/ viernes 14 de septiembre de 2018

Linchamientos, estigma y realidad a 50 años de Canoa

En Canoa quieren eliminar su imagen de "asesinos"; los descendientes desconocen qué pasó; abuelos no les cuentan

Puebla.- Cincuenta años de una masacre quieren ser olvidados. Los ancianos no quieren evocar, los adultos afirman “que no son asesinos” y los jóvenes ignoran su historia, sus abuelos no la quieren contar aunque por su curiosidad alguna vez han visto la película “Canoa” del cineasta mexicano Felipe Cazals.

En la conmemoración número 50 del primer linchamiento de Puebla en la comunidad de San Miguel Canoa, hay opiniones encontradas entre los propios habitantes sobre conservar la vida de a quienes juzgan por “ser buenos o malos”.

Además, en la junta auxiliar de la capital se mantiene vigente la justicia por propia mano. En marzo, Pascual “N” un conocido ladrón apodado “El Recio” fue quemado vivo en la plaza pública de este lugar después de ser señalado de haber cometido un robo. Mientras a nivel estatal se tienen registrados hasta 15 casos.



LOS TRABAJADORES DE LA BUAP NOS OFENDIERON; LA OTRA HISTORIA

A 50 años de lo sucedido nadie quiere recordar lo que pasó en el 1968, refiere el alcalde auxiliar de San Miguel Canoa, Raúl Pérez Velázquez quien reconoce que ha sido difícil borrar la imagen “de que son asesinos”.

Pero la otra historia que nunca ha sido contada, indica que los cuatros trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) irrumpieron una comunidad arraigada en sus usos y costumbres para burlarse de su idioma además de no pagar una cuenta de una tienda en la que consumieron.

“Al no hablar el idioma originario molestaron al pueblo, hicieron enojar a la gente de Canoa porque esto se interpreta como una ofensa, los trataron como si fueran indios. Se tiene que entender que hace 50 años, llegar a Canoa era llegar a un pueblo muy cerrado”, dijo Pérez.

Una vez de la llegada de los jóvenes a una de las tiendas locales de la región y que se fueron sin pagar, no pararon los rumores de la población que eran “comunistas”, palabra que desconocían pero que relacionaban con “el diablo” o “satanás” pues era parte del discurso clérigo que recibían del sacerdote Enrique Meza.

Y aunque muchas personas juzgan y responsabilizan al sacerdote de la muerte de dos de los cinco exploradores de la Malinche de la máxima casa de estudios, Pérez insiste que es inocente: ya había un rumor regado que nadie podía detener. Sin embargo minutos después, repara: sí pudo darles alojo y evitar su muerte.

“Le echan la culpa al padre y él no es culpable. La gente ya estaba dando información de qué estaban llegando los comunistas y rateros fue parte de la desinformación que dieron porque en un pueblo cerrado no se puede decir que eres de un partido comunista porque se interpretaba como que eras el diablo”, reitera.

La noche del 14 de septiembre resonaron las campañas de la iglesia de San Miguel Canoa que se hizo acompañar de un grito en el altavoz: “¡Ya llegaron los ladrones!”, “Los rateros nos van a quitar las tierras, los animales”.

Pérez recuerda que el día de los hechos, él era un niño y que su familia trató de esconderlos, pero que muy valiente decidieron no refugiarse; se pusieron muy atentos a escuchar desde su vivienda que sucedía fuera.

Nadie de la población quiere decir quien fue testigo. Los habitantes señalan que los responsables ya se murieron, se fueron a vivir a otro lugar y de los presos, desconocen el número o sus nombres.

Antonia Rojas Marcial de 77 años de edad recuerda que ella no salió de su casa porque estaba embarazada y califica negativamente esta barbarie.

“Estuvo mal, ¿cómo cree que va estar bien?, por qué los mataron como un perro, los desvistieron, nadie tiene derecho a quitar la vida”.

No solo perdieron la vida dos trabajadores de la BUAP, Odilón García y su hermano Lucas, quienes les dieron posada a los capitalinos, sino que otros siete pobladores fueron asesinados.

“Fue mentira que nada más murieron los trabajadores murieron muchos de Canoa también murieron otras siete personas”, añadió el edil auxiliar Raúl Pérez.

La mañana del 15 de septiembre, en la iglesia de Canoa –que actualmente porta la imagen de un franciscano con el nombre firmado de Enrique Meza año 1967–, en medio del mar de sangre que dejó la lluvia se celebró la tradicional misa.



