdón, sé que no me va a perdonar. En San Juan de Dios no me van a perdonar la vida y sé que en menos de 72 horas me van a asesinar, mucho menos Diosito lindo que sabe cómo mate a esas criaturas (…) Con mi vida no pago lo que hice, pero todos cometemos errores y mucho más por las drogas confesó.
“Sé que no lo merezco, pero permítanme vivir; me gusta la vida y si me mandan a un hospital para que me cure de mi cabeza, sé que me voy a aliviar y en poco tiempo ya no le voy a hacer nada a la gente en la calle, y mucho menos a los niños”, suplicó La Pequinesa.
Después de intentar provocarse la muerte en repetidas ocasiones dentro de la Inspección de Policía, el director Lució Ibarra Cadena, consiguió que La Pequinesa no fuera llevado a la cárcel de San Juan de Dios dentro de las 72 horas marcadas por la ley, se protegió en los separos de los Servicios Especiales con guardia de 24 horas para evitar su suicidio.
Estoy consciente de que, el que a fiero mata a fierro muere, de lo cual mis enemigos en la cárcel se van a encargar advirtió José de la Luz Sánchez Montiel, alias La Pequinesa.
Pese a sus ruegos y a que se temía por su vida, el 12 de mayo de 1982, La Pequinesa, fue entregado a las autoridades correspondientes en la cárcel de San Juan de Dios para que se le iniciará el proceso por los homicidios de los que se declaró confeso. Sería sentenciado conforme marca la ley a una pena de 30 años de prisión.
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