NOS JUZGAN INJUSTAMENTE

No todos los habitantes de San Miguel Canoa son malos y han sido juzgados injustamente, agrega Raúl Pérez, quien es amigo cercano a los principales mayordomos, personas de la tercera edad de la comunidad, que tienen gran poder en la iglesia.

“Nos dicen que les da miedo llegar al pueblo, es la peor mentira. Canoa no es el peor pueblo, la gente siempre ha sido buena. Han convertido a la comunidad como algo muy malo. El 68 no es sólo la forma en cómo murieron trabajadores de la BUAP”, dijo.

Aclara que como pueblo no se sienten “los mejores matones” y que la historia que se ha estado replicando de manera generacional ha traído como consecuencia pérdida de empleo.

“En la ciudad si preguntabas si había trabajo, decían: ¿de dónde eres?, y sí respondías de Canoa te decían que no había empleo”, refirió.

Mercedes Morales, otra de las habitantes, refirió que han pasado 50 años de la tragedia, siguen calificándolos de asesinos.

“Se ha hablado, estuvo mal, los agarraron (a los trabajadores de la BUAP) desprevenidos sin que ellos debieran nada. Sigue afectando, para los trabajadores no les dan empleo, nos siguen tomando como un pueblo asesino, sentimos feo, nos discriminan. Mi abuelita nunca nos contaron”.


LOS JÓVENES NO CONOCEN LA HISTORIA

Mientras los jóvenes de la comunidad no conocen la historia de lo sucedido en 1968, los abuelos no hablan de ese día de los hechos y por curiosidad han visto la película.

“Me han dicho que mataron, está mal. No se platica de este tema porque ya pasó. Solo vi una parte de la película”, dijo Alberto Morales.

En tanto Diana Monaca manifestó su interés por conocer la historia: “No sé qué pasó en el 68. Depende del motivo por el que los hayan matado, pero si no se tenían pruebas de ello, no se tenía que matar a nadie. Nadie cuenta nada, me gustaría saber más”.



LOS LINCHAMIENTOS SIGUEN

En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por su propia mano, golpes y linchamientos continúan.

En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridades policíacas para encarcelarlo.

Mientras en marzo, Pascual “N” un presunto delincuente conocido como “El Recio” fue golpeado salvajemente y para rematar lo rociaron de gasolina para prenderle fuego. A pesar de que aún fue rescatado por policías y paramédicos y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.

A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 15 linchamientos en el estado, sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.


Puebla.- Cincuenta años de una masacre quieren ser olvidados. Los ancianos no quieren evocar, los adultos afirman “que no son asesinos” y los jóvenes ignoran su historia, sus abuelos no la quieren contar aunque por su curiosidad alguna vez han visto la película “Canoa” del cineasta mexicano Felipe Cazals.

En la conmemoración número 50 del primer linchamiento de Puebla en la comunidad de San Miguel Canoa, hay opiniones encontradas entre los propios habitantes sobre conservar la vida de a quienes juzgan por “ser buenos o malos”.

Además, en la junta auxiliar de la capital se mantiene vigente la justicia por propia mano. En marzo, Pascual “N” un conocido ladrón apodado “El Recio” fue quemado vivo en la plaza pública de este lugar después de ser señalado de haber cometido un robo. Mientras a nivel estatal se tienen registrados hasta 15 casos.



LOS TRABAJADORES DE LA BUAP NOS OFENDIERON; LA OTRA HISTORIA

A 50 años de lo sucedido nadie quiere recordar lo que pasó en el 1968, refiere el alcalde auxiliar de San Miguel Canoa, Raúl Pérez Velázquez quien reconoce que ha sido difícil borrar la imagen “de que son asesinos”.

Pero la otra historia que nunca ha sido contada, indica que los cuatros trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) irrumpieron una comunidad arraigada en sus usos y costumbres para burlarse de su idioma además de no pagar una cuenta de una tienda en la que consumieron.

“Al no hablar el idioma originario molestaron al pueblo, hicieron enojar a la gente de Canoa porque esto se interpreta como una ofensa, los trataron como si fueran indios. Se tiene que entender que hace 50 años, llegar a Canoa era llegar a un pueblo muy cerrado”, dijo Pérez.

Una vez de la llegada de los jóvenes a una de las tiendas locales de la región y que se fueron sin pagar, no pararon los rumores de la población que eran “comunistas”, palabra que desconocían pero que relacionaban con “el diablo” o “satanás” pues era parte del discurso clérigo que recibían del sacerdote Enrique Meza.

Y aunque muchas personas juzgan y responsabilizan al sacerdote de la muerte de dos de los cinco exploradores de la Malinche de la máxima casa de estudios, Pérez insiste que es inocente: ya había un rumor regado que nadie podía detener. Sin embargo minutos después, repara: sí pudo darles alojo y evitar su muerte.

“Le echan la culpa al padre y él no es culpable. La gente ya estaba dando información de qué estaban llegando los comunistas y rateros fue parte de la desinformación que dieron porque en un pueblo cerrado no se puede decir que eres de un partido comunista porque se interpretaba como que eras el diablo”, reitera.

La noche del 14 de septiembre resonaron las campañas de la iglesia de San Miguel Canoa que se hizo acompañar de un grito en el altavoz: “¡Ya llegaron los ladrones!”, “Los rateros nos van a quitar las tierras, los animales”.

Pérez recuerda que el día de los hechos, él era un niño y que su familia trató de esconderlos, pero que muy valiente decidieron no refugiarse; se pusieron muy atentos a escuchar desde su vivienda que sucedía fuera.

Nadie de la población quiere decir quien fue testigo. Los habitantes señalan que los responsables ya se murieron, se fueron a vivir a otro lugar y de los presos, desconocen el número o sus nombres.

Antonia Rojas Marcial de 77 años de edad recuerda que ella no salió de su casa porque estaba embarazada y califica negativamente esta barbarie.

“Estuvo mal, ¿cómo cree que va estar bien?, por qué los mataron como un perro, los desvistieron, nadie tiene derecho a quitar la vida”.

No solo perdieron la vida dos trabajadores de la BUAP, Odilón García y su hermano Lucas, quienes les dieron posada a los capitalinos, sino que otros siete pobladores fueron asesinados.

“Fue mentira que nada más murieron los trabajadores murieron muchos de Canoa también murieron otras siete personas”, añadió el edil auxiliar Raúl Pérez.

La mañana del 15 de septiembre, en la iglesia de Canoa –que actualmente porta la imagen de un franciscano con el nombre firmado de Enrique Meza año 1967–, en medio del mar de sangre que dejó la lluvia se celebró la tradicional misa.



NOS JUZGAN INJUSTAMENTE

No todos los habitantes de San Miguel Canoa son malos y han sido juzgados injustamente, agrega Raúl Pérez, quien es amigo cercano a los principales mayordomos, personas de la tercera edad de la comunidad, que tienen gran poder en la iglesia.

“Nos dicen que les da miedo llegar al pueblo, es la peor mentira. Canoa no es el peor pueblo, la gente siempre ha sido buena. Han convertido a la comunidad como algo muy malo. El 68 no es sólo la forma en cómo murieron trabajadores de la BUAP”, dijo.

Aclara que como pueblo no se sienten “los mejores matones” y que la historia que se ha estado replicando de manera generacional ha traído como consecuencia pérdida de empleo.

“En la ciudad si preguntabas si había trabajo, decían: ¿de dónde eres?, y sí respondías de Canoa te decían que no había empleo”, refirió.

Mercedes Morales, otra de las habitantes, refirió que han pasado 50 años de la tragedia, siguen calificándolos de asesinos.

“Se ha hablado, estuvo mal, los agarraron (a los trabajadores de la BUAP) desprevenidos sin que ellos debieran nada. Sigue afectando, para los trabajadores no les dan empleo, nos siguen tomando como un pueblo asesino, sentimos feo, nos discriminan. Mi abuelita nunca nos contaron”.


LOS JÓVENES NO CONOCEN LA HISTORIA

Mientras los jóvenes de la comunidad no conocen la historia de lo sucedido en 1968, los abuelos no hablan de ese día de los hechos y por curiosidad han visto la película.

“Me han dicho que mataron, está mal. No se platica de este tema porque ya pasó. Solo vi una parte de la película”, dijo Alberto Morales.

En tanto Diana Monaca manifestó su interés por conocer la historia: “No sé qué pasó en el 68. Depende del motivo por el que los hayan matado, pero si no se tenían pruebas de ello, no se tenía que matar a nadie. Nadie cuenta nada, me gustaría saber más”.



LOS LINCHAMIENTOS SIGUEN

En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por su propia mano, golpes y linchamientos continúan.

En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridades policíacas para encarcelarlo.

Mientras en marzo, Pascual “N” un presunto delincuente conocido como “El Recio” fue golpeado salvajemente y para rematar lo rociaron de gasolina para prenderle fuego. A pesar de que aún fue rescatado por policías y paramédicos y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.

A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 15 linchamientos en el estado, sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.


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